“En la última reunión de los oficialistas, acordaron esperar la vuelta de Heresi para encararlo en persona. La sensación, según me dijo un ppkausa, es que Heresi ‘ha cruzado el punto de no retorno’”. (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
“En la última reunión de los oficialistas, acordaron esperar la vuelta de Heresi para encararlo en persona. La sensación, según me dijo un ppkausa, es que Heresi ‘ha cruzado el punto de no retorno’”. (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
Fernando Vivas

Extraña bronca de los ppkausas con : se lanzan epítetos y en seguida concilian. Luego, otro round de batacazos y ramas de olivo. Que están molestos es evidente. También es evidente que no quieren sangre en el río.

El ex ministro, de licencia médica en el extranjero hasta el 25 de agosto, tiene muchos resentimientos empozados contra partido, bancada y gobierno. Su incomodidad en las filas ppkausas empezó muy temprano, en el 2014, cuando dio las firmas para que se inscribiera PpK, el partido; pero , el hombre, no apoyó su candidatura a la Alcaldía de Lima, que era la primera condición del pacto. Fue una espina que no se llegó a sacar ni desde su curul en la ‘ppkbancada’ ni desde su rol de secretario general en un partido desplazado de las decisiones de gobierno.

Pero no es necesario remontarse tan lejos. Hay suficientes resentimientos recientes para atizar el fuego. Empezaron cuando, para sorpresa de los ppkausas, Heresi fue enrolado en el Gabinete Villanueva. Al presidente Martín Vizcarra le pareció que sería un buen puente hacia el ppkausismo que seguía chúcaro con él, pues lo veían más como liquidador que como sucesor de PPK.

Todo indica que, con Heresi, Vizcarra erró doble. Su propósito de tender puentes no funcionó, pues el elegido no encarnaba el espíritu de la bancada y menos desde que se apresuró en pedir la renuncia de PPK. Por otro lado, el Ministerio de Justicia necesitaba a alguien blindado frente a la crisis judicial que se venía. No era el caso del ministro. Apenas apareció un audio, el 13 de julio, en que se mostraba fraternal con el vocal supremo César Hinostroza, Vizcarra le bajó el dedo. El gobierno montaba en la ola de la indignación popular y allí no había sitio para Heresi.

A partir de allí, Salvador tenía razones para resentirse con el vizcarrismo tanto como con su remanente ppkausa que poco a poco se afirmaba oficialista. Sin embargo, en los primeros días tras su salida, las críticas solo le llovieron desde el sector llamado ‘caviar’ que no lo quería en el Minjus. Carlos Bruce y Mercedes Araoz, por ejemplo, se mostraron indulgentes con él.

Hasta que, tras un informe publicado en El Comercio sobre la relación amical entre un hermano de Heresi y Manuel Soto, secretario general del Minjus, el congresista Guido Lombardi lo criticó haciendo una lectura imprecisa de la publicación. Heresi le replicó que debía “tomar menos y leer más”. Días después, ante la aparición de nuevos audios sin contenido irregular pero en los que volvía a mostrarse en exceso afable con Hinostroza, Lombardi dijo que la bancada acordó pedirle explicaciones. Heresi replicó inflamado, asumiendo que le estaban abriendo un proceso disciplinario y que tal cosa deberían hacerla con PPK por recibir dinero de Odebrecht (Heresi ha dicho, además, que él ya había sugerido internamente hacer eso, pero nunca lo planteó por escrito).

Gilbert Violeta también fue agredido en una de las declaraciones de Salvador, y llamó para confrontarlo. Acordaron que mandaría sus descargos para que Gilbert los leyera en la bancada. Luego, se echó para atrás y siguió otra agresión, esta vez contra el congresista Moisés Guía. La bancada había acordado no provocar más calenturas en Heresi y el mismo Lombardi, pillado por periodistas, declaró en tono conciliador. Pero, al referirse al ‘estado mental’ de Salvador, con tenue ironía que otros hubieran pasado por alto, el aludido replicó con otro tuit insultante. Nuevo round.

—Desayuno con tuits—
El ex ministro, desde un punto en el extranjero que se mantiene en el misterio, estaba desatado. El mismo miércoles que disparó contra Lombardi, había disparado dos tuits contra Juan Sheput, acusándolo de “doble discurso” pues, por un lado se mostraba conciliador con él, y a la vez, en el restaurante Manhattan, le decía a un periodista que su presencia era ‘insostenible’ en la bancada. Sheput, leyendo el tuit en tiempo real, levantó la cabeza para ver quién pudo oír lo que no había dicho. [Disclaimer: yo era el periodista y también escudriñé las mesas vecinas buscando el origen de la imposible escucha. Conversé de varios temas con Sheput y cuando aludió a su colega, no usó el término ‘insostenible’. Heresi se dejó llevar por un chisme].

Llamé al ex ministro y me dijo que su malestar no había sido provocado solo por Lombardi o Sheput, sino por percibir que todos sus correligionarios, incluido Violeta, quisieron involucrarlo en un proceso disciplinario. Percepción algo equívoca pues, a decir verdad, nadie había dicho públicamente eso. Quería hacer sus aclaraciones en persona, pues no confiaba en lo que pudiera pasar con un documento suyo. Y me autorizó a citar estas frases conciliadoras: “Reafirmo mi consideración y aprecio a cada uno de los miembros de la bancada de PpK. Esta es una discrepancia política que no hay que llevar al terreno personal y que va a ser abordada [a su retorno el 25] en un marco democrático”. Al poco rato, vino el último episodio con Lombardi. Ayer tuiteó sus disculpas.

—Punto de no retorno—
Hay un factor ajeno a la bancada, pero tan imperioso, que apurará el desenlace de este capítulo. Dos de las varias fuentes que consulté para esta crónica me contaron que el presidente Vizcarra les ha dicho a miembros de la bancada que no se siente cómodo con la permanencia de Heresi en ella. Y ellos no quieren perturbar al gobierno con cuitas de cuyes, el último símbolo ppkausa.

En la última reunión de los oficialistas, acordaron esperar la vuelta de Heresi para encararlo en persona. La sensación, según me dijo un ppkausa, es que Heresi “ha cruzado el punto de no retorno”. También me han contado que los congresistas invitados son, en general, más duros con él que los congresistas del partido; pero el disgusto era unánime. Lo peor que le pasó a Heresi fue ser ministro.