Jorge Cox Denegri, propietario del Museo Chiclín, en la provincia liberteña de Ascope, teme por su vida: en dos años ha sido asaltado tres veces y una banda de extorsionadores le ha exigido el pago de S/.10.000 si no quiere ser atacado. “En cualquier momento me matan”, le dijo ayer a El Comercio.
Su temor aumenta luego de que la madrugada del último domingo, unos delincuentes ingresaran a su museo y se llevaran al menos 100 piezas arqueológicas, algunas de ellas con una antigüedad de hasta 3.500 años, ya que pertenecen a la cultura Cupisnique. Entre lo robado también se encuentra un guerrero mochica, la pieza más representativa de la galería, según indicó Jorge Cox.
Para ingresar al museo, los facinerosos retiraron la reja que protegía una de las ventanas de la parte posterior. Cox escuchó el ruido, pero no se percató que se trataba de un robo.
Él responsabilizó de este último asalto a las autoridades. Aseguró que consciente de la inseguridad que predomina en Chiclín decidió cerrar el museo en diciembre del 2013 y pidió a instituciones y universidades de Trujillo tener las piezas para que estas las exhiban, pero ninguna ha mostrado interés.
“Ni la misma policía ni la Dirección Regional de Cultura han sido capaces de ayudarme”, manifestó Cox. El Comercio intentó comunicarse con ambas instituciones, pero no fue posible.
PELIGROSA ZONA
En el anexo de Chiclín, ubicado en el distrito de Chicama, Ascope, solo prestan servicio cinco policías. Este año se registraron más de 30 muertes vinculadas al crimen organizado. En la zona, el ‘Cojo Mame’ es el que comanda las extorsiones, según la policía.
Fuentes policiales de Chiclín no descartan que las piezas Mochica, Chimú y Lambayeque hayan sido robadas a pedido de un coleccionista, pues “se llevaron las más preciadas” del museo.
“Si esto fuera así, definitivamente irían al mercado negro y estaríamos hablando de una mafia dedicada a esto”, comentó el arqueólogo Santiago Uceda Castillo.