(Ilustración: Andrés Edery)
Estrellas mundial

CRISTIANO RONALDO (Portugal)
POR: GINO DI DUDAS

Lo odian por ser el productor de goles más vanidoso del mundo. Su ambición la expresa en músculos. Negocia su aumento de sueldo en vivo, Champions en la mano. Más de 450 goles con el Real Madrid hace irrelevante su ortodoncia, sus iluminaciones capilares y depilaciones. A él le importa su familia, disfuncional y antes pobre como casi todos los clanes futboleros. Y su rodilla izquierda, talón de Aquiles de rigor. Decían que estaba en declive, el peso de los años. Él sacó de la manga esa chalaca, amarga despedida de Buffon, y calló a un planeta. CR7, alguna vez impetuoso joven portugués que con el balón pegado huía de la pobreza en Madeira y de un padre borracho que a veces llegaba a casa, es ahora una marca, un tótem, el eslabón humano más cercano a ese evento que acontece cuando el balón besa las redes. CR7 es un gol que se cree persona. 

PAOLO GUERRERO (Perú)
POR: MIGUEL VILLEGAS

En el pie, un cañón y en el pecho, una almohada. Y experto en jugar de Llanero Solitario. De hecho, si uno tuviera que elegir qué tipo de futbolista es Paolo Guerrero, qué tipo de crack le presenta al mundo en su regreso a los Mundiales, tendría que decir que es una carísima rareza de ‘9’ con talento. Más goleador que Cubillas, tan decisivo como Uribe en el 81, el capitán de Perú es un atacante con notable eficacia para el gol, un cazador que merodea, a tal punto que hoy es el máximo artillero peruano de selecciones en la historia (34). Su influencia en el marcador, sin embargo, se refleja también en el clima: el Estadio Nacional se llena por Guerrero. El aeropuerto se llena cuando llega Guerrero. La vida de la selección es un poco más feliz cuando sale del vestuario Guerrero. Es una bendición extraña e inexplicable que, como todo en el fútbol –ese tema menor–, solo debe agradecerse. 

ANDRÉS INIESTA (España)
POR: JOSÉ CARLOS YRIGOYEN

Los buenos y grandes jugadores son los que ganan copas y ligas. Pero los verdaderamente excepcionales son capaces de transformar la historia y la tradición enteras de la patria donde nacieron. Andrés Iniesta y la banda de prodigios que lo acompañó en la conquista de títulos internacionales, durante muchos años tan esquivos para sus paisanos, pertenecen a esa casta; pero él es quien la simboliza y encarna mejor. Su contextura física y su juego –de una belleza y efectividad que espeluznan– no pueden ser más antagónicos de los principios de la estéril Furia Española que sumió por casi medio siglo a las selecciones ibéricas en el pozo de la mediocridad y la confusión. Iniesta rescató a su país del error y lo condujo a la gloria. El único caso similar que recuerdo es el de Johan Cruyff. 

Creo que con eso lo he dicho todo. 

LIONEL MESSI (Argentina)
POR: UMBERTO JARA

De niño, petisito y flaco, ya jugaba igual que en sus tardes de gloria en los estadios del mundo. Idéntica magia y el misterio de un imán con la pelota. ¿Por qué a los 10 años jugaba como jugaría después a los 20, 25 o 30? Porque Messi es un genio y los genios nacen con el sello de su arte. Cada partido suyo es un paréntesis en la vulgaridad de la vida. Alguien habrá disfrutado viendo a Beethoven o a Picasso ejecutando su maestría. Nosotros tenemos a Messi. Cuando diga adiós, se marchitará el césped de todos los estadios del planeta. 

NEYMAR JR. (Brasil)
POR: JULIO HEVIA

Quizá el último gran malabarista del fútbol mundial, Ney-mar Jr. es tributario de una rica herencia en la que las leyendas de Pelé y Garrincha se anudan, inextricables, con la magia de Ronaldinho. Frágil en apariencia, sus giros súbitos y dominio literal de ambos perfiles lo hicieron brillar desde su debut, en el Santos brasilero, para luego consagrarse, sucesivamente, en el Barcelona y el Paris Saint-Germain. Al igual que Didí, Zico o Rivaldo, remata de modo exquisito y letal. Hoy por hoy, es capitán indiscutible de la selección auriverde, esa constelación de estrellas futboleras de primerísimo nivel. 

MOHAMED SALAH (Egipto)
POR: JERÓNIMO PIMENTEL

El regreso del faraón. 

El talento más grande que ha dado el fútbol egipcio es Mohamed Salah, con el perdón del Rey Mido. No solo ha devuelto a su país al primer orden, sino porque ha logrado romper el duopolio de Messi y CR7. Algunas armas tiene para sostener el reclamo: una zurda de ‘10’ sudamericano, ese enganche hacia afuera que recuerda al mejor Robben, versatilidad para desbordar por la banda o jugar de segundo delantero o de ‘10’ tradicional, fantasía en el uno a uno y gol, mucho gol. Sergio Ramos ha querido destruir al rey africano, pero ha fallado: los faraones son inmortales. 

ANTOINE GRIEZMANN (Francia)
POR: PEDRO ORTIZ

El poeta de la zurda es francés. 

Es zurdo. Con eso bastaría para definir a Antoine Griezmann, un estilista del balón que driblea, habilita y nunca perdona cuando está a tiro de gol. El emblema del Atlético de Simeone integra con Mbappé y Dembelé uno de los tridentes más temidos de Rusia 2018, ese que el ‘Mudo’, la ‘Sombra’ y 31 millones de peruanos desde nuestras casas tendremos que sufrir. Rubio, menudito, veloz, Griezmann no es Kopa, Zidane ni mucho menos Platiní, pero puede ser una mezcla de todos. En un frasco chico y explosivo. “Estoy bien y con plena confianza. Lo más importante es que estoy feliz”, le acaba de decir a L’Équipe. A sus 27 años, quiere hacer de Rusia su Mundial. Dependerá de los nuestros que ello no suceda.

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