Fujieconomía 101, por Enrique Pasquel
Fujieconomía 101, por Enrique Pasquel
Enrique Pasquel

Si usted cree que apostar por la opción fujimorista para el 2016 supone un voto por los mercados abiertos y la inversión privada, hay ciertos hechos que debería repasar. Sin duda, el partido naranja no liderará un irresponsable cambio de giro en el modelo de crecimiento ni pondrá en riesgo los fundamentos macroeconómicos del país, ni mucho menos.

Sin embargo, eso no significa que sus miembros estén convencidos de que la libertad económica sea un requisito para el progreso. Por el contrario, el fujimorismo está plagado de personas que apuestan por decisiones populistas.

Empecemos por su cabeza, . Este fin de semana, la lideresa de Fuerza Popular fue muy enfática al señalar que su agrupación respaldaba que la petrolera estatal reciba la administración del lote 192. Su posición, dijo, es “de absoluto respaldo a Petro-Perú”.

Su recientemente descubierta vocación por la actividad empresarial gubernamental, sin duda, sorprende. Hace dos años (en el contexto en que se discutía si Petro-Perú debía adquirir los activos de Repsol), ella declaraba con convencimiento que “está demostrado que el Estado es un mal empresario” y que esa empresa debía ser supervisada por Fonafe para restringir sus operaciones.

Al parecer, las convicciones económicas de la hija de Alberto Fujimori dependen fundamentalmente de qué resulta electoralmente más potable.

No es, por supuesto, la primera vez que Keiko Fujimori tropieza con la piedra del populismo económico. En mayo, criticó al gobierno por reducir el arancel para la importación de ciertos productos agropecuarios. “No le dé también la espalda a nuestros agricultores y ganaderos!”, tuiteó.

Furibunda, declaró que Humala debería gobernar “pensando en todos los actores de la economía”. Nunca explicó, por supuesto, cómo así sería bueno que el Estado obligue a los peruanos a comprar más caro y elegir entre menos opciones de alimentos. Nos sorprendió a muchos, de hecho, que lanzase una propuesta que parecía sugerida por un ministro de Economía sacado de los 70 y que iba en contra de la apertura comercial impulsada por su padre.

En el fujimorismo el intervencionismo populista, lamentablemente, no termina con Keiko Fujimori. Los congresistas que forman su bancada son, en efecto, especialistas en este tipo de arranques involutivos. Para comprobarlo, basta verificar algunas de las iniciativas que han presentado en el Congreso en los últimos tiempos.

En el campo laboral, propusieron hace poco un proyecto de ley para aumentar las utilidades que se deben repartir a los trabajadores, como si las cargas laborales legales no fueran de las más altas de la región. Votaron, además, por la derogación del régimen laboral que flexibilizó la contratación de jóvenes (la denominada ‘ley pulpín’).

Por otro lado, descubriendo cierta vena sindicalista, propusieron volver más restrictivo el régimen laboral para las exportaciones tradicionales y volver más rígida la negociación colectiva. Asimismo, según la exposición de motivos de su propio proyecto, se inspiraron en la ley de telecomunicaciones de Velasco para proponer que solo puedan trabajar como locutores de medios de comunicación aquellas personas que hayan obtenido una colegiatura en este campo.

El fujimorismo también decidió incursionar en el terreno de la fijación estatal de los precios. Tuvo la peregrina idea de proponer que el Estado fije el precio de los medicamentos, pasando por alto que esto solo genera escasez pues desincentiva la producción. Y planteó que se sancione a las empresas de transporte interprovincial que modifiquen los precios que establezcan el año anterior.

Y, como para que haya regalos para todos, la bancada naranja propuso, además, que los contribuyentes financiemos a los agricultores beneficiados con la ley de reestructuración de la deuda agraria mediante el refinanciamiento de sus deudas a través de Agrobanco.

¿No promovió el fujimorismo en los 90 los mercados abiertos? Al parecer las cosas han cambiado. Ahora se han vuelto seguidores de Marx. No de Karl, por supuesto, sino de Groucho, quien decía: “Estos son mis principios y si no les gustan, tengo otros”.

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