(Foto: Archivo familia Ruzo)
Ruzo

Un sabio esotérico, un investigador ocultista, un erudito de las culturas antiguas, un talentoso fotógrafo, un poeta metafísico, un intérprete de mitologías. Aunque parece el reparto perfecto para iniciar fascinantes aventuras en algún remoto confín del mundo, todos estos personajes fueron distintas manifestaciones de un solo hombre. Uno que creía en seres inmensos capaces de tallar rocas imposibles, que subía montañas y abría caminos a su paso en accidentados territorios, al mismo tiempo que podía ser un perfecto citadino, alcalde de Miraflores en los años 40 del siglo pasado y decisivo en el diseño de las avenidas Larco, Diagonal y el actual Palacio Municipal.

Exitoso empresario de cemento, supo compartir esta actividad ejecutiva con sus viajes e investigaciones a lugares como Tepoztlán (México) –que consideraba “el otro Marcahuasi”–, Tiahuanaco (Bolivia), los Cárpatos (Rumania), Stonehenge (Inglaterra), Fontainebleau (Francia) o Guiza (Egipto), silenciosos mausoleos de milenarios secretos. Iba y venía de allí a Marcahuasi, buscando pruebas que demuestren sus teorías. Para muchos, era un excéntrico, aunque uno con la influencia suficiente como para lograr que su amigo Fernando Belaunde Terry facilitara las rutas para llegar desde Lima o Chosica a San Pedro de Casta, reduciendo una ruta de días a pocas horas.

Daniel Ruzo de los Heros explicó las peculiares formaciones rocosas de Marcahuasi no como consecuencia de la milenaria erosión del viento, sino como acción deliberada de antiguos peruanos de tamaño colosal, lo que él llamó la cultura Masma: descendientes de exiliados atlantes que encontraron en nuestros Andes inédito destino, como una suerte de émulos de Prometeo. Una teoría que, aunque fascinante, fue rápidamente rebatida por especialistas. Y Ruzo, que era muchos hombres, no era, sin embargo, ni científico ni arqueólogo. Aparentemente, era solo un abogado de la alta sociedad limeña, que desafiaba sus conocimientos y la verdad enciclopédica todos los días, como si ese desafío fuera su único alimento. Por eso, la historia contemporánea evoca su figura como la del romántico hombre enamorado de Marcahuasi, una meseta que fue fortaleza, mirador y refugio de los antiguos peruanos y que él vio por primera vez en una foto de Kuroki Riva. Aunque en 1954 publicaría La cultura Masma, un esfuerzo por fundamentar su teoría, los entendidos de la época aseguraron que esta poseía una serie de vacíos y contradicciones cronológicas y antropológicas. 

“Él estuvo mucho tiempo estudiando las formaciones de piedra, habitando una cabaña en Marcahuasi que hoy ocupan libremente los visitantes, ubicada al pie del monumento llamado ‘a la Humanidad’, asegura el arqueólogo y profesor Fernando Velásquez. 

Heredarás la tierra
“Pienso mucho en mi bisabuelo, en cómo le dio valor a Marcahuasi y en su capacidad de hechizarte con sus palabras escritas. Él no era científico, pero sí era poeta y explorador”, nos cuenta Andrés Ruzo. Marcahuasi estaba olvidado y con su poesía, exploraciones y fuerza de voluntad logró cosas muy positivas. Lo admiro mucho. Los casteños –habitantes de San Pedro de Casta, el pueblo ubicado antes de llegar a la mencionada meseta– son los más beneficiados, aunque aún hay mucho por hacer”. Cada vez que sube a ese lugar, se cruza con algún lugareño de edad mayor, que lo conoce y le agradece por lo que hizo su abuelo. “Obviamente yo no merezco el agradecimiento, ya que solo tenía cuatro años cuando él falleció, en 1991, pero me gusta pensar que tenemos un legado familiar de traerle valor a lo nuestro, gracias a la posibilidad de estudiar estos lugares mágicos”. Ambos comparten la pasión casi obsesiva por su trabajo, la misma curiosidad inquieta, la misma necesidad de entender, poner en valor y proteger. Aunque es inevitable subrayar una ironía: su bisabuelo detestaba a los geólogos –porque no estaban de acuerdo con sus conclusiones sobre los orígenes de Marcahuasi– y Andrés salió geólogo. “La pasión por el mundo natural nació conmigo, es un fuego que siempre he llevado dentro”, nos dice, evidenciando la influencia de su legendario bisabuelo desde el ADN. También la de su abuelo, Daniel Ruzo Zizold, un hombre más de libros que de aventuras, pero que supo sembrar en su nieto la semilla de la investigación, sobre todo al narrarle de pequeño la maravillosa historia de Paititi, la ciudad dorada de la selva amazónica de la que hablan tantos mitos. Con los años, la sencilla curiosidad infantil de Andrés se convirtió en un afán profesional. En el 2009 se graduó en la Southern Methodist University (SMU, Dallas, Texas), con una carrera en Finanzas y otra en Geología. Siguió cursos profesionales de Vulcanología en la Universidad de Hawaii en Hilo y de recursos geológicos en la Curtin University de Perth, Australia. Ahora está por terminar su doctorado en geofísica, enfocado en estudios geotérmicos, también en la SMU.  

Polvo somos
La pasión que Daniel Ruzo de los Heros sentía por Marcahuasi fue más allá de la vida. Aunque fue enterrado inicialmente en la zona de Tepoztlán, México, que consideraba análoga a la peruana, años más tarde fue exhumado, cremado y sus restos traídos al país. Su familia hizo una ceremonia en Marcahuasi, echando sus cenizas al viento, para que se hicieran parte eterna de sus formaciones rocosas, su tierra y sus puquiales. 

“Cuando cumples 13 años, el rito de iniciación familiar es ir y pasar una semana en Marcahuasi. Por eso siento que soy parte. Aunque sus conclusiones son polémicas, mi bisabuelo hizo un magnífico trabajo de investigación y de registro fotográfico. De lo mejor que se ha hecho a nivel mundial”, asegura Andrés, quien, finalmente, responde a la pregunta inicial –¿es la investigación un gen hereditario?– con una frase de Alexander Von Humboldt, que nos remite también a la mística y la energía de Marcahuasi: “Lo que le habla al alma se escapa de nuestras mediciones”. 

EL DATO: Misterios del inframundo

  • Este mes puede verse en distintos horarios, por la señal de Nat Geo, la edición de Misterios del inframundo dedicada a Quintana Roo, en México. 

  • Tras sus ediciones en Teotihuacán o el inframundo maya, el programa retratará la búsqueda de evidencias sobre la gran ingeniería naval de la civilización Maya. 

  • Conducen el geólogo y explorador de National Geographic Andrés Ruzo y el arqueólogo Fabio Amador.

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