Danzantes de tijeras, princesas collas y hasta zorros (de arriba y de abajo) caen rendidos ante un redivivo Arguedas en obra teatral pública.
Danzantes de tijeras, princesas collas y hasta zorros (de arriba y de abajo) caen rendidos ante un redivivo Arguedas en obra teatral pública.
/ Flor Ruiz
Flor Ruiz

Es la séptima vez en 13 años que ando por tus rutas, Andahuaylas, pero es la primera vez que escucho y siento todas tus sangres. “Si José María Arguedas (JMA) estuviera vivo, me gustaría conversar con él, intercambiar ideas. Le preguntaría por esa realidad de antes. Él vivía nuestra cultura, le gustaba la danza de tijeras”. Sixto Meza Antay, cuyo nombre de danzante de tijeras fuera ‘KICHKA MIKU’ o ‘el que come espinas’, parece detener el tiempo mientras me habla contento y orgulloso. Romel o ‘Supaycha’, su hijo de cinco años, acaba de terminar su mágico baile entre arpa y violín, mientras sus tijeras siguen sonando y jugando en esos diminutos dedos. Y no sé cómo explicarle a Sixto que en ese momento, allí en la plaza abarrotada de gente de todas las edades –donde la música deja escuchar la voz del ‘Tayta’– solo veo a un JMA vivo y a ellos, sus herederos, compartiendo su legado.

“JMA buscó que se reconozcan los saberes, las experiencias, los conocimientos de las personas de origen andino. Nosotros tomamos este pensamiento como base para alfabetizar a la gente en su propia lengua, el quechua”, comenta Antonio Rodas, director de la Asociación Educativa Saywa, que organizó el “Parlamento de niños, niñas y adolescentes quechuas”. El evento, que se realiza en el marco del Festival Todas las Artes, reunió a medio centenar de niños y algunos padres de familia que vinieron de diversos colegios y comunidades a pocas horas de Andahuaylas, para exponer tres temas que hacían actual el pensamiento de JMA: la conservación del medio ambiente en la comunidad, los saberes ancestrales y la equidad de género. Todo el evento, las ponencias y preguntas se dieron en idioma quechua.

En el estrado, niños y niñas con ropa a la usanza de su comunidad, bailan y entonan canciones en quechua, muy festivas. Plantas como santa maría, palma real, marco o toronjil son repartidas para mostrar sus diferencias y explicar cómo curan dolores estomacales. “Hemos hablado como si estuviera hoy presente el ‘Tayta’ JMA, que escribía como niño y como adulto; ha sido importante que hablemos en nuestro propio idioma”, destaca como conclusión final uno de los adolescentes del evento.

Durante tres días centenares de niños y jóvenes difundieron la obra de Arguedas en espacios públicos. Como esta adolescente, que lee “Agua” a su madre.
Durante tres días centenares de niños y jóvenes difundieron la obra de Arguedas en espacios públicos. Como esta adolescente, que lee “Agua” a su madre.
/ Flor Ruiz

Entre música, danza y acrobacia, el Teatro Universitario Arguedas que dirige el maestro Luis Rivas, incansable promotor de este festival, presentó Urdimbres y sutilezas, adaptación de la obra original del grupo de teatro Yuyachkani. A plaza llena, los 42 miembros del elenco compartían la lectura de pasajes de la obra del ‘Amauta’. “Es la primera vez que interpreto a JMA. Me impacta cuando dice en su obra que es hechura de su madrastra, siento eso, yo perdí a mi madre cuando tenía dos años y medio”, reflexiona Nerio Huamani, quien personifica al escritor en la puesta. En un extremo de la plaza, una banderola con el rostro de Arguedas parece mirar a medio centenar de niños de educación inicial, quienes con máscaras en sus rostros le dan a la diversión. Mientras tanto, en la plaza Lampa de Oro se han seguido presentando declamaciones de poemas como “Katatay” y pasajes de diversas obras. Un niño del colegio Juan Espinoza Medrano relata la biografía de JMA en ritmo de rap. Liberato Canepa, 26 años, andahuaylino que hace hip hop en quechua, ha llegado para mover el ambiente. “En el 2014, cuando descubro a JMA, incluyo su voz en mi obra, luego lo llevo a los DJ, lo mezclo. Un amigo me dice: ‘Poco más, llevas a JMA al Bronx’. No me imagino a Arguedas rayando discos, lo he escuchado decir en un audio: ‘Yo soy sensible hasta el desgarro’”, nos cuenta.

Hasta Andahuaylas arribó Rómulo Monte Alto, profesor en la Universidad Federal de Minas Gerais, en Bello Horizonte, Brasil. La biblioteca de esa universidad reúne la obra literaria completa del escritor peruano, como parte del interés por preservar el legado de Arguedas más allá de nuestras fronteras. El catedrático brasileño ya ha traducido al portugués El zorro de arriba y el zorro de abajo.

Niños de la escuela concertada Solaris se contorsionan con la danza Negrillos.
Niños de la escuela concertada Solaris se contorsionan con la danza Negrillos.
/ Flor Ruiz

Otro divulgador de la obra arguediana es Esteban Quiroz, editor de Lluvia Editores. Si Ricardo Palma era el bibliotecario mendigo, Quiroz es el editor que mendiga buscando apoyo. Así, ha logrado instalar 47 bibliotecas comunales.

El día de cierre expuso Macedonio Villafán Broncano, escritor y profesor de Lengua y Literatura de la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo, Áncash. “El país tiene que trazar su avanzada a la modernidad teniendo presente siempre las raíces y planteando una noción de justicia que ponga siempre en agenda el pensamiento de JMA”.

El lunes 2, al pie de la tumba del amauta Arguedas, niños y académicos dejaron cientos de flores. Y yo que poco sé de su legado, que muy temprano leí El zorro de arriba…, retorno con la sensación de que la manera de conocerlo se ha invertido: de haberlo sentido en bailes, cantos, rostros, testimonios y más, ahora paso a leerlo. //

Estudiantes de comunidades rurales predican el cuidado a los cerros, ríos, lagunas y cultivos
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/ Flor Ruiz

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