Juegos Parapanamericanos Lima 2019. José Yampufe perdió 3-0 contra el brasileño Eziquiel Babes en tenis de mesa. (Foto: Violeta Ayasta)
Juegos Parapanamericanos Lima 2019. José Yampufe perdió 3-0 contra el brasileño Eziquiel Babes en tenis de mesa. (Foto: Violeta Ayasta)
Ricardo Montoya

La posguerra, normalmente emparentada con la hambruna, la miseria y el sufrimiento, pudo, por una vez y en forma de deporte, heredar un manantial de agua fresca para los sobrevivientes del fuego cruzado. Las esquirlas de este tánatos autodestructivo dejó durante el siglo pasado no solamente un legado de muerte y desolación sino también un saldo de combatientes con secuelas físicas y psicológicas graves. En esa tesitura de resiliencia ante este nuevo contexto que implicaba hacer frente a lesiones de distinta índole es que aparece la rehabilitación, como maná en el desierto. De esa praxis para recuperar facultades primero, al entrenamiento cotidiano después, y luego a ser competitivos, no pasó tanto tiempo. Había nacido un nuevo grupo de atletas; uno que tuvo el coraje de asumir su propia condición para reinventarse a la luz de otras fortalezas, la mayoría de ellas incorpóreas.

Una semana después de que el etíope Abebe Bikila impresionara a los aficionados en Roma, ganando descalzo la maratón, empezaron los primeros Juegos Paralímpicos de la historia en la misma ciudad. Corrían algunos meses de 1960, tan solo tres lustros después del suicidio de Hitler y el término de la Segunda Guerra Mundial. Inspirados en esa matriz paralímpica germinaría siete años más tarde, bajo el nombre de Juegos Panamericanos para Parapléjicos, un embrión de lo que luego serían, ya en 1999, los Juegos Parapanamericanos de Ciudad de México. Los Juegos de Lima serán los sextos bajo esa denominación. Brasil, donde la política de deporte inclusivo forma parte de la cultura cotidiana, es el país que ha sumado la mayor cantidad de medallas en las últimas tres ediciones.

En los Juegos a inaugurarse hoy, pero que se compiten desde ayer, Perú ha presentado la delegación más numerosa de su historia deportiva. De las 18 disciplinas en disputa solo en rugby no habrá una delegación nacional. La expectativa creada, respecto de estas competencias en términos deportivos, no es tan optimista como lo fue con los Panamericanos. Nos ha costado, más que a otros países, madurar la conciencia de la inclusión.

Se espera obtener 15 medallas en total. La buena noticia llega desde el público que, según las encuestas, manifiesta en un 85% tener la misma ilusión que en la previa de los Panamericanos. Esto es un buen comienzo. Ojalá que los nuestros puedan superar los cálculos iniciales y sean varios los que nos representen en Tokio 2020.

Un cuerpo quebrado no tiene por qué romperte el alma. La esencia de lo que son las personas es inmodificable. Estamos ante deportistas de alta competencia. Personas que en Lima 2019 van a luchar por una medalla pero que en su vida diaria ganan batallas con frecuencia, superando obstáculos como su discapacidad, la discriminación y la escasa empatía. En estos juegos del hombre las metas no son el convertirse en Citius, Altius o Fortius. La determinación, la igualdad y el coraje componen también algunos de los valores más elevados que puede tener un ser humano.

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