La predecible extensión de la cuarentena (por trece días, hasta el 12 de abril) hace que también se alarguen las preocupaciones sobre el impacto de estas medidas en la economía peruana. Un informe del Instituto Peruano de Economía (IPE) ha estimado que entre el 50% y el 55% del PBI se encontraría paralizado.
El Gobierno ha reaccionado con prontitud. Pero quizás el esfuerzo resulte, por ahora, insuficiente. Macroconsult resalta que el paquete anunciado por el MEF representa el 2,5% del PBI y “queda deslucido cuando se compara con los impulsos anunciados” en otros países (Estados Unidos, 9%; Alemania, 20%; Francia, 14%; Chile, 5%). Adicionalmente, el Perú debe enfrentar la “gestión ineficiente que caracteriza al sector público y la elevada informalidad de su tejido empresarial” (Reporte Semanal, 26/03/2020).
¿Existen las espaldas para contener el vendaval en que se va convirtiendo la inevitable e impredecible para? En el documento citado, Macroconsult advierte que “el episodio encuentra a la economía peruana con la mejor posición fiscal de América Latina”.
Esta solidez no es gratuita. Ha sido forjada en largos años de reformas iniciales y de la permanente disciplina fiscal. La ministra María Antonieta Alva lo decía con precisión la tarde del viernes 27: “Las décadas de disciplina fiscal que ha seguido el país nos han preparado para momentos como este”.
Por ello, no deben perderse del radar reacciones muy eficaces para granjear aplausos, pero tremendamente irresponsables si lo que se quiere es alcanzar un país en el que los ciudadanos puedan cubrir sus necesidades básicas. La alerta tiene mayor pertinencia si se considera que en pocos meses el país estará inmerso en medio de un proceso electoral que renovará su liderazgo político.
Hace algunas semanas, Hernán Larraín –el líder del partido chileno Evopoli– comentaba en privado que una enseñanza que el Perú podría sacar del proceso chileno era una vocación para huir de “la trampa de los promedios”. La trampa hace que se obvie a aquellos sectores que quedan postergados, relegados, distantes, privándose al país de una narrativa incluyente.
Son esos los aprendizajes que deben mirarse con detenimiento, sobre todo cuando vienen de un país que por lustros ha sido visto como modelo a seguir. Las propuestas que ven al sector privado como un enemigo a liquidar y no como un aliado para la generación de ingresos, puestos de trabajo e impuestos –que permitan tener caja para situaciones como la actual– seguramente seguirán. Pero es mejor estar preparados