A un kilómetro de distancia del nevado Ausangate, en el distrito de Ocongate, provincia de Quispicanchi (Cusco), Gumercindo Crispín (42) reflexiona sobre lo difícil que resulta la vida de un campesino a 4 mil metros de altura.
“La vida en la altura es muy triste y difícil, porque como agricultores no sabemos qué pasará, cuándo cambiará el clima, cuándo caerá una granizada. Hay años en que solo hay fracasos, y ahí nosotros mismos luchamos por nuestra subsistencia”, explica.
Gumercindo es un yachachiq, denominación quechua que lo distingue entre otros campesinos como un maestro por sus conocimientos en las técnicas de cultivo y por su dedicación a enseñarlas. Desde hace unos años es el yachachiq de las hortalizas, cultivos que gracias a las nuevas técnicas vencen la altura y crecen en zonas altoandinas para luchar contra la desnutrición crónica.
“Me preocupa la desnutrición infantil. Cuando hay dinero, podemos gastar en alimentos, pero cuando no, siempre tendremos hortalizas. Es importante que cada familia tenga un biohuerto”, dice.
Los diez mil campesinos de Ocongate, que viven al pie del Ausangate, una de las montañas más imponentes de Cusco, saben que los tiempos han cambiado, que cada año la nieve retrocede y el agua escasea. Han tomado conciencia de los efectos del cambio climático y han adaptado su vida a ello. Gumercindo aprendió y ahora enseña a sembrar y cosechar agua, en una técnica que permite ‘guardar’ el agua bajo tierra para que, en temporada seca, dispongan de ella.
Nacido en una familia de ocho hermanos, Gumercindo recuerda que aprendió a arar la tierra junto a sus padres y que la rutina se iniciaba antes de las cinco de la mañana. Él dice que, por más fuerte que sea, el trabajo siempre se realiza con amor.
“Seguiré ayudando a mi pueblo con lo que sé, solo unidos podemos salir adelante”, añade Crispín.
—La mirada en el cielo—
Silverio Choquenaira (52), campesino de la comunidad de Pumathalla, en la microcuenca Huacrahuacho (Cusco), vive con los ojos en el cielo. El saber ancestral dicta que si el viento viene del oeste, lloverá, y si viene del sur, probablemente hiele.
Silverio relata que, a 4.200 metros de altura, la agricultura es complicada y no es suficiente para sobrevivir; por eso cría ganado. Con su observación del clima, él ayuda a que tanto el ganado como los cultivos estén siempre a salvo.
“Hay una coincidencia entre las técnicas ancestrales y la tecnología. Nosotros lo sabemos apoyados en la tecnología, pero mis abuelos también lo sabían. El saber andino es totalmente claro y ellos no tenían estudios superiores”, recuerda con orgullo.
Su conocimiento sobre el tiempo ayuda, pero reconoce que no es suficiente. Silverio pide que las autoridades complementen su trabajo con asistencia técnica y económica para continuar. “Ser campesino es trabajar el campo con amor para el progreso de nuestro pueblo y nuestro país”, dice.
Las historias de Gumercindo y Silverio fueron publicadas en dos libros del Programa de Adaptación al Cambio Climático (PACC Perú), iniciativa del Ministerio del Ambiente y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude).