Montenegró restó importancia a las críticas en redes sociales por el hecho de que los miembros lucieran mandiles de color rosado en el lanzamiento de la campaña (Foto: Andina)
Montenegró restó importancia a las críticas en redes sociales por el hecho de que los miembros lucieran mandiles de color rosado en el lanzamiento de la campaña (Foto: Andina)

Desde el 2016 la actividad de grupos conservadores en los espacios políticos, redes sociales y en las calles ha sido muy alta. Su arremetida contra la supuesta ideología de género y los derechos para la comunidad LGTBI se ha radicalizado y más desde que el fujimorismo y otros actores conservadores los apoyan abiertamente. De pronto hasta políticos en apariencia inteligentes aparecen coqueteando con quienes defienden teorías alucinadas.

Poco importa que estas narraciones conspirativas tengan el guion de una mala película de ciencia ficción. Una de ellas, por ejemplo, sostiene que el Banco Mundial y su profeta George Soros quieren “homosexualizar” a los seres humanos para combatir la sobrepoblación mundial. Con estos argumentos hacen perder tiempo y energía a ministros y ministras. Si nos dejamos guiar por estas acciones, parece que están ganando la batalla cultural. Y por goleada.

Parece, pero la verdad no están ganando. Al revés, la agresividad actual tendría mucho que ver con el avance de libertades y la frustración de quienes ven estos cambios como una amenaza. Como muchos procesos sociales, una cosa es lo que muestra la superficie y otra lo que se mueve en las profundidades.

Una encuesta del IEP hecha en mayo de este año y publicada este fin de semana recoge el lento avance en estos años de la tolerancia y el respeto igualitario. Para comenzar, solo un 17% se opone a la inclusión del enfoque de género en la educación pública, mientras que un 47% está a favor. A su vez, los que están en desacuerdo con la homosexualidad han bajado once puntos en tres años (de 51% a 40%). Más interesante, si lo vemos por edad se observa que entre los que tienen de 18-24 años esta oposición es hoy de 30%. En el mismo período los que se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo ha caído de 68% a 59%.

Es decir, en los años de más virulencia de estos discursos conservadores el movimiento hacia la igualdad ha seguido firme. Ello no quiere decir que los números sean buenos. Los que están a favor de la homosexualidad son todavía una minoría (21% en total, 25% entre los más jóvenes). Hay aún un importante sector que no está a favor ni en contra. Y la misma encuesta muestra que un altísimo 30% no quisiera tener de vecino a un homosexual.

Pero sí quiere decir que cada vez más hay una población abierta a estos temas y lista para ser politizada contra los discursos de odio. Encontramos una mayor base juvenil que apoya estos cambios sociales. Son los votantes del 2021.

Cuando haya más líderes políticos enfrentando abiertamente estos discursos de odio, articulándose mejor con los colectivos ciudadanos a favor de la igualdad, los cambios ya en curso serán más rápidos y evidentes. Más en unos temas que en otros, claro, pero en la misma dirección. Si con todos estos ataques se han producido estos avances, imagínense cómo estaríamos con políticos más decididos haciendo pedagogía.

Una pista de lo que se puede ganar políticamente con mayor firmeza nos la da la respuesta de la ministra Gloria Montenegro frente al supuesto escándalo de los mandiles rosados. En vez de retroceder, salió a golpear y creo que la apuesta pagó. Hoy tiene una visibilidad y capital político que no tenía antes. Una lección para otros políticos que todavía corren al tema.