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Presencia de partidos políticos

La unidad minera se ubica entre cuatro distritos de Apurímac: Challhuahuacho, Tambobamba, Coyllurqui y Progreso. Se trata de cuatro distritos en los que, en las últimas elecciones regionales y municipales, la suma del ausentismo, votos nulos y en blanco superó el 30%.

Apurímac cuenta con 78 distritos, y en 56 de estos la desafección política superó a los votos obtenidos por la autoridad que hoy ocupa el sillón municipal. Los cuatro distritos de Las Bambas forman parte de los 42 donde la suma de ausentes, viciados y blancos sobrepasa el 30%. En otros cuatro casos extremos, la desafección alcanza el 40%.

El politólogo José Luis Incio explica que la situación de Apurímac se repite en otras regiones. En promedio, un alcalde distrital en el Perú gana con el 29% de los votos. “Está ganando la primera minoría. Si agrupamos el voto nulo, el voto en blanco y el ausentismo, vemos que es sintomático en todo el Perú. Eso debilita la posición que los alcaldes puedan tener para convocar o representar posiciones en conflictos como el de Las Bambas”, explica.

— Fachadas partidarias —
Incio resume las razones de la desafección en el poco enraizamiento que logran los partidos políticos en regiones. Tal como mostró hace unos días este Diario, existe una falsa idea de resurgimiento de los partidos, y para Incio lo que pasa es que “funcionan como fachada”.

En y Tambobamba, zona de influencia de Las Bambas, los actuales alcaldes fueron elegidos por . Ambos postularon en las anteriores elecciones con movimientos regionales.

“Pareciera que la presencia de Somos Perú aumentara, pero si ves su militancia pasada, te das cuenta de que la relación con el partido es bastante nula. Somos Perú tendría que canalizar los reclamos y tener varios líderes del partido hablando sobre el tema y hacer política con el partido. Pero eso no sucede”, sostiene el politólogo.

El analista Darío Pedraglio coincide en que la desafección política en regiones tiene que ver con las organizaciones. En el interior, los partidos siguen optando por la dinámica de sumar en sus listas a personalidades con capital político propio.

“Esto afecta la relación con la ciudadanía en los distintos niveles de gobierno. Incluso si tienen a un alcalde y gobernador del mismo partido, no te garantiza que los una la misma ideología y tengan un alto nivel de organización. En la mayoría de casos, se trata de independientes que debido a un capital individual lograron una elección, y una vez en el poder cada quien vela por sus intereses”, explica Pedraglio.

De los 78 distritos de Apurímac, 45 se reparten entre ocho partidos, y los 33 restantes entre dos movimientos regionales (Kallpa y Llankasun Kuska).

Alianza para el Progreso, que suma veinte alcaldes en la región, no ha emitido pronunciamiento alguno. Tampoco Somos Perú o el Frente Amplio han tenido un accionar mayor –salvo las declaraciones de algunos congresistas–, pese a que se reparten las autoridades en los cuatros distritos donde tiene influencia Las Bambas.

Incio resalta el caso de APP, que tuvo candidatos en casi todas las municipalidades de Apurímac. “No logra consolidar la posición del partido. Da una buena etiqueta partidaria para que los políticos locales puedan sumarse, pero al no tener una posición clara internamente, pueden estar fragmentados. Y esto tiene que ver con la estructura de partidos sin ideología, que reclutan a personajes no tan cercanos a su ideario, pero con chances de ganar. Esto crea disociación en el mismo partido”, añade.

— Dislocación —
Otra falencia, según coinciden los politólogos consultados, es la poca representatividad de los partidos a través de sus congresistas.

“Tenemos que la desafección fue mayor que los votos que obtuvieron las autoridades que hoy representan y sirven como interlocutores. Esto se repite con los congresistas, y entonces tienes autoridades que deben fungir como interlocutores, pero que no tienen legitimidad a la hora del diálogo. Estás ante un panorama donde los que gobiernan carecen de representación”, sostiene Pedraglio.

Para el analista de la consultora política 50+1, este escenario no hace más que dificultar el diálogo en situaciones de conflicto social como el de Las Bambas. Por ello siempre se termina requiriendo actores externos como la Iglesia.

Incio sostiene que el problema se debe a que la representación del Congreso no integra a la política subnacional. Fuerza Popular, la mayor representación en el Parlamento, tiene un integrante de Apurímac (Dalmiro Palomino) y en las elecciones del 2018 solo tuvo un candidato distrital en todo Apurímac. Es en el enraizamiento subnacional donde los partidos pierden fuerza.

“El congresista de Fuerza Popular va a ir a Apurímac y no va a encontrar autoridades subnacionales, no tiene ese camino partidario para atender los reclamos de la ciudadanía. Esa dislocación entre autoridades nacionales y regionales los vuelve como una torta helada, son capas que se tocan pero no se mezclan”, dice Incio.

Un estudio elaborado por Incio muestra que la década de 1980 fue el único momento en que se puede hablar de un enraizamiento de los partidos a escala subnacional, y 1983 fue un año clave. Sin embargo, la articulación se volvió inconexa en los siguientes años, sobre todo en la década de 1990.

Una recuperación parcial, según el mismo estudio, se dio en el período 2002-2014, pero debido a la participación “medular” de los movimientos regionales que han ido desplazando a los partidos políticos.