Para aquel 27 de julio de 1974, se imprimieron dos editoriales en El Comercio. El primero, titulado “Maniobra al descubierto”, denunciaba el inminente plan para la toma de la prensa libre en el Perú. El segundo, dictado por el denominado ‘gobierno militar revolucionario’ de , llegó a las rotativas a última hora, junto a las ametralladoras, ni bien arribó la nueva dirección impuesta por el régimen aquella madrugada.

El primero —legítimo, escrito horas antes del asalto— alcanzó a salir en la edición para provincias; aunque camiones a cargo de su distribución fueron detenidos a la salida de Lima y las ediciones confiscadas esa misma noche. La operación mordaza ya estaba en curso.

Sin embargo, un ejemplar de esa primera edición, cedido a un corresponsal extranjero tras romper el cerco policial durante la toma, permitió que el editorial de El Comercio original se conociera en todo el continente y denuncie lo que aquí sucedía. Se había terminado por liquidar a la libertad de expresión en el Perú.

Parte del editorial de El Comercio del 30 de julio de 1980. Es el primer editorial publicado tras el retorno de la libertad de expresión en Perú. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
Parte del editorial de El Comercio del 30 de julio de 1980. Es el primer editorial publicado tras el retorno de la libertad de expresión en Perú. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)

A poco más de una hora de iniciarse la confiscación, esa madrugada hubo de pronto un silencio profundo en el hall de El Comercio. Los directivos y personal de confianza habían permanecido en una oficina en el segundo piso. Se disponían a bajar. Pese al arrebato, su salida fue sin mayor agresividad. Cualquier acción podía ser utilizada por el gobierno militar.

“Cuando aparecimos por las escaleras, todos se callaron; un silencio... Llegamos abajo y caminamos a lo largo del pasadizo que nos habían dejado. Y salimos. Había uno con su fusil que nos apuntó y mi padre le dijo ‘saque ese fusil de adelante’. Nos estaba apuntando, cuando nosotros salíamos”, aún recuerda Alejandro Miró Quesada Cisneros en diálogo con este Diario sobre esas horas críticas junto a su padre, Alejandro Miró Quesada Garland, uno de los dos codirectores en aquella época.

Alejandro Miró Quesada Garland y Aurelio Miró Quesada Sosa ingresan a las instalaciones del diario El Comercio luego de que el gobierno de Fernando Belaunde les devolviera el diario. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Alejandro Miró Quesada Garland y Aurelio Miró Quesada Sosa ingresan a las instalaciones del diario El Comercio luego de que el gobierno de Fernando Belaunde les devolviera el diario. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
/ EL COMERCIO

—Una prensa ‘parametrada’—

El nuevo ‘Estatuto de Prensa’ de Velasco, irónicamente, decía respetar el derecho a informar libremente. Pero, a su vez, decretaba que los diarios ‘expropiados’ y –falsamente– ‘socializados’ debían dar cabida a “los enfoques que encuadren dentro de los parámetros de la revolución”. De ahí el apodo de ‘prensa parametrada’ que acompañaría aquellos años al periodismo sometido a la dictadura.

“Ese fue el paso más audaz y desaprensivo de Velasco para introducir el Estado totalitario. Acabada la justicia, había que acabar con la libertad, porque, como Velasco mismo había dicho tantas veces, la libertad y la justicia son valores inseparables. Había que privar de ellos, simultánea y definitivamente, al pueblo del Perú”. (Guido Chirinos Lizares y Enrique Chirinos Soto. El Septenato 1968-1975)

El historiador y periodista Héctor López Martínez refirió que la confiscación tuvo una connotación que, tal vez, en la actualidad en donde hay un mayor acceso a las noticias desde los celulares no se alcanza a comprender.

“En ese momento, tener el control de la radio, la televisión y los periódicos –agregó– era realmente tener el control de las noticias. Se le arrebataba a la población el derecho a la información, que es absolutamente sagrado”. López Martínez fue jefe de la página editorial del diario hasta ese julio de 1974. Y llegó asumir la conducción del mismo en el último tramo, antes de su retorno a los dueños originales.

Luego de la confiscación, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA expresó su preocupación por lo ocurrido. También se pronunció la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y medios como “The New York Times” de Estados Unidos; “El Mercurio” de Chile; “El Universal” de México; “El Gráfico” de Guatemala; “El Nacional” de Colombia, entre varios otros, protestaron unísonamente por el atropello.

“Fueron años terribles en lo económico. Sufrimos varias clausuras en las dos fases del régimen militar y no hubo ningún tipo de reparación. Había terror por parte de los anunciadores pues las amenazas eran reales, no se atrevían a publicar en una revista que estaba contra la revolución”.

Enrique Zileri Exdirector de “Caretas” (28/7/2005)

La toma de los diarios ciertamente terminó por desenmascarar al gobierno militar que inició en 1968, hundiendo aún más a la prensa en uno de sus capítulos más oscuros, con hostilizaciones, clausuras de medios y agencias, detenciones y deportaciones arbitrarias de periodistas y, cómo no, opositores.

“La información en los medios se convirtió en toda oficial, nunca críticas al gobierno y de mucha propaganda. De hecho, la circulación de los diarios se vino abajo porque era insulsa, no te enterabas de las cosas”, explicó el periodista Federico Salazar. Se había quebrado la pluralidad informativa.

Su padre, Arturo Salazar Larraín, fue hasta antes de la confiscación uno de los principales editorialistas de “La Prensa”. Meses después, uno de los fundadores –junto a Guido Chirinos Lizares, quien asumió la dirección– de “Opinión Libre”, una de las publicaciones que puso a prueba al régimen militar y que vio la luz en octubre de ese mismo 1974.

Pero no tardó mucho en llegar la censura y sus periodistas fueron deportados. Luis Bedoya Reyes, entrevistado para el primer número y consultado por la información dada por los diarios confiscados, dijo: “son un mismo catecismo en distintas impresiones. Monocordes en sus alabanzas y silencios”.

En agosto de 1975, Velasco es depuesto en el poder por Francisco Morales Bermúdez, quien dictó una “amnistía política” que incluyó a periodistas. Pero la libertad de prensa todavía fue muy limitada. Solo se recuperó tras el retorno de la democracia, cuando Fernando Belaunde al asumir la presidencia en 1980 devolvió los medios a sus legítimos propietarios.

Tras la restitución, Arturo Salazar Larraín asumió la dirección de “La Prensa”. Se optó por continuar la numeración de la última edición hecha en libertad. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Tras la restitución, Arturo Salazar Larraín asumió la dirección de “La Prensa”. Se optó por continuar la numeración de la última edición hecha en libertad. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)

Esa mañana del 29 de julio de 1980, cuando Alejandro Miró Quesada Garland volvió a ingresar a la sede del diario El Comercio en el centro de Lima, llevaba algo entre sus manos. Era el logotipo de El Comercio, con las letras escritas al revés.

(Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
(Foto: Archivo Histórico de El Comercio)

Seis años antes, ante la confiscación, uno de los trabajadores de la imprenta recuperó y guardo el máster del logotipo del diario que se utilizaba en las rotativas. Era con el que se había impreso la última edición del 27 de julio de 1974. Lo llevaba en sus manos para volver a imprimir el decano; nuevamente, sin ‘parámetros’ y con libertad.

1980. Alejandro Miró Quesada Garland sostiene el logotipo de El Comercio junto a Aurelio Miró Quesada Sosa y Enrique Miró Quesada Laos. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
1980. Alejandro Miró Quesada Garland sostiene el logotipo de El Comercio junto a Aurelio Miró Quesada Sosa y Enrique Miró Quesada Laos. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)

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