Esta foto del folleto muestra tigres de Tasmania o tilacinos fotografiados en el zoológico de Beaumaris en Hobart, en el estado australiano de Tasmania, en 1918. (Foto: TASMANIAN MUSEUM AND ART GALLERY / AFP)
Esta foto del folleto muestra tigres de Tasmania o tilacinos fotografiados en el zoológico de Beaumaris en Hobart, en el estado australiano de Tasmania, en 1918. (Foto: TASMANIAN MUSEUM AND ART GALLERY / AFP)
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Agencia Europa Press

Las especies pueden desaparecer de nuestras sociedades, culturas y discursos al mismo tiempo que, o incluso antes, se extinguen biológicamente por diversas acciones humanas.

En un estudio publicado en ‘Trends in Ecology & Evolution’, un grupo internacional e interdisciplinario de científicos descubrió que el hecho de que una especie se extinga socialmente depende de muchos factores. Entre ellos, su carisma, sus valores simbólicos o culturales, si se extinguió y hace cuánto tiempo, y lo distante y aislada que esté su área de distribución de los humanos.

El doctor Diogo Verissimo, investigador del Departamento de Zoología de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y coautor del estudio, afirma que “la extinción de una sociedad no sólo se produce en el caso de los animales, sino también en el de los seres humanos”.

Según explica, “la extinción social se produce no sólo en las especies extinguidas, sino también en las que aún viven entre nosotros, a menudo debido a los cambios sociales o culturales, por ejemplo, la urbanización o la digitalización de la sociedad, que pueden cambiar radicalmente nuestra relación con la naturaleza, y conducir a la pérdida colectiva de la memoria”.

Un ejemplo que dan los investigadores es la sustitución de la medicina tradicional a base de hierbas por la medicina moderna en Europa. Se cree que esto ha degradado el conocimiento general de muchas plantas medicinales, haciendo que se extingan socialmente.

Como cada vez hay más especies amenazadas o extinguidas, también se aíslan de las personas. Esto conduce a la extinción de la experiencia: la pérdida progresiva de nuestras interacciones cotidianas con la naturaleza. Con el paso del tiempo, estas especies pueden desaparecer por completo de la memoria de las personas.

Por ejemplo, los estudios realizados entre las comunidades del suroeste de China y los pueblos indígenas de Bolivia han demostrado la pérdida de conocimientos locales y de la memoria de las especies de aves extinguidas.

Sin embargo, también puede ocurrir lo contrario. “Las especies también pueden seguir siendo conocidas colectivamente después de haberse extinguido, o incluso hacerse más populares -explica el doctor Uri Roll, coautor e investigador de la Universidad Ben-Gurion del Negev, en Israel-. Sin embargo, nuestra conciencia y memoria de estas especies se transforma gradualmente y a menudo se vuelve inexacta, estilizada o simplificada, y se disocia de la especie real”.

Por ejemplo, después de que el guacamayo de Spix se extinguiera en la naturaleza, los niños de las comunidades locales de su antigua área de distribución creían erróneamente que esta especie residía en Río de Janeiro, debido a su aparición en la película de animación Río.

“La mayoría de las especies no pueden extinguirse socialmente, sencillamente porque, para empezar, nunca tuvieron una presencia social”, lamenta el doctorIvan Jaric, autor principal del estudio e investigador del Centro de Biología de la Academia Checa de Ciencias.

“Esto es habitual en especies poco carismáticas, pequeñas, crípticas o inaccesibles, especialmente entre los invertebrados, las plantas, los hongos y los microorganismos, muchos de los cuales aún no han sido descritos formalmente por los científicos ni son conocidos por la humanidad -prosigue-. Sus disminuciones y extinciones permanecen silenciosas y no son vistas por las personas y las sociedades”.

Por su parte, el doctor Josh Firth, coautor del estudio e investigador del Departamento de Zoología de Oxford, subraya que “las extinciones sociales pueden afectar a los esfuerzos de conservación destinados a proteger la biodiversidad porque pueden disminuir nuestras expectativas del medio ambiente y nuestras percepciones de su estado natural, como lo que es el estándar o lo relativamente saludable”.

Las investigaciones posteriores del equipo evaluarán ahora cómo las extinciones sociales pueden producir percepciones falsas de la gravedad de las amenazas a la biodiversidad y de las verdaderas tasas de extinción, y disminuir el apoyo público a los esfuerzos de conservación y restauración, como la reintroducción del castor euroasiático en el Reino Unido.

“La extinción social puede reducir nuestra voluntad de perseguir objetivos de conservación ambiciosos. Por ejemplo, podría reducir el apoyo público a los esfuerzos de rewilding, especialmente si esas especies ya no están presentes en nuestra memoria como partes naturales del ecosistema”, concluye Jaric.

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