Tomamos prestado el título de la novela de José Antonio Bravo, que obtuvo el premio nacional en este género en 1973. De lenguaje costumbrista y con mucha jerga, Bravo relata el ingreso a la adolescencia de un limeño del distrito de Chorrillos. Pandillas y bandas son el nudo de una Lima de los años cincuenta y sesenta donde la violencia aparece con fuerza.
Evidentemente es un pálido reflejo de nuestra realidad actual, inundada de sicariato juvenil, que parece toleramos, y de asesinatos por encargo vía Internet, la verdad nada caros, teniendo en cuenta lo aberrante de semejante acto. En medio de este panorama tan penoso, la virulencia y el insulto en la vida política parecen haber cobrado un impulso peligroso.
Cuando el presidente –quien representa a la nación, formada por todos nosotros los peruanos– espeta que “el fujimorismo nació de una cloaca” no solo insulta a un movimiento político, sino a quienes votaron por el partido naranja en las últimas elecciones. Debería recordar el mandatario que ganó por una diferencia de 400 mil votos aproximadamente y que en el Perú –hasta en política– quien no tiene de inga tiene de mandinga.
Nadie es mejor porque es humalista y peor por ser fujimorista, ni viceversa. Más allá de requerirse un Manual de Carreño para la vida política peruana, el presidente Humala tiene un lenguaje fuerte y según sus adláteres lo único que hace es responder a los calificativos de sacolargo, pisado o cachaco mediocre como lo denominó nuestra amiga Martha Hildebrandt.
Pero en el pasivo lingüístico del presidente figura además aquello de cabrón al ex mandatario Alan García, también el más benigno, pero término ofensivo, de panzón. El analista Carlos Meléndez ha subrayado la poca comprensión que Ollanta Humala tiene de la política, atribuyéndola a su formación militar. Cree que conversar con otros grupos políticos es rebajarse cuando constituye la esencia de la democracia.
El campechano y bien ‘rankeado’ ministro del Interior, Daniel Urresti, sigue los pasos presidenciales respecto al verbo agraviante. Ante las observaciones de este Diario de que los policías del grupo Terna no están suficientemente capacitados, cosa que preocupa, se despachó en público en contra de sus propietarios: “Hay gente que la ha tenido fácil y que en base a herencias ha logrado lo que tiene y no ha pasado por el miedo o las necesidades. No nos debemos a estos señoritos [bien a lo Velasco]. Poco me interesa lo que diga el dueño de una gran cantidad de medios…”.
Soslaya este espontáneo ministro que los periodistas o empleados somos quienes generamos las noticias investigando con rigor cada tema. Si así viene la mano para las próximas elecciones, un escenario lleno de virulencia, agravios y sobre todo animosidad, estamos bien fregados como país.
Ya en la anterior campaña el odio en la política fue estridente en exceso y lo peor es que se ha seguido azuzando en este gobierno. La palabra ‘cacaseno’ (necio) anteriormente escuchada es rosada y dulce frente a la excrementicia cloaca.