Fernando Vivas

Saca pecho en el mismo despacho en el que Rosa Bartra ensayó el tono preciso para ser vocera de la institucionalidad naranja. Si a Rosa se la veía nerviosa pero muy articulada, a su sucesor no se lo ve nervioso, pero no es muy suelto de palabras. Le molesta la corbata. “Tengo el cuello muy grande”, me advierte, y se lo ve tan ‘encogotado’ en la camisa, que podría decirse que no tiene cuello, lo que le da un tono más grave a su poco floro.

Quiero desentrañar el misterio de su encargo. ¿Lo agarró de sorpresa o venía trabajando esto con persistencia? “Quiero ser honesto, fue un poco de sorpresa, no esperaba ser propuesto. Lo haré con toda responsabilidad, así como lo hice en la Comisión de Producción”. Ah, claro, es un congresista regional, abogado cauto y, al parecer, habilidoso conocedor de los trances de las pequeñas inversiones provincianas, oriundo de la pequeña región estelar de los últimos tiempos. No tendrá cuello, pero sí buena base para la política.

El vicepresidente Martín Vizcarra viene de Moquegua y el nuevo portavoz ppkausa, Vicente Zeballos, también. ¿Un complot moqueguano? Mantilla se relaja y ríe: “Una coincidencia histórica que probablemente no se vuelva a repetir. Lo bueno es que entre los tres, más allá de diferencias políticas, no hay rencillas”. Esta última acotación me sorprende porque tengo registradas pullas suyas contra Vizcarra. “Amigos, amigos, [silencio] no somos. Ellos son de Moquegua y yo soy del puerto de Ilo. Era necesario tocarlo [a Vizcarra] cuando pidieron el voto de confianza, pero se volteó la página y seguimos trabajando”.

Mantilla fue enrolado en el 2014 como asesor jurídico en el gobierno regional de Jaime Rodríguez, el sucesor del gobernador Vizcarra. De ahí que el actual vicepresidente lo sindicara como uno de los autores del fuego graneado que recibió de los fujimoristas en campaña. Pero, como dice Mantilla, la página está volteada. Y me asegura que Rodríguez no apoyó su candidatura al Congreso.

¿Y cómo se hizo naranja? “Siempre he simpatizado con el fujimorismo, pero no he sido militante”. ¿Lo es ahora? “No, pero está abierta la posibilidad”. ¿Conoce a Alberto Fujimori? “Sí, lo he visitado dos o tres veces en la Diroes. Lo conocí cuando era presidente y fue a Ilo a crear un eje sur, con la zona franca de Tacna. Fue con Paz Zamora [el presidente de Bolivia], a firmar el convenio”. Para Mantilla, su Ilo natal siempre jala la madeja y nos enredamos charlando sobre el sueño perdido de Boliviamar a pocos kilómetros del puerto y del extraordinario y casi por nadie ponderado museo Chiribaya.

Vuelvo a la naranja. Tiene que decirme si su confesado albertismo no interfiere con su obligado keikismo. “Lo tenemos claro. Keiko ya ha señalado que no va a repetir los errores del pasado y va a rescatar las cosas buenas. Los gobiernos se preocupan por las grandes ciudades, pero no por el Perú profundo. Por ejemplo, ella se preocupa por microempresas en lugares altos y apartados, con poco acceso al agua”.

He ahí el discurso a la vez práctico e idealizado del agua y la sierra verde, del que también participa el gobierno, aunque sin mucho énfasis. Más acento le pone Kenji Fujimori, agrónomo como papá Alberto. ¿Se avecinan mayores discrepancias entre Keiko y Kenji? “Él ha dicho que no va a postular en el 2021 y que la candidata es Keiko. Como político, debe respetar su palabra. Si bien es cierto que ha estado declarando distinto a la bancada, debe ser por la posición distinta que tiene respecto a la libertad de su papá. Keiko piensa que no debe involucrarse el partido, Kenji sí quiere que se involucre”. Me ahorro la repregunta. Mantilla, primero de la segunda fila, está alineado con su lideresa.

—Mucho abogado—
El vice del Congreso sí es moqueguano de nacimiento, a diferencia de Vizcarra. Hizo la primaria y la secundaria en Ilo y fue a estudiar derecho a la metrópoli de la zona, Arequipa. Se tituló en la Universidad Católica de Santa María e hizo una maestría en derecho comercial en la Universidad Privada de Tacna. Ha ejercido 26 años en Ilo, pero sus casos lo han llevado a otras ciudades. También fue juez por unas temporadas y así se ganó el único feo antecedente que consignó en su hoja de vida: Una denuncia por prevaricato. Se la comento. “Por la carga procesal, tantos papeles por firmar; firmé un oficio [de un caso] en el que yo había sido abogado. Abrieron un proceso que ya quedó archivado”. Que un juez decida en una causa en la que antes fue abogado, se conoce como ‘prevaricato impropio’, y Mantilla dice que incurrió en esa figura sin percatarse.

La política demoró en entrar en su vida. Ni siquiera lo hizo en la universidad. “Nunca he simpatizado con la línea de izquierda. Siempre he estado en términos medios. Nunca me he involucrado en un partido, esta es la primera vez”. Pero quiso ser alcalde de Ilo. “Postulé con un movimiento independiente, no gané. Antes quise ser regidor; por unos cuantos votos no llegué a alcanzar un cupo”.

Pues ahora es el primer vicepresidente del segundo poder del Estado, primero en la segunda fila; y su despacho recibe todos los proyectos de leyes y los clasifica por comisiones. Esa es la chamba de su asesora de perfil alto y bullanguero, Martha Chávez. “Nos apoya con la gran experiencia que tiene, nos ayuda a revisar todos los proyectos”.

Cuando preguntas qué quiere legislar, lo primero que dispara es un megapuerto para Ilo. Y le jalan los dilemas jurídicos. Zanjamos con uno: en su campaña propuso la no reelección de congresistas. Me parece –se lo digo– populismo electoral. “Una cosa es ser candidato y otra parlamentario. Podría haber una reelección hasta por un período”. Celebro que modere su posición. “Hay que ser hidalgo. Una cosa es estar afuera, una cosa es estar adentro. Hay cosas que me gustaría terminar, que se frustran”.

Se anima a hablar de los dilemas jurídicos del momento. Está a favor del voto preferencial y de la bicameralidad. ¿Y de la total transparencia de las campañas, de la propuesta para que los candidatos levanten sus secretos bancario y tributario? “Voy a ser sincero. Antes pensaba que el Estado no debiera financiar los partidos; pero he visto que los aportes [privados] condicionan a compromisos. Mejor que se reciba apoyo del Estado. Respecto a liberar nuestro secreto, no comparto esa opinión, porque representa un riesgo en nuestra seguridad y tenemos derecho a la igualdad a pesar de ser funcionarios”. Algo me dice, que este tema va a crecer al punto que Mantilla y otros de sus colegas cambiarán, sanamente, de posición.

Respecto al proyecto para crear una procuraduría autónoma, plantea un matiz conciliador: que solo los procuradores anticorrupción tengan autonomía que les permita acusar a funcionarios; los demás, que sean abogados obedientes a sus jefes estatales. También quiere ser conciliador respecto a la ley antitransfuguismo: espera que el TC, antes que rechazarla, corrija aquellos puntos en los que podría estar vulnerando derechos individuales de los parlamentarios.

Mala noticia para lectores liberales: es conservador y no está de acuerdo ni con el derecho de gays a heredar a sus parejas. Pero promete debatirlo y pensarlo. Como muchos políticos que recién irrumpen, su perfil está aún en construcción.

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