A la ‘ppkbancada’ le pasó algo muy feo: se arruinó su presidente a la mitad de su mandato, el líder cuyo nombre llevaban en vano, pues apenas los recordó en su agonía política. Para colmo, las preciosas horas que demoró en renunciar cuando todo gritaba “vacancia” alrededor costaron tres sensibles bajas: Gino Costa, Alberto de Belaunde y Vicente Zeballos.
Los cuyes quedaron como en tómbola, sin saber en qué cajita meterse. Así, pasmados, vieron la sucesión de Vizcarra, a quien varios habían –uyuyuy– acusado de desleal. Y el nuevo presidente les respondió con la misma moneda, alardeando en pleno mensaje a la nación que no conservaría a ninguno de ellos en su Gabinete. Su primer ministro, César Villanueva, los remató diciendo que los ex ministros ppkausas no se ensuciaban los zapatos. Todavía no se lo perdonan.
Luego Vizcarra les dio palo y zanahoria. Los convocó a Palacio para contarles de qué iba la cosa y tenerlos de escuderos, pero –este fue el palo– enroló solo a uno al Gabinete: Salvador Heresi al Minjus, al menos ppkausa entre los ppkausas, quien tiene una cuenta pendiente con PPK desde la fundación del partido.
Gilbert Violeta, el presidente del partido PpK, la vicepresidenta Meche Araoz, los ex ministros Carlos Bruce y Ana María Choquehuanca, además de parlamentarios como Juan Sheput y Guido Lombardi limaron asperezas con el nuevo gobierno y se fajaron por algunas de sus causas. Pero resulta que Vizcarra no los convocaba para oírlos, sino para comunicarles decisiones y hechos consumados. Así fue con el referéndum, con la cuestión de confianza y, luego, con su cambio de opinión en la pregunta sobre la bicameralidad. Y ellos se habían sacado el ancho para llegar, junto a los fujimoristas, al ‘deadline’ del referéndum el 4 de octubre.
Pedro Olaechea no esperó a que todo eso sucediese y dijo adiós en junio. En malas migas con el nuevo tono confrontacional del gobierno, prefirió ser un no agrupado.
—Cabezas calientes—
Heresi, como era previsible, no fue un factor de cohesión oficialista en la bancada. Ni cuando ministro ni tras su renuncia en julio a pedido del presidente, luego de un audio en el que se mostró afectuoso con el ex juez César Hinostroza. Heresi se tragó, sin chistar, el tremendo sapo de ser zarandeado por un presidente que no quería al Gabinete salpicado ni de oídas por el gran escándalo. Pero no se quiso tragar que su colega de bancada y de partido Gilbert Violeta diera a entender que lo disciplinarían.
Enervado, Heresi tuiteó contra la bancada y, en especial, contra Guido Lombardi, que había pedido abiertamente que se lo investigara, y contra Juan Sheput, que –en su calentura– lo percibió insolidario. Disparó los tuits desde el extranjero, donde estaba con licencia médica. Tras unas semanas, regresó en son de paz.
No fue, pues, Heresi, sino otros congresistas y otros hechos los que provocaron las siguientes bajas. Primero Lombardi. ¿Por qué? No estaba contento desde que se fueron sus amigos Costa y De Belaunde. A eso se sumó el incidente con Heresi, pero fue el espiral de desorientación de las últimas semanas lo que lo exasperó. El ex portavoz Violeta, me dice más de un ppkausa, no informaba de todo lo que aparentemente recogía en Palacio. Además, tomó la polémica decisión de apoyar el proyecto que el 31 de octubre presentó la bancada aprista estableciendo que los partidos no puedan ser considerados organizaciones criminales (más allá del deseo oscuro de sustraer a los partidos de la severidad judicial, sería un saludo a la bandera, pues fiscales y jueces no dicen que estos lo sean, sino que en su interior puede operar el crimen).
El apoyo de Violeta a ese proyecto provocó una áspera discusión con Patricia Donayre, que según unos incluyó un “cállate, cojuda” (él lo niega y admite un “no jodas”). Donayre, indignadísima, buscó el respaldo de su bancada, que, entre displicente y fastidiada por debatir semejantes asuntos, la dejó insatisfecha. Sin embargo, no fue ella la siguiente en renunciar. Se le adelantaron dos.
Lombardi ya tenía su carta firmada días atrás y solo esperaba decírselo al presidente, cosa que ocurrió el viernes pasado. Ese mismo día, Meche Araoz votó, discrepando con la bancada entera, contra la cuestión previa que pedía incluir a Alan García y a Keiko Fujimori en la lista negra del informe de la Comisión Lava Jato. El incidente con Donayre más esta discrepancia ya eran llover sobre mojado para Lombardi.
El siguiente adiós se produjo en medio de un chat febril de la bancada al día siguiente de la baja de Guido. Resulta que el arequipeño Sergio Dávila criticó, en una entrevista en Exitosa, a la vicepresidenta por no alinearse con la lucha anticorrupción del gobierno. Araoz, muy molesta, lo emplazó en el chat, aclarándole que votó como votó porque creía en el debido proceso. Dávila trató de excusarse, pero ella siguió reprochándolo. En medio de esa discusión, Heresi intervino para decir que esa era una prueba más de lo descoordinados que andaban, ¡y les dijo que renunciaba!
Cuando pedí su versión, Heresi la confirmó a grandes rasgos. También se la pedí a Dávila y minimizó el incidente. Iba a seguir recabando versiones, pero una fuente me permitió leer partes del chat, que son de interés público, pues se ventila una votación sensible para la lucha anticorrupción y la composición de una bancada. Confirmé lo que les conté. Es más, luego de la intervención de Heresi, Dávila escribió que evaluaría irse. Sin embargo, tras la renuncia de Violeta a la vocería y su reemplazo por Jorge Meléndez de titular y Ana María Choquehuanca de alterna, en reunión del martes lograron un nuevo equilibrio entre el bloque de cinco del partido (Violeta, Meléndez, Carlos Oliva, Clemente Flores y Janet Sánchez) y los seis invitados que quedan (Araoz, Bruce, Sheput, Choquehuanca, Dávila y Moisés Guía).
—¿Y el partido?—
Peruanos por el Kambio sí es la bronca de Heresi y Violeta, con duros lances del primero y aparente repliegue del segundo. Justo cuando lo llamé, Gilbert me contó que iba camino a casa de PPK, el presidente con licencia, a hacer efectiva su renuncia como vicepresidente encargado por PPK, de presidir el partido. Me dijo que le adelantó algo por teléfono y el veterano ve con cierto entusiasmo –le sobra tiempo– la posibilidad de ejercer lo que nunca ejerció a plenitud. He leído los estatutos del partido y veo que, en efecto, Salvador tendría que pasar por el enojoso trámite de negociar con PPK si quiere tomar las riendas del partido de cara al 2021.
Heresi aún tiene que empaparse de los intríngulis de un partido en el que no anduvo muy activo en los últimos tiempos, y Gilbert se concentrará –me lo dijo cuando le empecé a enumerar denuncias que reflotan sobre el manejo de los cupos que pagaban los candidatos y la suspicacia de que José Cavassa fue enrolado para ayudarlo a pelear por su curul– en defenderse de los cuestionamientos de su empoderado paso por el partido. Me dijo que, por ahora, no quería pisar palitos respondiendo cargos a medias y que si alguien tenía una denuncia contundente, que la hiciera ante el Ministerio Público. La guerra por el partido que en próximo congreso de fecha incierta quizá cambie de nombre recién ha comenzado.