El resultado de las elecciones congresales, cuyo conteo final aún no ha sido divulgado por la Oficina Nacional de Procesos Electorales, deja más espacio para la preocupación que para el optimismo.
Si se mira el vaso medio lleno, la implacable sanción ciudadana a los partidos que representaron o reivindicaron la oposición más encarnizada en el último Congreso (ejemplificada en la ínfima votación obtenida por Solidaridad Nacional y el Apra, y el durísimo repliegue de Fuerza Popular) aumenta las chances de que el Legislativo y el Ejecutivo alcancen ciertos entendimientos, y cuando menos garantiza que no se repetirán los recientes niveles de confrontación entre ambos poderes. Para lograr lo primero, el Poder Ejecutivo deberá tener un rol propositivo y mucha capacidad de articulación.
El nivel de fragmentación de bancadas en el Parlamento (nueve o diez desde el partidor) y lo corto del mandato parlamentario, de otro lado hacen más difícil que se generen consensos para aprobar legislación o reformas constitucionales de corte radical en este período. Difícil, pero nunca imposible si se permite el parche.
Cuando se empieza a ver el vaso medio vacío o casi carente de líquido, sin embargo, crecen las razones para la intranquilidad, especialmente si se piensa en el horizonte del 2021. El escaso nivel de respaldo recibido por las agrupaciones políticas (Acción Popular, el partido más votado, apenas supera el 10%) denota un serio problema de representatividad. En la última semana, en la que la publicación de encuestas está absurdamente prohibida, el voto blanco y viciado se redujo considerablemente, pero terminó trasladándose a las opciones más ‘novedosas’ y/o extremistas (Unión por el Perú, el Frepap y Podemos Perú), y no a los punteros de manera proporcional como se anticipaba.
El vacío de poder dejado por Fuerza Popular (retroceso ganado a pulso), en este sentido, parece haber favorecido a movimientos antisistema que hacen recordar la campaña del 2006, grupos ultraconservadores en lo social, y liderazgos de corte populista y autoritario que recogen la bandera de la mano dura. Los grupos moderados o centristas, sean limeños o regionales, no logran capitalizar la caída del fujimorismo.
En lo que toca a la defensa de las bases del modelo, lo único claro es su orfandad, al punto de haber quedado en manos de partidos tan poco predecibles en lo económico como Acción Popular, Alianza para el Progreso, Fuerza Popular, el Partido Morado y Somos Perú. Si de algo no se habló en la campaña que acaba de terminar, fue del crecimiento económico como motor de desarrollo.
En un país tan cambiante en lo político como el nuestro, sería aventurado concluir que los resultados de las recientes elecciones parlamentarias constituirán un hito determinante para las generales del 2021. En especial considerando la naturaleza atípica de este proceso y la ausencia de candidatos presidenciales que impulsaran las listas (salvo tal vez por el rol de Daniel Urresti en Podemos Perú). Si prestamos atención al vaso medio vacío, no obstante, es posible detectar ciertos signos que de alentadores no tienen nada.