Este domingo será un Día de la Madre diferente. Habrá más saludos virtuales, los regalos serán manuales y las visitas sorpresas y los almuerzos fuera de casa se reemplazarán por llamadas y videos desde el celular. Será una fecha para agradecer, más que nunca, el esfuerzo que las mamás han desplegado en estos días complicados. Tottus conoce de cerca esa virtud, por eso presenta las historias de cómo cuatro peruanas, desde sus distintas realidades, han superado situaciones nuevas debido a la cuarentena, con fortaleza, entrega y sabiduría. Por eso decimos juntos ¡Gracias mamá!
Ser mamá primeriza: nuevos retos cada día
Paulete Manrique —31 años, comunicadora, mamá de Gabriel— había acostumbrado a su bebé, quien pronto cumplirá un año, a pasear dos veces por semana. Acompañados de Abraham, su compañero, recorrían centros comerciales, parques y juegos infantiles. ‘Gabito’, como lo llaman, disfrutaba la bulla, los colores y, sobre todo, subirse a los carritos mecánicos y girar los timones. De pronto todo eso cambió con el confinamiento. “Se aburría, lloraba y no sabíamos qué hacer”, cuenta Paulete. Pronto comprendió que el pequeño extrañaba los paseos familiares.
Entonces a Paulete se le ocurrió improvisar juegos para que su engreído se divierta como antes. “Comenzamos a recorrer los pisos de la casa imaginando mundos mágicos, a abrir cajones para descubrir sorpresas y, algunas veces, contemplar la calle desde el balcón”. Una nueva rutina que Gabriel ha aprendido a disfrutar. Paulete reconoce que ser mamá primeriza es un constante reto. Tuvo un embarazo de riesgo, parto por cesárea y hasta una emergencia pediátrica. Pero ante cualquier problema, subraya, siempre encuentra fortaleza para superar el obstáculo.
Ser madre, ejecutiva y, de pronto, maestra
La cuarentena alteró de pronto la cotidianeidad de Roció Orellana, una fotógrafa y ejecutiva de 43 años. Con la suspensión de las clases presenciales, sintió que tenía un gran reto por delante. Su hija Sofía, de 6 años, cursa el primer año. Rocío sabía muy bien que la educación a distancia no solo era conectar a su pequeña a la plataforma Zoom. Ahora sus mañanas tienen una nueva rutina: refuerza lecciones de matemática, inglés y demás cursos. “A veces siento que pierdo la paciencia, pero cuando veo su esfuerzo, sigo adelante. Hoy soy parte fundamental de su aprendizaje escolar”, dice.
Pero también han encontrado momentos para la diversión. Después de hacer entender a Sofía que no era posible salir de casa, descubrieron formas de pasarla bien. Hacen campamentos dentro de casa, preparan recetas y juegan mucho. Todo esto sin dejar de planificar sus proyectos y atender a sus clientes a distancia. “No ha sido perfecto, pero compartir momentos con ella es lo mejor durante este aislamiento social, en medio de tantas desgracias”, subraya Rocío.
Dar fortaleza a los hijos, aunque estén lejos
Para María Cahuana —44 años, cuerpo menudo, tres hijos— este Día de la Madre será un día diferente, pero también una lección de vida. Ella fue a Juliaca a fines de febrero para el sepelio de su hermana. Iba a volver a Lima a mediados de marzo, pero el estado de emergencia se lo impidió. Su hijo mayor (Antonio, 24 años) le dijo que tratara de llegar a Ica y que la recogería desde allí. Sin embargo, no se pudo concretar el plan: “Yo así nomás no me alejo de mis hijos, pero algo estamos aprendiendo de esto”, dice.
Durante estos más de 50 días, la señora María ha asumido el rol de un faro a la distancia. “Mi hija Mery (20 años) me llama para saber cómo cocinar y yo le guio por teléfono. Ella ha tomado mi lugar en la casa”. Con satisfacción, ha sentido que la armonía y el orden se asentaron en su hogar. “Ahora se reúnen para hablar de los arreglos de la casa. Me alegra que estén creciendo”, dice. Sabe que hoy su labor de madre es darles fuerza a sus hijos, incluso para Rosa (22 años), quien está fuera de casa cumpliendo una labor religiosa.
Lograr armonía en una familia numerosa
El ambiente familiar en el hogar de Mónica Soriano, ama de casa de 53 años, cambió de un día para otro. Ella vive con su mamá, su esposo y sus tres hijos: Fabrizio (24), Yuri (22) y Lia (20), quienes solían pasar horas fuera de casa, sea por trabajo o por estudios. Ahora los días son diferentes. “No son nada fáciles”, reconoce. “Pero el resumen es bueno, porque nos hemos acercado más”. Y su tono de voz revela una sonrisa. La rutina de hoy, además de las compras, la cocina y la limpieza, implica el diálogo para alcanzar acuerdos. “Una puede ser muy amorosa, pero es básico no perder la paciencia y aprender a escuchar a tu familia”.
Lo más agotador, sin embargo, es permanecer pendiente del bienestar de todos. “No es que hagamos una votación, pero siempre vemos qué es lo mejor para todos”. Y aunque los roces entre los tres hermanos continúan (y continuarán), Mónica destaca un espíritu conciliador que ha salido a relucir en medio del encierro. “Se llega a más acuerdos que antes”, apunta. Eso sí: anhela la desconexión propia de salir a correr al parque, reencontrarse con amigos, disfrutar de un paisaje o sentir la emoción de un viaje.
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