La DINI investigará presuntos reglajes a Alan García y Keiko
La DINI investigará presuntos reglajes a Alan García y Keiko
Redacción EC

El cierre de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) puede significar varias cosas. Lamentablemente, todas malas. Analicemos los tres escenarios que pueden explicar los recientes y sonados casos de reglaje para ver que en todos la clausura de la DINI es una mala noticia.

La primera posibilidad es que el gobierno, efectivamente, haya estado realizando operaciones ilegales de espionaje a sus opositores y aliados. En ese escenario, el cierre formal de la DINI no implica ninguna garantía de que informalmente no se seguirán realizando estas prácticas. ¿O alguien cree que un gobierno que abusa de esa manera de los servicios de inteligencia necesita que oficialmente exista una oficina que se llame DINI para realizar operaciones de espionaje? Para colmo, en ese supuesto, el cierre de esta institución serviría para entorpecer las investigaciones que hoy se realizan en el Congreso sobre sus supuestas actividades irregulares.

La segunda posibilidad es que el gobierno no haya estado realizando reglajes y que, como algunas autoridades sugirieron en un momento, se tratase de privados que estaban utilizando espías (este escenario es poco verosímil, porque en el caso de la vicepresidenta la policía acreditó que quienes la vigilaban eran agentes de inteligencia). Pero aceptemos esta hipótesis del gobierno por un momento para ver que tampoco nos lleva a buen destino: si eso fuese cierto, se habría desactivado la DINI por las puras y el Estado habría perdido parte de su capacidad de lucha contra el terrorismo y el crimen organizado. De ser así, se trataría, en buena cuenta, de una decisión por lo demás torpe.

La tercera posibilidad es que, como deslizó la primera ministra, existiese una “facción” dentro del gobierno que estuviese realizando labores de espionaje a espaldas del presidente Humala y de sus ministros. Ese supuesto también resulta alarmante porque significaría que el Estado ha perdido el control sobre sus agentes de espionaje, los cuales estarían trabajando para una suerte de perverso poder paralelo que no tendría por qué desaparecer con la sola desactivación formal de la DINI. Y en el camino, como señalamos antes, perdimos parte de nuestro sistema de inteligencia.

Lo cierto es que lo más deseable es que, en vez de cerrar el quiosco, el gobierno lo hubiese mantenido funcionando y que, a la vez, hubiese abierto sus puertas y ventanas para que entre la luz al mismo. Si la oposición pudiese investigar profundamente lo que ha venido ocurriendo en esa institución, existirían más posibilidades de descubrir quién ha estado detrás de los casos de espionaje sin perder un brazo importante en la lucha contra el crimen.

¿Por qué entonces el gobierno prefirió cerrar el quiosco? Pues quizá fue un desafortunado error. Pero, tal vez, puede ser que en él haya algo que el oficialismo prefiera que ninguna luz alumbre.

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