¡Paso al costado, urgente!, por Juan Paredes Castro
¡Paso al costado, urgente!, por Juan Paredes Castro
Redacción EC

La solicitud del voto de confianza que mañana pondrá en manos del Congreso el primer ministro tendría que llevar consigo un compromiso muy serio de su parte: el de no permitir la usurpación de una pizca de sus funciones políticas y constitucionales.

Esta exigencia cobra mayor sentido en una personalidad como Cateriano, quien tiene que probar ahora sus convicciones democráticas dentro de una conducción presidencial en la que tales convicciones no son las que más abundan.

Recuérdese que son los déficits democráticos y los superávits autoritarios de Ollanta Humala los que llevaron al prestigiado Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, tan amigo del primer ministro, a ofrecer, en la segunda vuelta electoral del 2011, la garantía moral de la hoja de ruta, de que no habría desviaciones hacia modelos como el de Hugo Chávez en Venezuela.

Y hasta no hace mucho, con hoja de ruta y todo, hemos pasado por el riesgoso proyecto continuista gubernamental que contemplaba la postulación presidencial de la primera dama Nadine Heredia, proyecto legalmente inviable, sin duda, pero que no sabemos si ha quedado totalmente descartado.

En el fondo de sus ambiciones políticas, la esposa del presidente quizá ve demasiado largo el camino al poder en la destartalada carreta del Partido Nacionalista y una complicación insalvable en el intento de forzar la ley y los recursos del Estado a favor de una postulación inmediata. De ahí que preferiría pasar a la historia como quien cogobernó con Humala, saltándose a la garrocha, claro, los cánones constitucionales con los que este fue elegido, y usurpando aquellos otros para los cuales ella no ha sido institucionalmente llamada.

Lo que ha estado en juego todo el tiempo en los últimos cambios de Gabinete, desde Juan Jiménez hasta Ana Jara, pasando por César Villanueva y René Cornejo, es precisamente la grave injerencia de Nadine Heredia en la Presidencia del Consejo de Ministros, con la consiguiente dificultad de cada titular del cargo para ejercer a plenitud sus funciones.

Todas las razones que se expongan y fundamenten en el Congreso, para finalmente conceder o negar el voto de confianza a Cateriano, a la postre importarán poco o nada si no coinciden dos voluntades políticas muy firmes.

De un lado, la de la señora Heredia, de dar un paso al costado de toda intervención directa en los asuntos de gobierno y Estado a través de la PCM o de cualquier otro órgano del Ejecutivo; y, de otro, la del señor Cateriano, respecto de hacer clara su renuncia si acaso supiera, desde ahora, que no le espera otra suerte que la de ser un tercero de a bordo en la cúpula del poder político del país.

Devuelta su autonomía al primer ministro y respetadas plenamente sus competencias constitucionales, tendríamos también recuperados el liderazgo gubernamental, la estabilidad política, la seguridad jurídica y la confianza interna y externa que hemos venido perdiendo a causa de lo mismo. Resultaría grotesca e intolerable una nueva PCM de pantomima.

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