Lluvias torrenciales, calor abrasador y cientos de miles de insectos capaces de nublar hasta el pensamiento aguardan a los que se internan en la selva virgen del Parque Nacional del Manu, entre Cusco y Madre de Dios. Pero también hay belleza, paz e invaluable información sobre qué ocurre con nuestro planeta y cómo la vida, incluso en las condiciones más salvajes, le saca la vuelta al fracaso y evoluciona.
“Cuando estudias a un animal o a una planta, compruebas que no hay obstáculo que lo haga retroceder. Sí, hay depredadores, plagas, pero, sin la intervención del hombre, todo llega a un equilibrio. Si analizamos ese proceso y logramos reproducirlo, ¿imaginas lo que podríamos hacer?”, se pregunta Patricia Álvarez-Loayza, ingeniera agrónoma y doctora en Biología del equipo de investigadores de la Estación Biológica Cocha Cashu. Situada a la mitad del parque, donde no llega turista alguno, la estación fue fundada en 1969, cuatro años antes de la declaratoria del Manu como parque nacional.
Desde entonces, gracias a la administración del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp) y del Zoológico de San Diego (desde el 2011), ha contribuido con más de un tercio de las publicaciones científicas sobre ecología tropical en el mundo. La más conocida: animales espiados por cámaras ‘trampa’.