Cuando los primeros agricultores de medio oriente se dieron cuenta que era más efectivo domesticar animales que cazarlos intentaron aprovechar 'todos' sus beneficios, como beber su leche. El problema radicó en que a sus cuerpos adultos les resultaba imposible procesar la lactosa. Con el paso de los siglos, el hombre pasó por una mutación genética que le permitió poder tomar leche de vaca, cabra y otros animales.
Los agricultores que hace 10 mil años tuvieron la idea de beber leche migraron a Europa, que ya estaba habitada por cazadores. Fue en el 'Viejo continente' que, hace 7.500 años, sus cuerpos mutaron para volverse tolerantes a la lactosa. Así, fueron capaces de aprovechar diferentes nutrientes y tener alimento cuando no había buenas cosechas: los cazadores desaparecieron, los agricultores sobrevivieron y fortalecieron y esparcieron sus genes por el mundo.
El descubrimiento de que estos agricultores europeos aprovecharon la leche nació de la excavación que realizó el arqueólogo Peter Bogucki en las llanuras fértiles de Polonia en la década de 1970. Descubrió que la gente que vivía allí hace 7 mil años utilizó artículos de alfarería similar a un artilugio para fabricar quesos. La geoquímica Mélanie Roffet-Salque dijo en 2011 que estos objetos se utilizaron para separar los sólidos de la leche grasa del suero líquido.
Según la revista científica "Nature", durante la era glacial más reciente, la leche era esencialmente una toxina para los adultos. A diferencia de los niños, ellos no podían producir la enzima lactasa necesaria para descomponer el azúcar de la leche, la lactosa. Pero con el paso del tiempo, los ganaderos aprendieron a reducir la lactosa en los productos lácteos hasta niveles tolerables mediante la fermentación produciendo yogurt y queso.
La mutación genética se produjo durante la producción antes explicada. La misma se extendió por Europa y permitió al hombre producir lactasa y beber leche. La adaptación produjo una rica fuente de nutrición y pudo haber sido un factor primordial para los cazadores que vivieron en la zona durante milenios desaparezcan ante el dominio de los agricultores, según Mark Thomas, genetista de población del University College de Londres.
Los niños pequeños, casi universalmente, producen lactasa, la misma que les permite digerir la lactosa de la leche materna. Mientras crecen, la mayoría, 'pierde' este gen. "Nature" dice solo el 35 por ciento de la población mundial es capaz de digerir lactosa después de los siete u ocho años de edad. Según expertos, las personas que tienen esta capacidad se debe a su más que probables antepasados europeos.
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