El actor Guido Camia se viste como neandertal en una fogata cerca del poblado de Chianale, cerca de la frontera con Francia, y antiguo hábitat de esta especie. Hasta la fecha se han encontrado alrededor de cuarenta especímenes de neandertales en toda Eurasia.
El actor Guido Camia se viste como neandertal en una fogata cerca del poblado de Chianale, cerca de la frontera con Francia, y antiguo hábitat de esta especie. Hasta la fecha se han encontrado alrededor de cuarenta especímenes de neandertales en toda Eurasia.
/ MARCO BERTORELLO
Agencia AFP

La extinción de los sigue siendo un misterio, pero el estudio de un espécimen de la región francesa del Ródano, cuya línea genética pasó 50.000 años sin mezclarse con otros grupos, abre una nueva hipótesis: su aislamiento genético.

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El hombre de Neandertal habitó Eurasia hasta hace unos 40.000 años, coexistiendo con nuestro ancestro, el Homo sapiens, antes de desaparecer.

“Fue el último momento en que hubo varias humanidades en la Tierra, un momento estratégico y profundamente enigmático, ya que no entendemos cómo una humanidad entera, que existía desde España hasta Siberia, pudo extinguirse repentinamente”, señala Ludovic Slimak, investigador de la Universidad Paul Sabatier en Toulouse y coautor de este estudio publicado el miércoles en la revista Cell Genomics.

El espécimen, llamado “Thorin” en referencia a un personaje del escritor J.R.R. Tolkien, fue encontrado en 2015 en la cueva Mandrin (Drôme), habitada alternativamente por neandertales y Homo sapiens.

El hallazgo es raro. Se trata del primer neandertal descubierto en Francia desde 1978. En toda Eurasia, solo se han encontrado alrededor de cuarenta.

“Tan pronto como el cuerpo salió a la luz, envié un pequeño fragmento óseo, un trozo de molar, a Copenhague para que los equipos con los que colaboramos hicieran los análisis genéticos. Llevábamos diez años intentando obtener ADN en Mandrin, ya fuera de animales o humanos, pero nunca lo habíamos logrado, ya que el ADN se degrada muy rápido cuando los restos salen del suelo”, relata Slimak.

Cuando llegaron los resultados, hubo confusión. Según los análisis arqueológicos, “este cuerpo tenía entre 40.000 y 45.000 años, pero para los genetistas, tenía 105.000 años. Una de las dos partes debía estar equivocada”, explica.

Consanguinidad

Se necesitaron siete años de investigación para resolver el enigma. Análisis isotópicos demostraron que Thorin vivió en un clima muy frío, correspondiente a la era glacial, que solo los neandertales tardíos experimentaron.

Sin embargo, su genoma es muy antiguo. “Es un vestigio de las primeras poblaciones de neandertales en Europa”, indica el genetista y autor principal Martin Sikora de la Universidad de Copenhague en un comunicado.

La línea que lleva a Thorin se habría separado de la de otros neandertales tardíos hace unos 105.000 años”, afirma.

Después, esta línea pasó 50.000 años “sin ningún intercambio genético con los neandertales europeos clásicos”, incluso con poblaciones que vivían a solo dos semanas de distancia, explica Slimak.

Un aislamiento impensable para su primo el Homo sapiens, especialmente porque el valle del Ródano era en esa época uno de los principales corredores migratorios entre el norte de Europa y el Mediterráneo.

La arqueología ya nos decía desde hace tiempo que las poblaciones neandertales vivían en territorios muy pequeños, de unas pocas decenas de kilómetros alrededor de un sitio”, recuerda el arqueólogo. Se sabía que vivían en pequeños grupos, con problemas de consanguinidad.

En el caso de los sapiens, “tenemos territorios infinitamente más amplios, de decenas de miles de kilómetros cuadrados. La difusión de objetos, conchas, la sociabilidad y la construcción de redes sociales estructuradas son universales en todos los sapiens”, añade.

Estas dos poblaciones “no entendían ni organizaban el mundo de la misma manera”, explica este experto.

Según él, estos factores son “una clave fundamental para entender” la extinción de los neandertales.

Cuando estás aislado durante tanto tiempo, limitas la variación genética disponible, lo que significa que tienes menos capacidad para adaptarte a los cambios climáticos y patógenos. Además, te limita socialmente, ya que no compartes ni evolucionas como población”, subraya Tharsika Vimala, genetista de la Universidad de Copenhague y coautora del estudio.

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