Yo soy tu padre, por Mario Ghibellini
Yo soy tu padre, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

ha revolucionado, qué duda cabe, la política nacional. Pero no gracias a la introducción de alguna idea novedosa o un gesto maduro que pudiera inspirar a las generaciones venideras, sino a través del bloqueo judicial de las investigaciones del Congreso. Se puede discutir si el ardid tuvo precursores en la melancólica galería de aspirantes y oficiantes del poder en nuestra historia previa, pero es evidente que fue él, con su forma de jaquear legalmente a la megacomisión que husmeaba en las zonas lóbregas de su segundo gobierno, quien sentó escuela al respecto. Y, aunque censurado y denigrado al principio, hoy vemos su ejemplo florecer.

Discípulo desatento

Es cierto que en mayo del 2012, cuando las indagaciones de la comisión que presidía el congresista recién comenzaban, el líder aprista anunció con soberbia: “Yo no me defiendo con recursos de amparo ni con llantos”. Y es cierto también que solo un año después hizo exactamente lo que dijo que no haría. Pero hasta en la práctica embarazosa de tener que tragarse sus palabras ha tenido seguidores.

Su primer discípulo –aunque poco aprovechado, hay que decirlo fue el ex presidente Alejandro Toledo. A imitación de Alan, el líder chakano presentó, efectivamente, en enero del 2014, un recurso de hábeas corpus para dejar sin efecto, por una supuesta violación del debido proceso, la investigación que le seguía la comisión de Fiscalización del Congreso por el caso Ecoteva. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con García cuyo recurso para anular una presentación suya frente a la megacomisión fue declarado procedente por la Primera Sala Civil de Lima, lo de Toledo resultó un panzazo. Es decir, su demanda fue rechazada por el Tercer Juzgado Penal y ahora aguarda turno de repechaje, sin mucha esperanza, en el Tribunal Constitucional.

Más atenta a las lecciones estuvo, al parecer, la primera dama, que en abril del 2014 criticó a García por haber movido “sus tentáculos en el Poder Judicial” y sacar “su recurso (de amparo) para quedar limpio de polvo y paja en la megacomisión”, pero hace solo algunas semanas obtuvo ella misma un fallo del 43° Juzgado Penal de Lima para que se archive la investigación que le estaba siguiendo la Fiscalía por presunto lavado de activos. Ahora, además, según ha declarado su abogado Eduardo Roy Gates, se dispone a solicitarle también a la justicia la nulidad de la comisión , que ha decidido volver a citarla y esta vez en condición de ‘investigada’.

Con respecto al efecto devastador que estos bloqueos legales tienen en general sobre la imagen de una política como ella, ya hemos reflexionado aquí; y sería ocioso repetir, ante esta eventual manifestación de renovada angustia encubridora, los mismos argumentos. Pero la circunstancia de que la señora Heredia pueda terminar ahora reproduciendo punto por punto la estrategia de Alan García merece un comentario aparte.

Conmoción y espanto

Desde que el nacionalismo llegó al poder, para la primera dama y su esposo siempre estuvo claro quién era su principal enemigo. Podían fustigar ocasionalmente al fujimorismo por prurito deportivo, pero el antagonista a frenar con el embozado proyecto reeleccionista, el panzón asorochado que no llegaría nunca a las cumbres de la inclusión que ellos habían hollado, el Darth Vader que representaba el lado oscuro de la política que ellos superarían, ágiles y luminosos, era otro.

Cómo no resaltar, entonces, el particular oprobio que resulta de haber abrazado finalmente sus modos. De haber decidido que las sombras tienen lo suyo y vale la pena ocultarse en ellas. Y de revelar, por último, un secreto parentesco que, como en las viejas tragedias clásicas, provoca conmoción y espanto en los espectadores de la historia. 

(Publicado en la revista Somos el sábado 27 de junio del 2015)