Al fondo hay sitio: claves para entender el éxito de la serie
Al fondo hay sitio: claves para entender el éxito de la serie

Los contrastes son un motor de la comedia. Gigio Aranda, guionista de “”, cita ejemplos y apunta a la televisión estadounidense. Ahí está el elenco interracial de “Blanco y negro” (1978), en la que un millonario adopta a dos chicos afroamericanos y los cría en pleno Park Avenue. En “Los Monsters” (1964), el papá es Frankenstein y su hogar está poblado por otros personajes sacados del terror que viven entre gente cotidiana. A “Los locos Adams” (1964), clan gótico que roza lo paranormal, se les presenta como “una familia muy normal” entre chasquido de dedos en la canción de introducción en español. En “Los Beverly ricos” (1962), una familia rústica y campechana se manda a mudar a Beverly Hills luego de que una compañía petrolera les pague una fortuna para explotar sus tierras.

Pero el disparador definitivo de “Al fondo hay sitio” no vino de la TV, sino de la realidad y de algo que originalmente no se prestaba para la risa: de la célebre reja que separa a unas vecinas de Ate y La Molina, y que también inspiró el estrambótico sketch de Carlos Álvarez con las viejas pitucas. Aranda rememora: “Cuando vi la noticia, dije: ‘Este es un programote’. Ricos y pobres viviendo frente a frente. Eso es algo que yo no había visto. Sí había visto que un pobre se vuelva millonario o que un rico se convierta en pobre, por lo que tenía que cambiar de barrio”.

Estos desencuentros sociales en los que los espectadores tan fácilmente se pueden reconocer tienen más de un antecedente en la TV. Ahí están los argentinos de “Los Roldán” (2004). Y, más acá, cómo olvidar las explosiones dramáticas de “Los de arriba y los de abajo” (1994), a cargo del dúo Michel Gómez y Eduardo Adrianzén.

Ese detonante invocado por Aranda ocurrió hace cerca de 8 años. Hoy ya hay más de 1.300 capítulos escritos de “Al fondo hay sitio” y se calcula que bordearán los 1.600 episodios cuando se despida definitivamente de la televisión en diciembre. Todo un hito local. A nivel mundial, el récord presenta una cifra más salvaje: el culebrón estadounidense “Guiding Light” ostenta nada menos que más de 15.000 capítulos.

Guste o no, “Al fondo hay sitio” es un fenómeno, con picos de ráting que han alcanzado los 59,8 puntos en el segmento AB. Como tal ha dado más de una contribución al imaginario popular. Acaso su aporte más célebre sea ‘chiquitingo’, neologismo del actor Erick Elera (cuyo apodo es ‘Niño con Cara de Pez’) que se refiere a lo que coloquialmente se conoce como un ‘rapidito’ de las lides amatorias y carnales.

DE LA COMEDIA AL ROMANCE
Que el tono de la producción sea tan amable es una elección consciente. Por esa alegre blandura se le ha criticado a “Al fondo hay sitio” de ser excesivamente ligera o de ser una caricatura. Sobre ello, Aranda afirma que es demasiado pedirle más complejidad a un programa que tiene que ser el favorito tanto de un niño de 5 años como de un abuelito de 80. Él añade: “Esa caricatura que hemos hecho tiene que abarcar a mucha gente. Además, estamos obligados por el horario, por el ‘prime time’, a gustar. Tiene que ser hecho bajo receta. ¿Podría haber sido más arriesgada? Nos arriesgamos matando a Grace (Mayra Couto) y mira lo que nos pasó: la gente durante un año no nos perdonó esta decisión”.

No todo es comedia. El gancho del amor es indispensable para hipnotizar al público. Lo malo es que las historias de amor no son eternas. Aranda comenta: “Les hemos dado todas las vueltas habidas y por haber a las dos historias de amor principales, que son la de Grace y Nicolás (Andrés Wiese) y la de Fernanda (Nataniel Sánchez) y Joel (Erick Elera), pero para mí no aguantan una temporada más. La comedia está bien, pero lo que te da continuidad son la novela y las historias de amor. Eso lo descubrimos también”.

Producir una ficción que se emite de lunes a viernes requiere de un ritmo de chamba no apto para débiles. Aranda y el productor Efraín Aguilar están metidos en este vértigo desde hace tiempo. El guionista detalla: “A los 8 años de ‘Al fondo hay sitio’ súmale los 3 de ‘Mil oficios’ y los 5 de ‘Así es la vida’. Son en total 16 años”. Se notan sus ojeras.

Un fenómeno como “Al fondo hay sitio” aguanta más de una teoría. ¿Por qué el televidente peruano está tan acostumbrado a que las ficciones se emitan a diario, cuando en otras partes del mundo los estrenos ocurren una vez por semana? Aranda ensaya una hipótesis: “Creo que somos impacientes. A lo mejor las colas de los 80 nos volvieron locos. Queremos todo ya”. Tras este psicoanálisis de las ansiedades del público y de la idiosincrasia nacional, él agrega que Nextflix es una maravilla: el streaming nos permite ver de un tirón la temporada entera de una serie.

Otros entendidos también bosquejan teorías. Rolando Arellano, el gurú del márketing y autor del libro “Al medio hay sitio”, señala que, en los 80 y 90, esos desencuentros entre una cultura de inmigrantes y el estilo de vida de una familia capitalina hubieran tendido más hacia los conflictos de un drama, pero que desde aproximadamente el 2010, cuando esas diferencias ya son más aceptadas, no sorprende que ese reconocimiento y reducción de la tensión se preste para la comedia.

Por su parte, el guionista y dramaturgo Eduardo Adrianzén destaca: “Los guionistas de ‘Al fondo hay sitio’ han hecho algo que es impresionante. Con gran habilidad, han mantenido más o menos un esquema sin que nada cambie radicalmente. Las familias siguen viviendo una frente a la otra”.

En esta ficción, la vida ha seguido a pesar del plantón en una boda, de la presunta muerte de un personaje que luego ‘resucita’, de los intentos de asesinato o del destape de la doble vida de alguien que tenía otra familia oculta. El show debía continuar sin perder su identidad, siempre con el ráting al tope en sus 8 temporadas.

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