La cuenca del Amazonas podría ser identificada, por primera vez, como región de origen dominante del agua que cae en el desierto de Atacama (Chile), según un estudio de científicos alemanes que publica hoy Geophysical Research Letters.
Desde la selva, el vapor de agua elevado viaja más de 2.000 kilómetros hacia el oeste, cruza los Andes y va al sureste sobre el Pacífico para formar las precipitaciones sobre el desierto de Atacama.
El equipo, encabezado por Christoph Böhm, del Instituto de Geofísica y Meteorología de la Universidad de Colonia, ha identificado las llamadas cintas transportadoras de humedad (MCB) como el principal mecanismo de las precipitaciones, que representan entre el 40 y el 80 %.
Aparte de los polos, ese desierto es la región más seca de la Tierra, con unas precipitaciones anuales inferiores a 2 litros por metro cuadrado
Hasta aquí se habían identificado dos vías de suministro de agua al desierto: las lluvias de verano por los vientos húmedos del este (el Alto Boliviano) y de las de invierno asociadas a las trayectorias de las tormentas del oeste.
Los autores consideran que ahora podría incluirse un tercer mecanismo, el del Amazonas que, a través de las MCB, da lugar a eventos de precipitación extrema, explicó Böhm en un comunicado.
Se trata de fenómenos meteorológicos especiales que presentan un fuerte transporte de vapor de agua a través de largas distancia y sin mucho intercambio con el aire húmedo subyacente del Pacífico a lo largo del viaje.
Cuando la banda de vapor de agua originada en la cuenca del Amazonas llega a Atacama desde el noroeste, el flujo de aire tiene que atravesar la cordillera costera de hasta 2.500 metros, así el aire se ve obligado a ascender, lo que provoca un enfriamiento y la formación de precipitaciones.
Böhm indicó que cuanto más intensa sea la precipitación, más probable es que esté asociada a esa cinta transportadora de humedad y señaló un caso concreto en el que una región de la parte más seca del desierto recibió más de 50 litros por metro cuadrado, lo que superó la media anual en diez veces.
Para las especies altamente adaptadas a la sequedad, la repentina disponibilidad de agua puede provocar la muerte, pero al mismo tiempo esos episodios lluviosos desencadenan explosiones biológicas como el espectacular desierto florido.
Además, la escorrentía generada por las fuertes precipitaciones es capaz de desplazar restos y remodelar el paisaje. Las huellas de tales actividades, como la deposición de polen y carbono orgánico o el material movido de diferentes tamaños de grano, se manifiestan en el suelo del desierto y se conservan a través de la sequedad duradera.
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