“Esta noche cantaremos un millón de canciones. Todas son canciones sobre lo mismo. Espero que sea lo que vinieron a escuchar. En verdad todas son canciones sobre ustedes, nosotros y todos los que están en el escenario y en camino. Mañana habrá gente que leerá sobre esto y sabrá lo maravillosos que estuvieron ustedes. El mundo entero sabrá lo grandioso que es esto”. Eran poco más de las 5 de la tarde del viernes 15 de agosto de 1969 y Richie Havens tomaba el micrófono. Guitarra en mano, túnica conmovida y con ritmo proveniente de sus sandalias franciscanas, parecía un moreno gurú que al grito de “¡Freedom!” evangelizaba a la multitud, recordándoles que si bien el hombre había conquistado la luna hacía solo un mes, esos 3 días serían otras energías cósmicas las que conquistarían a los cerca de 500 mil feligreses del rock que llegaron hasta allí. El Festival de Música y Arte de Woodstock había comenzado.
Los 4 fantásticos
”Esta generación se está separando de las generaciones antiguas y de la cultura antigua. Miren cómo están unidos, sin policías, sin armas y sin problemas. Todos unidos, ayudándose los unos a los otros. Está funcionando. No importa lo que pase después. Esto ha funcionado. Esto es posible. Este acontecimiento es prueba de nuestra unidad”. Son palabras dichas durante el festival por Michael Lang. Lang descrito como un “alegre duende cósmico con pelo largo y rizado”, tenía 24 años cuando buscó a Artie Kornfeld, - que a sus 26 años tenía ya un lustro ocupando el cargo de vicepresidente de Capitol Records-, se hizo amigo suyo y le manifestó la idea de hacer un festival en grande. El alegre duende ya había realizado el Festival Pop de Miami, de dos días de duración, con 40 mil felices asistentes, así que se sentía capaz de tomar el riesgo. Pero la posibilidad solo se concretó después de armar algunos porros, comentar unos pocos sueños, darle un vistazo al diario y encontrar un aviso que decía: "Jóvenes con capital ilimitado en búsqueda de interesantes propuestas de negocios y legítimas inversiones". De inmediato se pusieron en contacto con John P. Roberts (el único fallecido hasta hoy, el 2001) y Joel Rosenman, también de 26 y 24 años, autores del tentador aviso. Si bien es cierto que los planes iniciales incluían montar un estudio de grabación, el lugar deseado para hacerlo realidad siempre fue Woodstock. Sin embargo, algunos problemas con las autoridades del lugar los hicieron mudar el evento a Bethel. Bíblico nombre para el pueblo que abrigaría un evento que ninguna profecía podría haber vaticinado, pues las 50 mil personas que esperaban se multiplicaron casi por diez. Así lo vio Artie Kornfeld, uno de los cuatro gestores de la cita: “¡El cambio que ha sucedido en mí en los últimos 3 días! ¡En los últimos 3 millones de años yo he… -“¿De qué cambio habla?”, lo interrumpe un entrevistador- “De ver, de darse cuenta de lo importante. Si no podemos vivir juntos y felices, si tenemos miedo de pasear en la calle o sonreírle a alguien, ¿qué clase de vida es esa?”
Mad Max
“Ustedes han demostrado al mundo que medio millón de jóvenes se pueden reunir y tener tres días de diversión y música y no tener más nada que diversión y música y que Dios los bendiga por eso”. La multitud aplaudió como si se tratara de la mayor de las estrellas del evento. Pero no. ¿O sí? Era un señor con pinta de buen vecino, llamado Max Yasgur. Él era el dueño de la granja de 600 acres donde se estaba llevando a cabo el festival. Su convincente hijo Sam lo hizo sobreponerse a la negativa y amenazas del pueblo y alquilar el lugar, por lo que los organizadores decidieron darle la oportunidad de dirigirse al público. Como se desprende de sus palabras, su buena onda fue conmovedora. Según cuenta una de esas anécdotas que en 40 años han surgido sobre todo lo relacionado a esos días inolvidables, Max Yasgur viajó a Israel cerca de dos años después del festival y tuvo la oportunidad de conocer al primer ministro, David Ben-Gurion. Ben-Gurion saludaba a los invitados uno por uno. Entonces, fue su turno. Max le dijo a Ben-Gurion, 'Yo soy Max Yasgur de Bethel' y Ben-Gurion estrechó su mano y dijo, 'Ah sí, donde fue el festival de Woodstock, ¿No es así?'. El sencillo granjero y productor de leche también fue homenajeado por artistas como Mountain, en la canción “For Yasgur´s Farm”, y Joni Mitchell, en su tema “Woodstock”. Curiosamente, Joni Mitchell no asistió al festival por una extraña decisión de su agente. Gracias a Woodstock, el buen Max gozó de mucha popularidad posterior, aunque murió de un infarto apenas 4 años después, en 1973. Una hermosa placa colocada en el lugar, que mantiene hoy su misma apariencia bucólica, recuerda esos 3 días que cambiaron al mundo.
Buscando un símbolo de paz
A estas alturas no hay nadie que no conozca el símbolo del festival, una paloma blanca sentada sobre el mango de una guitarra. El autor de tan mítica imagen fue el artista Arnold Skolnick (que hoy tiene 82 años). Los 4 promotores pensaban que sería importante mencionar reiterativamente la palabra “paz” en la promoción del evento, considerando que, sin duda, sería escenario de distintas manifestaciones, tanto del público como entre los artistas, contra la Guerra de Vietnam. Entonces, le comentaron la idea a Skolnick. La paloma de Woodstock es realmente una Catbird (Dumetella carolinensis), originalmente posada sobre una flauta. Según contó el artista hace varios años a la revista Rolling Stone, él estaba en su refugio de Long Island dibujando Catbirds todo el tiempo. "Primero lo senté sobre una flauta. Me la pasaba escuchando jazz en ese tiempo, y supongo que por eso lo hice. Lo senté sobre una flauta por un día, y finalmente terminé por ponerlo sobre una guitarra". Así se gestó uno de los símbolos más reconocibles de la historia del rock.
Música, maestro
“Estados Unidos es un país muy poderoso. Recientemente, en el oriente, el nieto del gran Mahatma Gandhi me preguntó ¿Qué está pasando en Estados Unidos? Le dije, 'El país se está completando. Ha ayudado al mundo entero en la esfera material. Llegó el momento de que ayude al mundo en la esfera espiritual”. Quien se dirigió a la multitud con esas palabras, pocos minutos después de la emocionante performance de Richie Havens, fue Sri Swami Satchidananda (también conocido como Sri Gurudev). Aparece en el documental del festival, contemplando incrédulo a una masa de jóvenes americanos que él imaginaba con corbatas, formalidades y cabellos cortos. Sri Gurudev está considerado como uno de los maestros de yoga más venerados del siglo XX. Muchos lo veían como un apóstol de la paz, y un ejemplo vivo de las enseñanzas de auto-realización oriental. Por eso, fue considerado para dar la bendición inicial al festival. Falleció casi a los 90 años, en el 2002.
Sin rebelión en la granja
“Me llamo Hugh Romney de “La Granja de los cerdos”. Yo no creo en la posibilidad de un mal viaje ácido. Los llamamos “viajes extraviados”. Después de media hora convertimos a nuestros pacientes en médicos para que ayuden a los otros que tomaron demasiado. Algunos dicen que el ácido malo es veneno. No es verdad, es sólo ácido mal fabricado. No crean que se tomaron veneno. Si quieren experimentar, tómense media tableta nada más. ¿OK?, Gracias” Hugh, hoy de 83 años y también conocido como Wavy Gravy (apodo que, según dicen, le puso B.B King), es un activista por la paz y ecologista, “payaso oficial” de Grateful Dead y líder de la “Granja de los cerdos”, un colectivo, convertido luego en comuna, que se encargó de la seguridad y alimentación de los asistentes al festival. Esos 3 días llamó a su equipo la “Please Force”, en referencia a sus peculiares tácticas para mantener el orden (“por favor no hagas esto, mejor haz esto otro”). Interrogado por los periodistas sobre qué tipo de herramientas pretendía usar para evitar el caos durante el evento, su respuesta instantánea fue "Tartas de crema y botellas de champán". “Todos somos la misma persona intentando darnos la mano con nosotros mismos”, afirmó alguna vez. Sin duda, una hermosa alma hippie.
Documental fundamental
Tenía solo 27 años pero ya había ganado cierto prestigio como camarógrafo, director de fotografía y director de cine independiente, pero Michael Wadleigh, que no era egresado de cine sino médico cirujano, no sabía que estaba por llegarle la oportunidad de su vida. Años antes había filmado a personajes como Martin Luther King, al senador Bobby Kennedy y a George McGovern (perdedor frente a Nixon de las elecciones presidenciales en 1968) hablando a los americanos en plena campaña. Los organizadores del festival lo contactaron para realizar el documental sobre el evento y luego cerraron un acuerdo con la Warner para distribuir el filme y obtener las ganancias que el festival, gratis desde sus primeras 24 horas, no les daría. Entre sus principales colaboradores estuvieron Martin Scorsese y Thelma Schoonmaker, hasta hoy fiel editora de los filmes del director de “Buenos Muchachos”. El documental “Woodstock, 3 Days of Peace & Music”, obtuvo un Oscar en su categoría y sirvió como inmejorable testimonio del mayor evento musical de la historia. Michael Wadleigh tiene hoy 76 años.
Humor ácido
“Interpreten como quieran el siguiente aviso: El ácido color café que está circulando no es bueno. Le sugerimos que lo eviten si es posible. Por favor, estén alerta”. La singular advertencia era comprensible en tiempos en los que reinaba la sicodelia y el consumo de diversas sustancias era el común denominador de aquella generación. Se dice que el 90% de asistentes a Woodstock fumó hierba y que un porcentaje importante también consumió LSD. No es de extrañar, considerando que el cartón de ácido costaba solo 4 dólares (y el paquete de 30 gramos de ganya costaba $15, según la revista Rolling Stone). Chip Monck, responsable del aviso que buscaba evitarles malos trips a muchos jóvenes, fue el maestro de ceremonias oficial del festival. Presentó a cada uno de los artistas y entre sus labores estuvo, incluso, anunciar uno de los dos partos que ocurrieron. Hoy cuenta con 80 años y es conocido como “el David W. Griffith de los escenarios” o “El abuelo de las producciones de rock and roll”. Además, participó decisivamente en la iluminación y el diseño de escenario para el mismo Woodstock, el Monterey Pop Festival, tours de The Rolling Stones y, poco después, el Concierto por Bangladesh.
La cámara sin los horrores
“Creo que lo que más me cambio tras esos 3 días, fue el darme cuenta de que había mucha gente que, como yo, creía en la paz y el amor, que ya vivían en comunidades. Woodstock tuvo el mérito de juntarlos, y eso se transformó en una extensión de mi vida, fue extender la manera en la que yo quería vivir. Woodstock no fue sexo, drogas y rock and roll, como lo han tratado de presentar. Woodstock era paz y amor y eso nos marcó a todos”. Dejando un momento el lente de su cámara en silencio, Elliot Landy tomó la palabra y dijo esa significativa frase en declaraciones brindadas el 2009 al diario El Mercurio, de Chile. Landy fue el fotógrafo oficial del festival y quien se acercó, como nadie, a quienes todos querían acercarse: Janis Joplin, Grace Slick, Jimi Hendrix, etc. A través de sus ojos se coronó el sueño hippie. Hoy tiene 77 años y sigue fotografiando.
Así fue Woodstock
Día 1: Desde la tarde del 15 de agosto
Después de las visionarias palabras de Havens y de la bendición de Sri Gurudev, fue Country Joe McDonald quien se apoderaría del escenario. “Give me and F”, extracto coral del tema Fish Cheer, fue su grito de batalla más recordado, paso previo para deletrear un contundente y multitudinario FUCK, dedicado al gobierno de Nixon y a la Guerra de Vietnam. Luego aparecería el buenón de John Sebastian, Sweetwater (con su vocalista de 17 años, Nancy Nevins, que poco después sufriría un accidente que la dejaría en coma por largo tiempo), Incredible String Band, la cantante folk Bert Sommer, Tim Hardin (que antes había andado ebrio por los camerinos), Ravi Shankar, Melanie (quien había buscado directamente a Michael Lang para que la invite al evento a cantar su emblemática “Beautiful people”), Arlo Guthrie (hijo del mítico Woody Guthrie), y Joan Baez, que estaba en cinta y le dedicó una canción a su esposo, David Víctor Harris, encarcelado por negarse a combatir en Vietnam. El 15 de agosto fue el día destinado a la música folk, porque los helicópteros que tuvieron que llevar a los artistas (dado el impresionante atoro de tráfico que se vivía en los caminos de acceso) solo permitía actos de una sola o de pocas personas.
Día 2. Desde el mediodía del sábado 16 de agosto
Mientras las bandas Quills y Keef Hartley Band ponían a tono al público, un joven Carlos Santana se inyectaba una fuerte dosis de heroína. El famoso productor Bill Graham había intercedido para que él y su emergente banda de sonido latino estuvieran presentes, pero Carlitos pensó que tocarían recién horas más tarde. Como él mismo ha contado en numerosas entrevistas, en medio de su pasuchi estado, fue llamado de emergencia al escenario y sólo atinó a pedir ayuda divina para no equivocarse. Lo que lograron tanto él como sus músicos (donde destacaba el baterista Michael Shrieve, de solo 20 años, el más joven en tocar en Woodstock junto a Nancy Nevins) fue una performance considerada entre las mejores en vivo del siglo XX. Luego aparecerían en escena Canned Heat, Mountain, Janis Joplin (también en heroína y con una botella de whisky en la mano derecha. Moriría poco más de un año después), Sly & The Family Stone, Grateful Dead (aunque su líder, Jerry García, era una eminente figura de la contracultura, admitió tiempo después que aquella fue la peor actuación de la banda, por haber estado “muy drogados”), C.C Revival y una extraordinaria y portentosa The Who, que hizo el set más largo del festival, con 24 temas. También fue famosa la interrupción durante esta tocada del activista político Abbie Hoffmann, quien quería denunciar la prisión de otro activista, John Sinclair, pero fue sacado del escenario por Pete Townshend a golpe de guitarra. La jornada musical, que se prolongó durante toda la madrugada, fue sellada por Jefferson Airplane y la famosa frase de Grace Slick “morning maniac music”, desde las 8 de la mañana del domingo 17.
Día 3: Desde las 2pm del domingo 17 de agosto, hasta el mediodía del lunes 18
Antes de la tormenta que hiciera que el festival se suspendiera por algunas horas (según no pocos paranoicos, la tormenta era obra de los militares norteamericanos, para arruinar un evento eminentemente pacifista. Pero lo cierto es que el ejército participó activamente en alimentar y vestir a todos los que podían, así como en trasladar a los músicos para que llegaran al concierto, ironías aparte) fue Joe Cocker el que incendió a la multitud desde el corazón de batik que vestía su garganta, agitando sus manos al compás de una guitarra imaginaria. With a Little help from my friends, escrita por Lennon y McCartney, se convirtió, gracias a él, en todo un himno generacional y en el tema más representativo del festival. Antes de eso, Cocker había cantado, como máximo, para 300 personas. Luego fue el turno de Ten Years After, The Band, Blood, Sweat & Tears, Johnny Winter, Crosby, Stills, Nash & Young (quienes, aunque eran ya artistas reconocidos por haber integrado otras bandas, era la segunda vez que se presentaban juntos en vivo), Paul Butterfield Blues Band y Sha-Na-Na. El cierre, a las 9 de la mañana del lunes 18, fue para Jimi Hendrix y su guitarra Fender Stratocaster blanca. Nunca nadie había bombardeado a un pueblo con un instrumento musical, hasta que Jimi lanzó los misiles del himno norteamericano, Star-Spangled Banner, que sonaba como confundido entre las explosiones de un Vietnam remoto, pero presente y cercano a la vez. El sueño había terminado.
¿No es más que un hasta luego?
Aunque el ex presidente norteamericano Ronald Reagan definiera a los hippies como “tipos con el pelo como Tarzán, que caminan como Jane y que huelen como Chita”, lo cierto es que para muchos el movimiento hippie hizo más por el fin de Vietnam que todos los políticos americanos juntos. Woodstock fue la culminación de un proceso de movilizaciones mundiales en busca de un gran cambio, que incluía eventos como la trágica Matanza de Tlatelolco en México, el Mayo francés o la Primavera de Praga. Y a pesar de las colas, la falta de servicios higiénicos, las aglomeraciones de autos y la lluvia, gran parte de los asistentes, sin duda, sintió que encontró la respuesta definitiva a algo. Eso, a pesar de que un anónimo joven se mostrara escéptico en el documental. “Gente que está perdida ha venido aquí buscando alguna clase de respuesta que no existe. Tantos cientos de miles de personas no vinieron solamente a escuchar música. ¿La música es tan importante? No creo. La gente no sabe cómo vivir ni que hacer y creen que aquí encontrarán la solución”.
50 años después, ¿se puede decir que fue así?
Este artículo fue publicado hace 10 años en la revista Dedo Medio