El panorama era desolador. Los restos de 34 cóndores y otras siete aves rapaces estaban desperdigados en una quebrada en el sur de Bolivia cuando llegaron los investigadores. De inmediato empezaron a indagar sobre las causas de esta muerte masiva del ave emblemática de Sudamérica.
La alerta la dio el Bioparque Urbano de Tarija, a través de sus redes sociales, luego de que una comunidad de Tarija denunciara, a inicios de febrero, la presencia de todas estas aves muertas a lo largo de una quebrada ubicada aproximadamente a 20 kilómetros de la ciudad de Tarija.
“Es el primer caso de envenenamiento de cóndores en Bolivia que se documenta de esta forma”, dice el científico Diego Méndez, líder del proyecto Ecología del movimiento y conservación de buitres del Nuevo Mundo en Bolivia.
Méndez señala que hasta ahora no se había tenido reporte de un hecho de esta magnitud en Bolivia, sin embargo, mencionó que en Argentina sí se han registrado muertes masivas de cóndores producto del envenenamiento.
En 2020, el grado de amenaza del cóndor andino (Vultur gryphus) se elevó de categoría y pasó de ser una especie Casi Amenazada a Vulnerable, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La población de cóndores en Sudamérica está en declive y según cifras de la UICN bordea los 6700 individuos. Esta ave emblemática de Sudamérica habita en por lo menos siete países de la región: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
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Una amenaza constante
“Está confirmado que ha sido envenenamiento”, dice Juan de Dios Garay, biólogo de la organización Naturaleza Tierra y Vida (Nativa), quien formó parte del equipo de biólogos y veterinarios que viajó hasta Tarija para investigar este hecho.
El origen de esta muerte masiva de cóndores –cuenta Garay– radica en el conflicto entre los seres humanos y las especies silvestres. En este caso específico, el problema se suscitó cuando un par de animales del ganado ovino que crían en las comunidades cercanas fueron atacados por algún depredador silvestre, posiblemente un puma o un perro.
Como respuesta, los comuneros envenenaron los restos de los animales que habían sido atacados, con la idea de terminar con el depredador en caso retorne por los restos de su presa. Sin embargo, la carroña dejada por pumas y otros animales silvestres fueron el alimento de los 34 cóndores y otras 7 aves rapaces que murieron envenenadas.
En el lugar también se encontraron restos de un chivo y una oveja, así como varios perros muertos.
“La intoxicación por un componente tóxico es un hecho. Hemos colectado algunos órganos de los cóndores y las otras aves, aunque no era posible rescatar casi nada porque estas muertes eran de por lo menos 15 días anteriores a su hallazgo”, cuenta Garay.
A los 34 cóndores muertos se suman 5 buitres de cabeza roja (Cathartes aura), un gallinazo de cabeza negra (Coragyps atratus) y un carancho (Caracara plancus). En total fueron 41 aves rapaces las que murieron envenenadas.
“La muerte de adultos es sensible porque se trata de población que se está reproduciendo”, comenta el investigador Diego Méndez y menciona que 19 de los cóndores hallados muertos en la quebrada eran adultos. Fueron 9 hembras y 10 machos adultos y los demás eran juveniles.
Al respecto, Méndez explica que los cóndores son longevos, pueden vivir hasta los 50 años, y aunque tienen una tasa baja de reproducción, lo hacen durante un tiempo prolongado. Así se logra que la población se mantenga estable. Sin embargo, la muerte de tantos adultos al mismo tiempo, afecta su reproducción. “Esos 34 cóndores representan alrededor del 2% de la población total de la especie en Bolivia que hemos calculado en 1400 animales, aproximadamente”.
Lo habíamos advertido –continúa Méndez– como los cóndores se alimentan en grupos de 60 a 65 animales, estos eventos de envenenamiento terminan siendo una tragedia para la especie. “Lo que advertimos se concretó”, lamenta.
Méndez alerta sobre otros casos que pueden haber ocurrido y que no han sido reportados. “Este conflicto lo tenemos que resolver todos y no dejar sola a la gente local”, afirma con referencia al problema que enfrentan las comunidades cuando los depredadores atacan a sus animales.
Una adecuada información; mejor manejo del ganado, sobre todo para quienes viven cerca de la fauna silvestre y una evaluación cuantitativa y cualitativa de las amenazas para el cóndor, como contempla el Plan de acción para la conservación del cóndor andino 2020-2030, aprobado el año pasado, figuran entre las prioridades para evitar que sucesos como el ocurrido en Tarija se repitan.
“Las autoridades ambientales deberían buscar una solución. Hay mecanismos para ayudar en el cuidado de los animales”, agrega Garay, de Nativa. Debido a este biocidio, la organización ha propuesto la creación de un área protegida de aproximadamente 57 mil hectáreas, vinculada a la Reserva Nacional de Flora y Fauna de Tariquía, que estaría destinada a la protección del hábitat del cóndor, así como del quebracho blanco y de los ecosistemas frágiles aledaños a la reserva. En una carta enviada al ministro del Ambiente y Agua, Juan Santos Cruz, Nativa también exhorta, de manera urgente, que se realice un censo de la población de cóndores y se organice un sistema de monitoreo para esta especie.
El viceministro de Medio Ambiente y Biodiversidad, Magín Herrera López, ha informado que tras el suceso se organizaron cuatro equipos de trabajo. El primero conformado por veterinarios y biólogos se encargó de tomar las muestras de las aves para determinar de manera precisa las causas de la muerte de los cóndores. El segundo grupo estaba formado por ingenieros agrónomos y ambientales, quienes hicieron un recorrido de las zonas aledañas para ver impactos ambientales y comunitarios.
Un tercer grupo formado por abogados se encargó de los procedimientos legales; mientras que un cuarto grupo reúne a las autoridades de los gobiernos local, municipal, departamental, nacional, quienes definirán las acciones a seguir para este caso y las soluciones. “Hemos recomendado la implementación del Plan de acción para la conservación del cóndor andino, pues a raíz de este suceso es urgente implementarlo”. Herrera López también anunció que la fiscalía ha iniciado una investigación para determinar responsabilidades.
Otros casos en Sudamérica
“Este suceso en Bolivia ha sido el segundo envenenamiento de cóndores más grande que ha ocurrido en la región. Hace dos años hubo uno en Argentina también con 34 cóndores envenenados”, dice Sergio Lambertucci, director del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma-Conicet), de la Universidad Nacional del Comahue.
Esta muerte masiva de 34 cóndores ocurrió en Mendoza, en el año 2018. Un año antes, en el año 2017, ocurrió otra muerte masiva cuando 19 cóndores fueron envenenados en la provincia de Jujuy, también en Argentina.
“La mayor cantidad de muertes de cóndores se debe al envenenamiento”, dice Lambertucci y advierte que el gran problema de los envenenamientos es que con pocos eventos se puede acabar con una población significativa de cóndores. “En menos de una década hubo más de 100 individuos muertos”, agrega. Las poblaciones de Ecuador y Colombia bordean los 150 cóndores en cada país, por lo tanto, la muerte de más de un centenar de individuos en los últimos años corresponde a la pérdida de la población de todo un país.
Lambertucci menciona que la mayoría de los envenenamientos suceden de manera indirecta. El fin principal es perseguir a los depredadores del ganado y animales domésticos, pero al final los afectados por la pérdida de sus animales aplican sustancias tóxicas a la carroña. “Los animales más eficientes en encontrar carroña son los buitres y los cóndores”. Sin embargo –agrega Lambertucci– también ocurre el envenenamiento directo para las aves rapaces o carroñeras, aunque son muy pocos estos casos.
Los envenenamientos ocurren en todos los países donde habita esta especie. En diciembre de 2018, el hallazgo del cadáver de la cóndor hembra Ami, en los páramos de Salcedo, provincia de Cotopaxi, despertó inquietud en Ecuador. Se trataba de un ave que había sido marcada con un rastreador satelital en 2015 y que murió envenenada aproximadamente el 10 de diciembre de 2018, fecha en la que se tuvo su último registro.
En Perú también se han registrado este tipo de incidentes. En 2017 ocurrió la muerte de seis cóndores en el sector de Sumbilca, la provincia de Sucre, en Ayacucho. “La información de mortalidad de cóndores desde el año 2000 indica que en Perú el envenenamiento está entre las causas más frecuentes”, señala Renzo Piana, director ejecutivo de Spectacled Bear Conservation (SBC) en Perú e investigador asociado del Centro de Ornitología y Biodiversidad (Corbidi).
Piana señala que en Perú los casos de envenenamiento han afectado a grupo reducidos de individuos comparado con lo que pasó en Bolivia y Argentina. Sin embargo, menciona que los eventos de envenenamiento tienen un impacto alto en la sostenibilidad de la especie debido a la baja tasa de reproducción de los cóndores. “La sobrevivencia de individuos adultos es clave. Si tienes una población de cóndores sin adultos, seguro está condenada a desaparecer”.
Piana también menciona que los cóndores viajan distancias de 170 a 200 kilómetros en un día, por lo tanto, el impacto por la muerte de estos animales puede afectar en 200 km a la redonda.
Un artículo académico publicado en diciembre del 2020 por la revista científica Biological Conservation de Elsevier presenta ejemplos de cómo la evidencia científica y la participación de diferentes sectores ayudó a promover regulaciones para dos de las principales amenazas del cóndor andino: el envenenamiento y la contaminación por plomo.
En Argentina, por ejemplo, se aprobó una ley que regula los pesticidas comúnmente utilizados para envenenar a estas aves, así se prohibió el plaguicida más utilizado para matar carnívoros y carroñeros: el carbofurano. También se establecieron cuáles podrían ser las fuentes potenciales de este metal tóxico, además que se evaluó el nivel de amenaza para el resto de países de Sudamérica y se propusieron políticas para su mitigación.
En el caso del plomo, Argentina emitió una norma para prohibir municiones de plomo, usadas por cazadores, en áreas protegidas. El problema del plomo radica en que los cóndores muchas veces se alimentan de restos de animales que murieron a consecuencia de la cacería, lo que implica que existe el riesgo de que puedan ingerir restos de plomo de las municiones usadas para cazarlos.
El artículo también se refiere al conflicto entre los agricultores y las aves carroñeras, y promueve la práctica de la ganadería sostenible, tanto en Argentina como en otros países de América del Sur. “Las acciones que propusimos distan mucho de ser exclusivamente académicas o demasiado difícil de aplicar (…). Como sucede con muchas otras estrategias destinadas a informar a un público amplio, nuestras recomendaciones se adaptarán a las particularidades e idiosincrasias locales”, dice el documento elaborado por los científicos Sergio Lambertucci y Pablo Plaza.