MDN
Edison Flores
Miguel Villegas

Cuando un pichón de crack crece, no solo le cambia la voz: debe modificar su dieta, sus horas de sueño, su rutina de gimnasio. Es el tránsito de pistero a atleta. Quienes conocen la historia de desde que tomaba tres carros para ir de Collique hasta Lurín, su sueño de jugar alguna vez en la ‘U’ y quién sabe la selección, responden siempre lo mismo. Flores quería. Le faltaban monedas, chimpunes, quizá un bistec más pero le sobraban ganas de aprender, de entrenar, de crecer. Y algo más importante, acaso la única medicina contra la pobreza: su eterna sonrisa de bebe.

¿Está bien que te sigamos tratando como un muchacho de 17 años?
Sí. Así me ven...

¿Cuánto hay de ese chiquillo hoy que ya eres mundialista?
Todos dicen que tengo 17 años... pero ¡ya tengo seis en el fútbol! Conforme va pasando la tecnología y el juego, aparecen nuevos chicos. Tengo 24 años y veo a muchachos de 17 o 18 y me emociona. Por eso quizá uno se siente ‘grande’ ahora: estoy en la mejor etapa de mi carrera y tengo que aprovecharla al máximo porque esto es muy corto.

¿Te ha sorprendido alguno de los que has visto en el torneo?
Me gusta Marcos López de Cristal. O Jairo Concha de la San Martín. También el central de la ‘U’, Brayan Velarde. Entrené alguna vez con él en el club y siempre me pareció que tenía grandes condiciones. Parece un viejo con 100 partidos.

No basta con ser bueno. Hay que probarlo: Edison Flores juega como si el único objetivo fuera hacer un gol. Tiene energía y pie para controlar la pelota una semana, pero descarga y, lo más importante, patea al arco. Si Paolo Guerrero está en un altar es básicamente por eso: hizo cinco goles en la Eliminatoria y nos puso en zona de repechaje. , sin ser ‘9’ ni tener físico de miura, también anotó cinco y la sensación de insustituible tenía relación directa con sus números, no con su peinado o su automóvil. En Rusia 2018, donde jugó los tres partidos (Dinamarca, Francia y Australia), no fue el mejor ‘Orejas’. Pero igual hoy su nombre sale de memoria entre los titulares: milagro en el país dividido por hinchas de equipos que todavía se insultan por saber cuál es el menos perdedor.

¿Has vuelto a ver los partidos del Mundial?
No. No suelo verlos, reviso los resúmenes, los errores que tuve, pero nada más.

En la recta final de las Eliminatorias fuiste imparable, un tren. ¿Hiciste un buen Mundial?
No, de hecho que no. Mi Mundial no fue el esperado, no fue el que yo quería. Pude dar más. Sé que voy a tener una revancha y trataré de aprovecharla.

¿Qué piensas cuando decimos que eres el futbolista más querido de la selección?
Siempre tuve una buena relación con la gente. A pesar de que soy hincha de la ‘U’, por ejemplo, los de Alianza me tienen cariño. No sé si respeto, pero cariño sí. Nadie nunca me insultó, no tuve ningún problema. Con el Mundial, mi relación con la gente ha crecido: es imposible no sentirme agradecido. Yo trato de darles un tiempo en la calle, sé que es injusto porque solo puedo atender a algunos, a los más chicos, pero creo que la gente acepta que tiene que ser así.

¿Te parece que la gente no entiende que tienen vida fuera del fútbol?
Sí, de hecho. Algunos piensan que porque jugamos fútbol tenemos la vida solucionada... no es así. Hay miles de cosas que también tenemos dentro de uno.

¿Se le puede exigir a la selección ir a ganar la Copa América?
De hecho que por ir al Mundial, la gente exige ganar una Copa. O porque ya fuiste al Mundial tienes que estar en el otro. Ese pensamiento también lo compartimos, pero no solo jugamos nosotros. En la selección nos exigimos ir hasta lo último que se dispute –una final de Copa, por ejemplo–, pero tenemos que ir poco a poco. Quizá ir como Francia, que empezó despacio y fue campeón del mundo. Yo no lo tenía como favorito y mira a dónde llegó. Nosotros tenemos que ir a jugar cada partido y ganarlo. Eso nada más.

Si pudieras elegir, ¿la Copa América o Qatar 2022?
En cada torneo que juego me gusta soñar. No es que sea malo exigir porque nosotros hemos dado esa idea, eso le contagiamos a la gente.

Un equipo de fútbol se parece mucho a un salón de clases. Sentado en su carpeta de siempre, con su mochila al pie y mirando el reloj para salir a jugar fútbol en el recreo, está siempre el más chiquito, el más flaquito, el más niño. El que espera los regalos de Navidad a las 12 el 24, lleguen o no lleguen. Siempre hay un Solo hay que dejarlo hacer, nada más.

¿Qué recuerdas de tus Navidades de niño?
Eran las mejores, la verdad. Tenía dos, tres regalos de mis tíos. Siempre me regalaban una pelota. Antes de Nochebuena siempre nos hacían dormir en mi casa porque si no, no había regalo [ríe]. Si no, no iba a llegar Papá Noel. Mi familia siempre fue muy unida y eso era lo mejor.

¿Qué soñabas recibir de niño y no pudiste?
Nunca fui a un estadio de pequeño. Eso quería. Era caro, era peligroso. Y si ibas, era solo a popular. Me quedé con la espina de pequeño. Recién cuando debuté pude ir al estadio. Y me quedé impresionado con el Monumental.

¿Pensabas que tu equipo, la ‘U’, se iba al descenso?
Sufrí mucho. Hasta setiembre estaba temblando porque no le iba bien a la ‘U’, pero ya en octubre, en el Día de los Muertos, revivimos [ríe].

¿Vas a volver a la ‘U’ alguna vez?
Si se da, sí. El mundo del fútbol es incierto. Yo soy hincha y quisiera, pero no se sabe qué pasará. Siempre voy a querer volver, ojalá que ellos también me quieran. //

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