Se atribuye al jefe de Gobierno francés Georges Clemenceau la frase “la guerra es un asunto demasiado importante como para confiársela a los generales”. La frase ha tenido innumerables recreaciones, todas apuntan válidamente a que asuntos complejos y con alto impacto requieren ser examinados desde sus múltiples aristas.
La situación actual de emergencia y qué hacer respecto a ella es un ejemplo perfecto de esto. Es indispensable considerar el punto de vista de los expertos, pero ocurre que no siempre estos coinciden en trazar un único camino. El Gobierno Británico habría seguido recomendaciones de expertos políticamente afines en análisis del comportamiento, según las cuales una cuarentena temprana habría sido socialmente inaceptable, y de directores médicos que propusieron la estrategia de “inmunidad colectiva”, aislando a los grupos vulnerables. Al final, resulta que esas recomendaciones “técnicas” terminaron revelándose como ideológicas y llevaron a adoptar con tardanza políticas con énfasis en el aislamiento social.
Al mismo tiempo, es cierto que la implementación de esas medidas debe tomar en cuenta la cultura y la idiosincrasia nacionales para que puedan ser viables. Pero no se trata de mirar todo con ojos de epidemiólogo: se deben considerar los impactos que la emergencia tendrá sobre la actividad económica, y sobre el bienestar de las familias. No se puede poner a la población a elegir entre el contagio y el hambre. Las decisiones implican también dimensiones valorativas y éticas: ¿privilegiamos la salud y la seguridad de los más vulnerables a costa del sacrificio de todo el país? ¿Restringimos nuestra libertad en nombre del interés colectivo? ¿Cómo los más acomodados expresamos nuestra solidaridad con los más necesitados?
En última instancia, las decisiones las toma la autoridad política. Allí se deben sopesar las diferentes aristas del problema y proponer un rumbo, privilegiando el interés común. Por supuesto, en la vida real intervienen más cálculos: ¿cómo afectará la aprobación ciudadana tomar tal o cual camino? ¿Qué efecto tendrá en los próximos procesos electorales? En Estados Unidos, por ejemplo, es inevitable que las decisiones del presidente Trump y las críticas de la oposición no tengan un ojo puesto en las elecciones de noviembre. A presidentes como Trump o Bolsonaro en Brasil, que han desarrollado sus carreras e imagen sobre la base del menosprecio a la opinión del ‘establishment’, de los académicos y expertos, les cuesta mucho hacer un viraje.
En nuestro país, afortunadamente, tenemos un presidente pragmático, que encuentra sentido y propósito en las crisis, y comunidades de expertos no tan divididas por sesgos ideológicos; de allí que se haya generado un amplio consenso en torno a las principales decisiones del Gobierno. Conforta, por ejemplo, ver en el sector Salud al ministro Víctor Zamora convocando a exministros de Salud en posiciones claves, como recientemente Pilar Mazzetti, Óscar Ugarte y otros. Ese es el camino.