En el 2011, la segunda vuelta electoral nos enfrentó a todos los votantes a dos opciones políticas. Una que parecía insólita, la Gran Transformación con nacionalización de todo lo habido y por haber y el repudiado y conocido fujimorismo. Los argumentos en contra de esta última alternativa eran que volvería hasta el propio Vladimiro Montesinos y que por supuesto Alberto Fujimori Fujimori tendría un papel protagónico.
Los peruanos habíamos sacado y derrotado al fujimontesinismo pero el temor de algunos no se disipó en aquel entonces. Hoy, sin embargo, estamos respirando el mismo aroma del decenio fujimontesinista. Se piensa que esto no es una dictadura militar porque el gobierno mantiene la Hoja de Ruta y hay prensa libre. Puede ser que los decibeles tengan menos estridencia que antaño pero igual contamos con una prensa chicha, sustentada con publicidad estatal, que hace campaña sistemática contra el archienemigo del régimen: el Apra y también contra Luis Castañeda y otros que no son santos de su devoción.
Carlos Marx escribió el 18 de Brumario (sobre el golpe de Luis Bonaparte) la frase, al parecer de Hegel, pero que quedó en la memoria por siempre: la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Y parece que se cumple, estamos en una situación bien al fujimontesinismo. No tenemos a Montesinos, sí reglajes de todo tipo y a la medida del disgusto del Gobierno.
Fernando Rospigliosi fue víctima de ello y lo denunció hace dos años ya. Ahora, como en un efecto dominó aparecen espiados que obvio de toda obviedad son, cada uno a su manera, críticos del Gobierno. El Congreso se desmorona y está maniatado por el control político que viene de Palacio. La primera ministra, que tiene formación jurídica, parece estar ajena a toda esta tramoya que estamos viviendo.
Añada los casos de Óscar López Meneses, Rolando Orellana y Martín Belaunde, el más estridente, la presencia de un militar como ministro del Interior, la asesoría de otros elementos de las FF.AA. y la formación del presidente para ver las coincidencias. Es más, Ollanta Humala viaja intensamente y tiene un ‘casette’ en cada presentación. A los presentes les habla de su vida militar y de los viajes hechos por el país en esa época, critica al Estado, envía el saludo de su esposa y menciona los programas sociales.
En realidad es un mensaje electoral. Tal vez esta sea la ilusión o la ambición de la pareja presidencial. Dicen por ahí que en el Ministerio del Interior se ha formado un equipo de seguimiento y/o espionaje, con gente de la DINI y el equipo de escucha que tiene la policía. No es improbable, sí repudiable. La campaña de difamación contra los opositores incluye a mujeres cercanas al enemigo. En sus inicios el ministro Daniel Urresti causó esperanza en muchos, pero dejó la seguridad ciudadana de lado y cada vez más lo vemos de escudero político. Sobrepasó los límites, pero no soporta, comprensiblemente, que se le pregunte sobre el trabajo de su hija en la PCM. La ley del embudo.
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Reglaje político: 10 frases sobre nueva acusación contra el Gobierno ►http://t.co/dYGre5Endj pic.twitter.com/4xoLhWetaJ— Política El Comercio (@Politica_ECpe) enero 19, 2015