El presidente Ollanta Humala ha calificado la investigación fiscal que se ha abierto contra su esposa, Nadine Heredia, como un “mamarracho”. Quizá tenga razón, pero ¿es razonable usar ese lenguaje?
En este gobierno las autoridades suelen responder ante tal tipo de cuestión con recurso al derecho. El presidente tiene derecho a decir “mamarracho”. ¿Pero es correcto y prudente recurrir a un lenguaje tan informal?
El señor Humala suele quejarse de los contenidos de la televisión de señal abierta. ¿Su lenguaje es el mejor ejemplo de civismo y ciudadanía?
Mamarracho es algo muy mal hecho, producto de la improvisación. ¿Por qué el presidente no dice sobre el informe fiscal que “está mal hecho”?
Sobre el fiscal, el mandatario ha preguntado: “¿Qué le pasa a este señor? ¿Está loco?”.
El presidente debe recuperar su investidura. No es un candidato placero o un columnista desaforado o un tuitero cualquiera. Es el jefe del Estado.
Parte del Estado es el Ministerio Público y, por supuesto, el principio de la separación de poderes. Al presidente le corresponde respetar la independencia de los poderes.
Respetar no solo es acatar. Es, también, conservar las formas.
Mucha gente puede estar de acuerdo con el presidente Humala sobre esta reapertura de investigación. ¿El presidente quiere decirles a ellos que la forma de expresar ese desacuerdo es la belicosidad?
Si fuera así, en poco tiempo tendríamos a unas y otras autoridades diciéndose “loco”, “mamarracho” y demás. Y por supuesto, en poco tiempo, la lucha de frases elevaría su nivel. En no mucho tiempo se llegaría al insulto, y demás.
Esa no es la vía de la civilidad. No es la forma en que debe expresarse una autoridad, sobre todo la que representa a la Nación.
Para los insultos y las agresiones verbales, suficiente con el señor Daniel Urresti. Él ya se ha inscrito en el partido de Gobierno. Y anuncia que recorrerá las provincias para dar publicidad a las obras del Gobierno.
Los furores presidenciales pueden canalizarse por esa vía. El señor Urresti bajó al llano y ahora sí puede disparar su metralleta de agravios y agresiones. Él ya no tiene la limitación de ninguna investidura.
El presidente, sin embargo, todavía no ha dejado de ser presidente. Si tiene quejas sobre un procedimiento en la fiscalía o en el Poder Judicial, o cualquier otro, debe usar los canales formales para la queja.
La autoridad no viene del desplante o del extremismo verbal. La autoridad la tiene siempre quien domina su propia situación.
La alharaca, más bien, suele delatar a quien no se siente seguro de su condición. Esperamos que este no sea el caso del presidente Humala. Sería penoso para él y lamentable para el país.
El señor Humala, quiéralo o no, tiene todavía más de un año para gobernar. Hacemos votos para que en ese tiempo recupere la ecuanimidad.
El respeto a la separación de poderes es la clave de la democracia. Y las formas, en la democracia, son parte del contenido esencial de la institucionalidad.