Fue en una visita al Jardín Botánico de Oslo, en Noruega, que el peruano Raúl Silva (64) encontró la inspiración que necesitaba para llevar a cabo el proyecto más grande de su vida. Estudiaba paisajismo en Europa, y fue la zona dedicada a las personas invidentes de este jardín, que le hicieron ver que un espacio de este tipo hacía falta –con urgencia-en nuestro país.
A pesar de ser limeño de nacimiento, la mayor parte de su vida la pasó en Trujillo. Así que este destino era el lugar indicado para empezar a escribir la historia del museo inclusivo que tenía en mente: el Jardín de los Sentidos. Ya han pasado más de 30 años desde su creación en el distrito de Laredo, y gracias al apoyo de arquitectos, paisajistas y otros profesionales trujillanos, este punto no deja de recibir la visita de niños, jóvenes y adultos con discapacidad visual, que quieren reconectarse con la naturaleza.
“Desde el primer día, el jardín tuvo una intención didáctica. Se creó bajo el concepto de compartir y comprobar cómo influyen las fragancias en las emociones y recuerdos de la gente”, señala el director de este atractivo turístico.
La construcción del sitio estuvo inspirada en la ciudadela de Chan Chan. Se trata de una especie de laberinto -de 3 mil metros cuadrados- que lleva a las personas con discapacidad visual, con ayuda de guías, a descubrir aromas de una gran variedad de plantas medicinales. La idea es que puedan apreciar la belleza del jardín a través del tacto, el oído y por qué no, la imaginación.
Recorrido sensorial
Raúl sabe que el recorrido con invidentes puede tardar a veces el doble de tiempo, pero no tiene quejas al respecto, porque sabe que el mayor atractivo del Jardín de los Sentidos no son las fragancias naturales, sino su potente mensaje de inclusión.
El fundador de este punto alternativo en el norte del país detalla que a los grupos de invidentes de asociaciones o colegios que llegan para hacer el recorrido han decidido no cobrarles nada. Es más, asegura que hay personas que regresan más de una vez al jardín porque encuentran una conexión única.
“Por ejemplo, está el caso de una psicóloga invidente que trabaja en Cajamarca que nos ha visitado desde que era una niña y estaba en el colegio. Con su experiencia, ella está preparada para ser una excelente guía del Jardín de los Sentidos”, agrega.
Hay más de 30 tipos de flores y plantas, escritas en braille, que tienen una respuesta inmediata al ser tocadas por el visitante. Los aromas marcan el camino. En cuanto a los senderos- a 90 centímetros del piso- , todo está planeado para una experiencia sin sobresaltos.
El paseo inicia en la zona denominada Anfiteatro donde se trabaja la respiración. Luego, el canto de los pájaros y el viento, llevan al siguiente paso del tour: la experiencia acústica. Solo basta ver las fotografías de las personas invidentes que han explorado este parque inclusivo para darse cuenta que jamás habían sentido algo así. El proceso culmina con una caminata entre plantas medicinales sagradas. ¿Por qué razón? Para liberarse y dejar atrás los pensamientos negativos.
A pesar de ser el primer y único jardín para invidentes del Perú y Sudamérica, Silva es claro en señalar que no se sienten especiales. “Nosotros queremos fomentar más espacios así, podemos apoyar con la experiencia. Si hay alguien que se anima, podemos asesorarlo”, explica.
Sepa más:
Informes y reservas de recorridos: Facebook Jardín de los Sentidos.