La falta de transparencia del Gobierno, incluso sin considerar que era para encubrir corrupción, ha sido de tales dimensiones, que solo puede ser comparada con la de una dictadura tradicional. La prensa no tuvo acceso a los gobernantes, y los ciudadanos - ya no digamos los turistas- ni siquiera pueden acercarse a la Plaza Mayor. Por otra parte, están suficientemente documentados los intentos de producir normas contrarias a la libertad de expresión. Podemos decir ahora, a la luz de lo que se sabe, que no solo obedecían a una concepción ideológica autoritaria, sino al propósito de encubrir latrocinios. Debemos reconocer que la prensa y los periodistas que cubren el día a día han ido destapando lo que ocurre, incluso más que quienes se reclaman apóstoles de la investigación. También hay que reconocer la actual labor del Ministerio Público, desde que dejó de inclinarse al poder.
Finalmente, los intentos de Castillo de entorpecer las investigaciones en su contra no han sido exitosos. Pero no olvidemos que fue elegido presidente sin dar una sola entrevista a los medios de comunicación. Como uno de dieciocho mini candidatos, vaya y pase. Pero antes de la segunda vuelta, una buena entrevista lo habría desnudado, tal como ocurrió con un periodista extranjero meses después, ya instalado en la Casa de Pizarro con sombrero y todo.
MÁS BALANCES DEL PRIMER AÑO DE CASTILLO
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