"Mujeres a contracorriente", por Carlos Galdós. (Ilustración: José Carlos Chihuán Trevejo)
"Mujeres a contracorriente", por Carlos Galdós. (Ilustración: José Carlos Chihuán Trevejo)
Carlos Galdós

En ese entonces circulaban las ‘maquetas’ como hoy circula el ‘dale like y compartir’ en las redes sociales. Bastaba que llegara a manos de cualquier compinche el nuevo material fonográfico para inmediatamente ser regrabado una y mil veces. ¿Dónde compraste ese cassette? ¿En Disco Centro? No, mi estimado, esta música la encuentras en La Nave de los Prófugos, en la puerta de la Villarreal, en La Colmena. También en el segundo piso de Galerías Brasil. Y si vas a los conciertos, a lo mejor hay alguien que esté vendiendo. Nuestras revistas eran los fanzines (fotocopia de la fotocopia de la fotocopia de revistas caseras únicas en su género, estilo, composición y diagramación). También existía Esquina tu revista rock. Nos poníamos imperdibles en la ropa, calzábamos chancabuques, jeans rasgados, desteñidos, negros, camisas de franela a cuadros, polos con la A de anarquía en el pecho. Tardes de conciertos en la discoteca No Helden de la calle Chincha, a media cuadra de la Av. Garcilaso de la Vega. Más música en vivo en La Jato Hardcore de Barranco, exactamente a una cuadra de la comisaría. Mucho ‘pogo’ en la emblemática casona Magia, de la Av. Brasil, y alguno que otro hueco en el Centro de Lima, como la cooperativa del sindicato de trabajadores de no me acuerdo qué, en Cailloma. Éramos una tribu, con nuestros propios códigos, los mismos ideales, la misma rabia, mucha frustración y demasiadas ganas de gritar. Movida subterránea le llamaron, y en medio de tanto calzoncillo aparecía nuestra reina punkeke, la célebre María T-Ta, la pionera del rock feminista peruano.

En un espacio impensado para una chica, María T-Ta aparecía siempre con su espantosa voz, sus pelos de colores, casaca de cuero, botas negras. Una verdadera estrella del rock, al límite de todo, desbordada y fatalmente entregada a lo que no se debe hacer ni consumir. Patricia Roncal murió hace seis años por culpa del cáncer. Se te extraña, María T-Ta y EMPUJÓN BRUTAL.  

...

Acabo de conversar con Susy Díaz en la tele y tengo que decirles que la noté cansada. No fue solo mi impresión, sino la de todo el equipo de producción y técnico. Durante el corte comercial iban y venían los comentarios por ‘interno’: Susy está cansada, Susy ya no es la de antes, Susy ya no jala, igual le voy a Susy. Siempre dispuesta al chiste rápido y jugando con el doble sentido, me pide que le dé unos minutos para que diga sus ‘dietas’ y su cherry. La dieta del estudiante: darle hasta que aguante; la dieta del huevo: con uno nuevo; la dieta del mero loco: hacerlo como loco; la dieta de la Caperucita: solo la cabecita. Todos en el set le celebramos compasivamente los chistes. Susy Díaz, desde la exagerada actitud de parecer siempre en la luna de Paita, ha sabido conectar con la gente. No en vano obtuvo diez mil votos que la llevaron al Congreso de la República. Su última humorada creativa ha sido tratar de convencer a todo el país de que ha visto a Augusto Polo Campos dibujado por unas nubes en el cielo y que además le ha mandado un mensaje. Lo dice con aplomo, seria, convencida. Nos vamos al corte comercial y no me aguanto las ganas de decirle: “Déjate de joder, Susy, por qué lo haces”. Acto seguido me responde: “Sí, Carlos, en serio que lo he visto y no me deja dormir, no vaya a ser que en la noche venga como el viento en punta y me haga algo”. Luego me cuenta que está hospedando a unos venezolanos, que tiene un hostal, que no puede dejar de trabajar y de pronto 3, 2, 1, ¡al aire! Se encienden las luces del estudio.  

Esta columna fue publicada el 17 de febrero del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

MÁS EN SOMOS: 

Contenido sugerido

Contenido GEC