Ariana Lira Delcore

Quince minutos y 23 segundos. Ese fue el tiempo que duró el primer discurso de como presidente de la República, el 23 de marzo del 2018, durante la ceremonia de toma de mando. Sus dos predecesores inmediatos se habían tomado un promedio de 44.5 minutos para inaugurar su mandato. Hoy, lunes, se cumplen 2 años desde entonces.

Aunque bastante menos enérgico que en los meses posteriores, ya en su primer mensaje a la nación el nuevo presidente introdujo dos temas que –quizás sin él mismo saberlo- acompañarían su discurso el resto de su mandato: la lucha anticorrupción y una necesidad de renovación. “Llegó el momento de decir ‘basta’”, dijo antes de anunciar –entre aplausos en el hemiciclo- que su primer gabinete sería completamente nuevo.

Para ese entonces, la estrategia comunicacional de Vizcarra no tomaba, todavía, forma. De hecho, hubo un momento, al principio de su aventura presidencial, en la que era percibido como blando y hasta complaciente con el movimiento de Keiko Fujimori. Colocarse al otro lado del tablero fue, precisamente, lo que definiría su retórica presidencial.

El primer enfrentamiento se dio en un contexto en el que un proyecto de ley para que la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) supervisara a las cooperativas de ahorro y crédito corría el riesgo de ser vetada en el Legislativo.

El Congreso de la República debe dar señales claras al país, que el Poder Legislativo forma parte de esta lucha contra la corrupción, por lo que les exhortamos a aprobar, antes del fin de la presente legislatura, el mecanismo de supervisión y control efectiva e inmediata a las cooperativas” escribió en su cuenta de Twitter.

Vizcarra respaldó la ley y se enfrentó al Congreso en pos de una declarada lucha contra la corrupción. Solo días después, llamó -también en Twitter- “ley mordaza” a la norma propuesta por Mauricio Mulder, que prohibía la publicidad estatal en medios de comunicación privados.

Según narra la periodista Rafaella León en su libro ‘Vizcarra, un poder en construcción’, los asesores palaciegos “ya habían emprendido un giro de comunicación aprovechando ambos hitos como espacios que le fueron permitiendo reconfigurar la estrategia de Gobierno”.

El enemigo se personificó también –a raíz de los audios del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM)- en ‘Los cuellos blancos del puerto’. “Los primeros meses Vizcarra era un presidente percibido como anodino. Cuando empieza el tema de la corrupción, él comienza a tomar una posición. Y esa posición de lucha contra la corrupción es la que empatiza con la población, que ya estaba hastiada”, explica la periodista y analista política Mabel Huertas.

Pese a la retórica de enfrentamiento, 59% de peruanos considera que Vizcarra es concertador y dialogante, frente a un 31% que lo considera autoritario y que impone sus ideas, según una encuesta realizada por El Comercio-Ipsos, los días 11 y 12 de marzo. “Mi impresión es que, para la percepción de muchos, Vizcarra se ha enfrentado a los considerados como autoritarios, entonces se le ve como alguien contrario a ellos”, interpreta el politólogo Eduardo Dargent.

Palabras de más

Pero a pesar al discurso popular, Vizcarra ha protagonizado, también, episodios de torpeza política. Uno de los más polémicos, quizás, ocurrió en junio del 2018, tras el feminicidio de Eyvi Ágreda, hecho que el presidente calificó como “designios de la vida y hay que aceptarlos”.

Según el libro de León, tras ese episodio, los asesores presidenciales coincidieron en que la sobreexposición mediática había comenzado a ser “un problema para Vizcarra”. Hace solo unas semanas, el presidente dijo que había que “evaluar” la alternativa de implementar la pena de muerte, para luego, tras la controversia generada por sus declaraciones, dar marcha atrás.

Actúa, luego ajusta

Lo cierto es que parte del estilo del presidente consiste en actuar sobre la marcha. En su libro, León describe esta conducta como un “impulso de solucionar primero y revisar después”. Algunos ejemplos son las propuestas de la reforma política, que en el camino se vio obligado a ajustar tras señalarse defectos, o el anuncio de cuarentena que dejó una infinidad de dudas en la población que fueron resolviéndose durante los días siguientes. “Vizcarra toma decisiones y después va corrigiendo y retractándose. Pero el impacto inicial de sus mensajes siempre es fuerte”, interpreta Mabel Huertas.

A pesar de esto, 60% de encuestados cree que Vizcarra es una persona que reacciona tarde a los problemas. Esta cifra, sin embargo, podría reducirse, dado que la encuesta fue realizada antes de anunciar las medidas de emergencia por el coronavirus. Lo mismo con la percepción de capacidad del presidente: 60% lo considera una persona capaz y competente para el cargo, mientras que 32% piensa lo contrario.

Gobernar desde la desconfianza

Martín Vizcarra ha tenido, hasta ahora, un gobierno de ministros efímeros. Según informó este Diario a mediados de febrero, el presidente pierde, en promedio, un ministro cada 20 días. Con algunas excepciones –como la prolongada presencia en el gabinete de su amigo de larga data, Edmer Trujillo, a pesar de los cuestionamientos en su contra-, el presidente no ha tenido reparos en cambiar a sus jefes de cartera apenas se ha asomado una denuncia que amenaza con manchar su gobierno. Esto sin asumir responsabilidad política.

Él hace como que nunca sabe lo que pasa a su alrededor, castiga a la cabeza del sector que se equivoca y, con eso, pretende que las aguas se calmen otra vez”, dice Huertas.

El presidente, por el contrario, ha sabido aprovechar las medidas populares tomadas por los miembros de su gabinete como, por ejemplo, cuando se presentó junto al ministro del Interior, Carlos Morán, durante una expulsión de venezolanos que habían omitido información sobre sus antecedentes policiales.

Ahora, en tiempos de crisis por el coronavirus, esta falta de brillo ministerial se hizo aún más evidente, desde que el mismo Vizcarra fue quien anunció el primer caso de infección en el Perú, al costado de una ministra de Salud a la que la cámara casi no ponchó. Desde entonces, todos los días a mediodía, ha sido él quien ha dirigido las conferencias de prensa para informar sobre la situación actual.

Martín Vizcarra es el único vocero de su gobierno. “Por alguna razón pensaba que debía hablar y responder de todo ante primer micrófono que viera al frente, anulando en paralelo la visibilidad que se le reclamaba a sus ministros, a los que pronto se les criticó por ‘ausentes’ o ‘ineficientes’”, se lee en el libro de Rafaella León. La periodista, además, recuerda cómo ha ocurrido que, mientras Vizcarra ha registrado niveles de aprobación sumamente altos, su gobierno ha tenido una “abismalmente baja”.

Creo que es una persona que ha aprendido a gobernar desde la desconfianza, tiene un círculo de confianza muy pequeño. Prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer”, señala Dargent, quien cree, además, que el presidente ha perdido oportunidades para construir un gabinete más potente durante sus picos de popularidad.

Por otro lado, a la opacidad ministerial se suma la falta de bancada en el Congreso, que Vizcarra no tuvo en el Parlamento disuelto y no tendrá, tampoco, en el nuevo. Mabel Huertas cree que el gobierno en solitario es, en cierta medida, una ventaja para Vizcarra. “No tener operadores políticos significa también no tener ‘mochila’, no tener pasivos. Eso ayuda a mantener su imagen de que supuestamente es ‘impoluto’”, sostiene.

Al compás de la aprobación

Es, precisamente, esta falta de operadores políticos lo que hizo que Vizcarra encuentre su legitimidad en una fuente ajena al poder: la calle. Para ello, Vizcarra ha enarbolado banderas con un abrumador respaldo popular, como lo fueron el referéndum, la reforma política y el adelanto de elecciones.

No es casualidad, en este escenario, que la constante invocación al ‘pueblo’ se haya convertido en una de las características más llamativas de la retórica vizcarrista. “No nos van a ganar porque estamos en el lado correcto, estamos al lado del pueblo, que es honesto. En el pueblo nos apoyamos, al pueblo se le escucha y al pueblo se le respeta”, dijo, por ejemplo, en agosto del 2019, previo al referéndum. Las encuestas reflejan el éxito de la retórica: 58% cree que Vizcarra es cercano al pueblo. 35%, por el contrario, lo considera lejano.

La estrategia de Vizcarra coquetea con el populismo, toma decisiones que lo mantengan en la aceptación popular para poder terminar con tranquilidad este gobierno. Al no tener bancada ni operadores, él necesita mantener a gusto a la población, que es la ola que lo va a ayudar a terminar su gobierno. Por eso anuncia medidas que impactan directamente en la población, como el tema de las medicinas genéricas, el sueldo mínimo, la expulsión de venezolanos”, explica Huertas.

Dargent no cree que debe calificarse a Vizcarra como populista, aunque reconoce que ha sabido tomar decisiones para mantener su popularidad en alto.

Yo creo que es abusivo decirle populista. No ejerce el poder encima de reglas e instituciones. Pero lo que percibe la gente es que sí ha sido una persona que ha olfateado mucho su popularidad, por ejemplo, con esta capacidad de sacar ministros rápido, que con otros presidentes no se daba. Es una persona que, por su debilidad en el Congreso, ha tenido que estar muy atento a la popularidad”, afirma.

Pese a su alta aprobación, las opiniones sobre los motivos detrás de las medidas de Vizcarra están divididas: mientras que 42% opina que es populista y toma decisiones para buscar el apoyo popular, 47% cree que toma decisiones siguiendo un criterio técnico.

Docencia presidencial

“Se ha visto obras de construcción que quieren continuar a escondidas. ¿A quién engañan? ¿A las autoridades? ¿O a ustedes mismos?”, dijo el presidente Vizcarra en la conferencia de prensa del último martes. Un ejemplo del lenguaje sencillo y cercano que caracteriza el discurso vizcarrista. Lenguaje que además, según Huertas, funciona para llegar a la población. “Su discurso no es el de un estadista que utiliza palabras complicadas, su lenguaje es muy cotidiano. Eso es un plus, porque es muy digerible para las personas”, comenta.

Para Dargent, la emergencia sanitaria ha acentuado un estilo, más bien, didáctico. “Creo que la cuarentena ha mostrado un Vizcarra muy distinto. Un referente didáctico y educativo, porque no es político de balcón, ni un político de gestos de la calle. Este formato de enseñar, de casi profesor, de felicitar los valores, ha mostrado un Vizcarra nuevo”, señala.

Con un formato de conferencias diarias a raíz de la emergencia sanitaria y un Congreso recién instalado, cuál será la evolución del estilo comunicacional del presidente Vizcarra está por verse.

FICHA TÉCNICA

​Encuesta nacional urbano-rural realizada del 11 al 12 de marzo del 2020, con una muestra de 1.173 entrevistados, hombres y mujeres de 18 años a más. Margen de error: +/- 2,81%. Nivel de confianza: 95%.