El debate no debería detenerse. Por el contrario, sería de utilidad agregarle un enfoque que salga del laboratorio y aterrice en la realidad territorial, sobre todo en el ámbito regional, que alberga dos tercios del electorado nacional. (Ilustración: GEC)
El debate no debería detenerse. Por el contrario, sería de utilidad agregarle un enfoque que salga del laboratorio y aterrice en la realidad territorial, sobre todo en el ámbito regional, que alberga dos tercios del electorado nacional. (Ilustración: GEC)
José Carlos Requena

En seis meses, el país renovará su liderazgo político. marcarán el inicio de la renovación que se consumará el 28 de julio, cuando el Perú llegue a su . ¿Qué tipo de cambio será el que se experimentará? Difícil saberlo. Pero es claro que tocará despejarse de prejuicios y animadversiones, muy presentes en los últimos años, y actuar con madurez.

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Al hacerlo, es necesario tener algunas consideraciones. Para empezar, es evidente que el surgimiento de un ‘outsider’ está medianamente contenido por esta renovación sin cambios que constituyen los rostros de los nuevos militantes de la veintena de partidos políticos peruanos: personajes con figuración en la agenda pública que no constituyen realmente una novedad. (“Trome”, 4/10/2020), pero es difícil hallarla en los recorridos nombres que pueblan las listas de intenciones de voto.

Tampoco se ve en el horizonte un mensaje que sea coherente con (Foco Económico, 3/7/2020). Todas las elecciones del nuevo milenio han marcado algún ajuste al modelo imperante (el “cambio responsable” de García" o la “inclusión social” de Humala), con una apuesta menos clara en la más reciente, en la que la polarización reemplazó al arreglo. Hoy, en cambio –y a pesar de que la economía recibe un mayor peso desde el frente político–, es aún poco claro qué mensaje marcará la campaña del extraño verano del 2021.

Las expectativas suscitadas en torno a la reforma política tampoco fueron satisfechas, en gran parte por la apatía con se recibieron los cambios en el Parlamento. Resultaba poco realista aspirar a que actores recién llegados hicieran suyas reformas en las que poco o nada tuvieron que ver. El debate no debería detenerse. Por el contrario, sería de utilidad agregarle un enfoque que salga del laboratorio y aterrice en la realidad territorial, sobre todo en el ámbito regional, que alberga dos tercios del electorado nacional.

Finalmente, es muy probable que la fragmentación que se ve hoy en el Parlamento se repita en el que se instale en julio del 2021. Con las actuales disposiciones que hacen menos atractivas las alianzas y los reparos que implican las condiciones en que se arriban a estas, lo más probable es que se tenga un número abultado de bancadas. Ello demandará un ánimo dialogante para poder llegar a acuerdos que son posibles cuando se llega a la mesa con buena voluntad y empeño.

El nuevo escenario político abre espacio a numerosas incertidumbres. Por ello, el rol de los actores experimentados será fundamental para poder llegar a buen puerto. Como desde el 2018 se viene rifando el poco capital político con que el país contaba, será necesaria una mayor dosis de madurez no solo del electorado, sino también de las fuentes de influencia que los políticos ven con atención: medios, sociedad civil, iglesias, gremios, academia.

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