(Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
(Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
Fernando Vivas

‘Belaunde nos dejó al borde del abismo. Con Alan García hemos dado un gran paso adelante’. Tal era un chiste ochentero de Carlos Álvarez. Treinta años después volvemos a experimentar razones para el humor negro corrosivo, aunque el panorama macroeconómico no pinte tan mal como el político. Las piñatas más vendidas para ser destripadas mañana son las de un chino de risa y un atribulado . Tras marchas de protesta, palos juergueros caerán sobre este par de adultos mayores. Vaya Nochevieja que les espera, vaya año que nos espera.

—La bomba fue para los dos—
La bomba de neutrones contra la oposición de Fuerza Popular –indulto a Fujimori– era conocida, anunciada y promovida desde hace algunos meses. Pero en abril no era un arma de ataque. PPK intentó usar, para conciliar con Keiko, un artefacto de menor impacto que el indulto: un proyecto de ley de arresto domiciliario para mayores de 75 años. Sin embargo, lo sustentó el expulsado ppkausa Roberto Vieira. Si lo presentaban el propio Ejecutivo y Keiko, relativizando su promesa de no usar su poder político para soltar al padre, dejaba a sus congresistas votar a favor; quizá el 2017 hubiera tomado otro rumbo.

Pero llegamos a diciembre y el indulto no tuvo ni intención ni efecto armónico. Fue un bombazo y el daño colateral en el propio gobierno fue tan o más terrible que en su enemigo. Mientras Keiko hace el recuento de sus filas, que aún son densas en el Congreso, PPK y Mercedes Aráoz cuentan renuncias y reciben negativas de algunos a quienes llaman para remozar el Gabinete. Pescar ministros no va a ser fácil en el 2018.

Si PPK quiso cumplir un deseo expreso de los Fujimori de conseguir el indulto en Navidad, a cambio de sus votos que lo salvaron de ser vacado y además creyó que era una buena fecha per se, es probable que no calculara la reacción de los engañados. No solo las marchas de impacto relativo y matemática imprecisa, sino invocaciones a la presión internacional y –según nos anticipan algunas fuentes– denuncias contra los presuntos operadores que habrían agilizado trámites en pro del indulto. Funcionarios del Ministerio de Salud (Minsa) y de Justicia (Minjus) podrían ser comprendidos en investigaciones fiscales, estrechando el círculo sobre el quebradizo entorno de lealtades a PPK.

Por si fuera poco, la primera ministra Mercedes Aráoz, cuyo liderazgo en el Gabinete –en el caso de mayores revelaciones contra el presidente– será clave para la gobernabilidad, también aparece comprometida por sus propias declaraciones, en la trama de aparentes engaños que rodeó al indulto. De esta forma, la crisis de credibilidad del presidente la contagia. Y si el nuevo Gabinete de reconciliación que PPK está abocado a armar, según ha dicho en un tuit, cuenta con ella a la cabeza, el giro será más difícil de acometer.

Carlos Basombrío, que renunció apenas explotó el escándalo de Westfield Capital que motivó el proceso de vacancia, fue reemplazado por un disciplinado policía, el teniente general en retiro Vicente Romero. Algo similar podría suceder con Jorge Nieto, si se concretara su renuncia y otro uniformado lo reemplazara.

En Cultura, tras la renuncia de Salvador del Solar, y un amague de fichaje de Francesco Petrozzi (eso sí hubiera tenido un aire concertador, pues es congresista fujimorista que votó por la vacancia, pero el aludido lo descartó en un tuit), surgieron en el bolo personajes como Alejandro Neyra, actual director de la Biblioteca Nacional, y Natalia Majluf, actual directora del Museo de Arte de Lima. Si en esta cartera no será tan difícil encontrar reemplazo, en otras, por ejemplo Educación o Justicia, sería más difícil por la conflictividad de sus temas.

La reconciliación ofrecida por PPK muy difícilmente podría contar con keikistas, pero sí con personalidades conservadoras que tiendan puentes con FP o amigos del ala albertista del fujimorismo. Por supuesto, este cásting de colaboradores podría alterarse con nuevos golpes a la credibilidad presidencial y el fantasma de la vacancia o renuncia volverá a asustarnos.

—Calendario con altibajos—
La nube política es oscura, pues al gobierno se le viene el rearme de Keiko (a menos que el conflicto interno en FP merme sustancialmente su capacidad opositora), y los planes de reconstrucción del norte, reformas estructurales y delegación de facultades van a sufrir por ello. El sueño ppkausa del ingreso a la OCDE tendrá, probablemente, un duro despertar en el 2018.

Pero el calendario de eventos, que no dependen ni de PPK, ni de Keiko, ni de las investigaciones de la fiscalía, ni de las revelaciones del Caso Lava Jato, pinta bien: habrá visita del papa Francisco en enero, en abril tendremos una Cumbre de las Américas (su tema será la lucha anticorrupción, vaya coincidencia), después vienen el Mundial que todos –los políticos con más razón– verán con los dedos cruzados y, luego, las elecciones municipales y regionales. Las feas sorpresas que guardan los políticos en su pasado, y que serán reveladas caiga quien caiga, complotarán con ese calendario virtuoso.