Jesus Osorio Calderon

Dicen que hay cosas que uno no puede explicar del todo: amar, soñar despierto y claro, conducir una motocicleta. Quizás porque no hay palabras suficientes para hablar de lo que uno siente cuando se sube por primera vez a ese pedazo de hierro que parece inofensivo, pero esconde un motor que ruge como un animal vivo y al que poco a poco, irás entendiendo. Apenas te sientas, la ciudad deja de ser una colección de esquinas para convertirse en un mapa nuevo: una promesa de libertad. Esa es la palabra. No hay moto sin libertad, dicen. No sé si es cierto, pero cada vez que acelero, siento que podría creerlo.