1 / 3 Dos jóvenes militares posan cerca de los escolares de la escuela que fue atacada. Madre Mía se ubica en el corredor más violento del Alto Huallaga, zona de constante presencia senderista desde los años 80. (Foto: Archivo personal)
2 / 3 Los efectivos que defendieron Madre Mía se reunieron semanas atrás en esta localidad. Algunos de ellos no se habían visto desde 1989. Al fondo de la imagen se divisa el río Huallaga. (Foto: Ricardo León)
3 / 3 En aquel entonces, julio de 1989, las noticias sobre emboscadas senderistas y respuestas militares llegaban de todas partes del país, y este hecho tuvo apenas repercusión. (Foto: Dante Piaggio)
Días atrás, a mediados de noviembre, una docena de militares en retiro se reunieron durante algunas horas en Madre Mía. Volvían a verse las caras 28 años después de haber enfrentado al que se considera el mayor ataque perpetrado por Sendero Luminoso, si se tiene en cuenta el número de participantes, la cantidad de armamento y la duración del hostigamiento.
En aquel entonces, julio de 1989, las noticias sobre emboscadas senderistas y respuestas militares llegaban de todas partes del país, y este hecho tuvo apenas repercusión. El tiempo pasó, y ahora solo se habla de Madre Mía en referencia a las acusaciones contra Ollanta Humala, o el capitán ‘Carlos’, por crímenes de lesa humanidad. Casi los únicos que recuerdan esta historia son los oficiales y la tropa que sobrevivieron al hecho. Ellos celebran mañana el Día del Arma de Infantería del Ejército.
-Armas tomar-
El clima político y social era por aquellos días muy distinto en Lima que en Madre Mía, un pequeño pueblo tendido a los bordes de la carretera cerca del límite entre Huánuco y San Martín, en la temida ceja de selva del Alto Huallaga.
En el escenario de los hechos las noticias llegaban de otro modo y la emergencia se vivía en tiempo real. El entonces llamado Ejército Guerrillero Popular, brazo armado del Partido Comunista del Perú (ellos no se denominaban Sendero Luminoso), había cometido atentados terroristas en Uchiza y Tocache, y con ello había obtenido atención mediática y, lo más importante, armas.
Se calcula que entre 700 y mil senderistas hombres y mujeres, integrantes de las columnas más grandes y mejor equipadas, decidieron continuar su avanzada atacando a los militares apostados en Madre Mía, pertenecientes al Batallón Contrasubversivo 26. La apuesta era mayor: asesinar a estos efectivos (o lograr su rendición) y tomar la base precisamente en Fiestas Patrias. Nunca antes ni después hubo un despliegue tan amplio de terroristas en un enfrentamiento abierto con las Fuerzas Armadas.
El teniente Miguel Ángel Pezzini, uno de los oficiales destacados en el lugar (y que resultó herido por esquirlas), contó después a sus superiores que el ataque fue cuidadosamente preparado: se bloqueó la carretera para evitar que llegara la ayuda, se alistaron camiones con municiones para abastecer a las columnas, se almacenaron medicamentos en viviendas cercanas. Incluso, antes del ataque se habían pintado en la carretera mensajes alusivos a la “destrucción total” de la base de Madre Mía, y se tenían escritos los letreros en cartulina que iban a ser colocados sobre los cuerpos de los militares que se planeaba asesinar. Pero el desenlace fue otro.
-El estigma-
En los últimos años, Pezzini (ya en situación de retiro) contactó a varios de los soldados que –en argot militar- participaron en esa “fiesta”. Varios de los que logró contactar y reunir se vieron en Madre Mía semanas atrás. Hablaron del tema como si hubiera ocurrido pocas horas antes.
Uno comentó que todo empezó alrededor de las 11 de la noche con una explosión y una ráfaga; otro contó cómo, en la oscuridad (esa noche no había luna, hasta en eso pensaron los senderistas) disparaban un poco a ciegas alrededor de un colegio que funcionaba como base militar temporal; otro recordó que los terroristas les gritaban: “Ríndete, entréganos a tus superiores”; otro narró que las columnas colocaron baldes con explosivos que abrieron boquetes en las paredes, como el que se ve en la primera foto de esta página; otro explicó cómo, a las 6 de la mañana, poco antes o poco después de que llegaran los helicópteros de refuerzo, se dio cuenta de que ya 28 de julio y de que había que izar la bandera, pero antes había que descolgar el enorme trapo rojo que había sido colocado en el mástil; otro dijo que, ya de día, encontraron decenas de cuerpos en el piso, y que identificaron a uno de los atacantes porque había sido antes del Batallón 26.
En ese enfrentamiento murieron siete militares, y al menos 11 resultaron heridos. No se sabe el número exacto, pero se calcula que cayeron más de 60 terroristas. Madre Mía vivió, desde entonces, como un estigma.
-Fiestas Patrias entre el miedo y la crisis-
Entre el 26 y el 29 de julio de 1989, es decir, antes y después de las Fiestas Patrias de un año particularmente difícil por el clima de violencia y la sostenida crisis económica, las noticias sobre acciones terroristas llegaban a los medios de comunicación con cierto desorden, pero con una regularidad alarmante.
El día 27, este Diario informó que ocho torres de alta tensión habían sido derribadas en varios puntos de Junín; en otra de sus páginas se indicaba que tres senderistas habían sido abatidos en la Panamericana Norte por policías luego de un ataque a un patrullero.
El 27, el alcalde de Huamalí (Jauja, en Junín) fue asesinado en un atentado. Ese mismo día, en San Bartolo, dos jóvenes fueron amarrados y se les colocó cargas de dinamita en el cuerpo; dos días después se supo que eran informantes de Sendero. En las páginas siguientes se mencionaban los preparativos y la celebración del desfile militar y el discurso de Alan García.
-Reconocimiento pendiente-
Dos oficiales del Ejército que participaron activamente en la defensa de Madre Mía fueron el subteniente Miguel Ángel Pezzini (hoy teniente en situación de retiro) y el subteniente Luis Antonio Flores (hoy coronel en actividad). Ambos recibieron la medalla Andrés A. Cáceres por esta acción distinguida. Sin embargo, ningún integrante de la tropa recibió después reconocimiento alguno, y todos ellos volvieron poco después a la vida civil.
Datos
Se calcula que entre 700 y mil senderistas hombres y mujeres, integrantes de las columnas más grandes y mejor equipadas, decidieron continuar su avanzada atacando a los militares apostados en Madre Mía.
Siete militares murieron en el ataque, y al menos 11 quedaron heridos. Fueron abatidos más de 60 terroristas, según datos oficiales.
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