Bután al sur de Asia es un país con una belleza implacable que ofrece un recorrido por valles boscosos y aldeas idílicas. Gracias a esto, el 28 de septiembre, el príncipe Jigyel Ugyen Wangchuck inauguró el Trans Bhutan Trail (TBT), una nueva ruta de senderismo de 400 kilómetros.
La ruta está diseñada para atraer a los turistas a las regiones periféricas, donde la escasez de oportunidades ha provocado que los jóvenes con aspiraciones abandonen las zonas agrícolas del interior para buscar trabajo en las ciudades o en el extranjero. Sus arquitectos esperan que se convierta en una piedra angular de los continuos esfuerzos de Bután por equilibrar la conservación cultural y medioambiental con la prosperidad económica.
Sam Blyth, fundador de la Bhutan Canada Foundation, una ONG con sede en Toronto (Canadá), detalló que: “No se trata en absoluto de un simple sendero turístico. Es uno de los tesoros perdidos de Bután”.
Sobre la ruta de senderismo
Henry Wismayer escribió para National Geographic sobre este recorrido y el paisaje que el TBT pretende mostrar: no el Bután de las altas nieves, sino el país de las estribaciones de antiguas fortalezas, monasterios budistas y gewogs, constelaciones de granjas tradicionales y arrozales en terrazas.
De acuerdo con Wismayer, el TBT sigue la ruta de lo que fue la arteria central de Bután, una vía para comerciantes, monjes y garps, corredores de pies ligeros que llevaban mensajes entre sus 20 distritos o dzongkhangs.
Recordemos que en la década de 1960, cuando el abuelo del actual rey inició la primera fase tentativa de modernización de Bután, la construcción de una autopista este-oeste hizo que el sendero fuera redundante, y el viejo camino cayó en desuso. Desde 2019, y especialmente durante el cierre de 30 meses de Bután por la COVID, 900 trabajadores despedidos y un millar de voluntarios reconstituyeron toda su longitud, limpiaron la vegetación, construyeron puentes de madera y pintaron marcas blancas en la corteza de los árboles.
La Ruta Transbutánica, que en sus orígenes formaba parte de la Ruta de la Seda, lleva a los viajeros por 27 aldeas, cuatro dzongs (monasterios fortaleza), 12 puertos de montaña y 21 templos.
Si deseas hacer la ruta la agencia oficial Trans Bhutan Trail les asigna un conductor que transporta el equipaje hasta el alojamiento de la noche siguiente, y que también puede llevar a los excursionistas a la siguiente etapa. De este modo, los viajeros pueden elegir qué etapas desean recorrer a pie y cuáles en coche, en función de la dificultad del sendero, los lugares de interés de la región o, como en mi caso, las inclemencias del tiempo.
Por otro lado, el turismo en Bután está en transición. La nueva tasa turística de 200 dólares diarios sitúa a Bután fuera del alcance de muchos posibles viajeros. El país siempre ha sido un referente del “modelo de alto valor y bajo impacto”, y los complejos turísticos internacionales de alta gama ya tienen aquí un punto de apoyo. Los alojamientos más caros del país cobran 2000 dólares por noche.
Sin embargo, antes de la COVID-19, la creciente afluencia turística estaba llegando al límite de su capacidad. En 2019, cuando el número de visitantes alcanzó los 316 000, la infraestructura existente de rústicos hoteles de tres estrellas (construida desde la llegada de los primeros turistas hace casi 50 años) crujió ante la demanda. Las carreteras se atascaron con procesiones de autobuses turísticos, entre temores de que Bután pudiera estar en camino de emular el sobreturismo de Nepal.
La subida de impuestos es un intento de recuperar el equilibrio, ya que el Gobierno trata de compensar los beneficios económicos del turismo con la conservación cultural y medioambiental.
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