Brasil quiere ponerse a la vanguardia científica mundial con su acelerador de partículas de cuarta generación, un ambicioso proyecto que, en fase final de construcción, se está dando de bruces con la realidad de los recortes presupuestarios estatales.
Sirius, bautizado como la estrella más brillante del firmamento nocturno, es el proyecto más ambicioso de la ciencia nacional y está ubicado en el Laboratorio Brasileño de Luz Sincrotrón (LNLS), en Campinas, en el estado de Sao Paulo.
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Su pieza central es un anillo de 518 metros de circunferencia en el que electrones giran a enorme velocidad y emiten la luz sincrotrón, una especie de rayos X muy potente que permite atravesar materiales para ver en detalle su composición.
Cuando el LNLS comenzó a diseñarlo, en 2012, sólo un acelerador con características semejantes estaba en obras. Cuatro años más tarde el MAX IV, en Suecia, se convirtió en el primer superlaboratorio de cuarta generación en funcionar.
Francia está modernizando su laboratorio de tercera generación, el EBS, que prevé operar en el verano boreal de 2020, pero Brasil aún puede convertirse en el segundo país en inaugurar una estructura de cuarta generación.
"El tiempo es muy importante en ciencia", recuerda Harry Westfahl Junior, director científico del LNLS. "Si pudiésemos funcionar hoy, éste sería sin duda el sincrotrón de mayor brillo del mundo. Si ocurre en una década, será un excelente sincrotrón, pero no el más competitivo", dice.
Con capacidad para cuarenta estaciones de investigación, Sirius estrenaría con trece en 2020, sin embargo limitaciones presupuestarias obligaron a reformular el cronograma.
La expectativa es que el supermicroscopio arranque en fase de pruebas con seis estaciones, último paso antes de abrir el espacio a investigadores, y avance al ritmo que los recursos permitan, explicó José Roque, director del LNLS, en entrevista telefónica.
"Lo importante es comenzar a operar el Sirius cuanto antes", agregó.
“Oscurantismo”
Brasil atraviesa una difícil situación económica y para equilibrar las cuentas públicas el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro profundizó los recortes presupuestarios -en áreas como educación y ciencia- iniciados durante la gestión de la izquierdista Dilma Rousseff y seguidos por el conservador Michel Temer.
Sirius, presupuestado en 585 millones de dólares, es financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Este año el superlaboratorio sólo ha recibido 30% de los recursos previstos.
"Obvio que aún hay incertidumbres", pero "hasta ahora nada indica que no podemos concluir el año que viene", dice Roque.
El director del LNLS advierte que el financiamiento público en ciencia no puede ser substituido por aportes privados.
“Un discurso medio oscurantista puede llevar a cuestionar que no todo (en la ciencia) es útil... eso es lo mismo que cuestionar la evolución. Si miras las ideas que se volvieron tecnología, el iPhone llegó con grandes inversiones públicas en ciencia, no fue solo una empresa que invirtió”, comentó Westfahl.
El impacto de los cortes presupuestarios en las becas y la formación académica también preocupa a los científicos.
Para acompañar un proyecto de esta envergadura, “es importante que los investigadores estén en la frontera del conocimiento”, dice Westfahl, “y para eso necesitas inversión”.
Incontables aplicaciones
Brasil ingresó al restricto club de países con tecnología sincrotrón al inaugurar su primer laboratorio en 1997. Aunque el UVX, de segunda generación, llegó tarde a escena para ser considerado un competidor internacional, posicionó al país latinoamericano y es aún el único de su tipo en la región.
Concebido inicialmente como una actualización de tercera generación, Sirius subió la apuesta cuando el equipo científico asumió el reto de construir, no una excelente máquina, sino una de referencia mundial.
El Sirius fue erigido en Campinas a pocos metros del UVX, que está con los días contados después de dos décadas de servicio. Desde afuera, parece concluido, pero adentro, obreros instalan las estaciones en el recinto con impecables condiciones.
“No consigo ver un instrumento que tenga una alcance más diverso que éste”, dice Westfahl caminando alrededor del anillo, corazón del Sirius.
El físico de 47 años explica que las aplicaciones prácticas de la máquina son incontables, por lo que es imposible cuantificar cómo la ciencia podría beneficiarse cuando la luz ilumine las estaciones, ahora solo esqueletos que salen de la tangente del anillo.
Fuente: AFP
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