Verónica Linares: "El complejo de Fabio"
Verónica Linares: "El complejo de Fabio"

A diferencia de muchos hombres que quieren que su primogénito sea un varón, el papá de Fabio estaba ilusionado con la llegada de una tierna, amorosa y engreidora hija que se derrita siempre por él. Ya saben, por ese dicho que señala que el hijo tiene una relación especial con la mamá y la hija con el papá.

Tres años después de tener un hijo, debo decirles que esa no es una verdad absoluta. Desde que Fabio nació no ha mostrado predilección solo por su mamá. Por supuesto que soy objeto de sus halagos y me lanza confesiones de amor, pero hace lo mismo con su papá.

Cada vez que puede se refiere a ellos dos como un equipo invencible: “Ganamos a todos en el carro blanco de carrera de papá. Y a ti también, mamá”. Es una broma frecuente que me hace y los dos reímos. 

Me encanta tanto esa complicidad que hasta he dejado de lado mi vanidad. Desde hace medio año, Fabio prefiere que papá le dé la leche en la noche porque dice que soy aburrida. Nunca nadie en la vida había osado a llamarme aburrida. 

Fuera de bromas, yo temía que su papá fuera torpe al alimentarlo y le chorreara la leche o lo atorase. Ese es un defecto contra el que lucho siempre: la idea de que las mamás somos las únicas que podemos hacerlo todo y bien. Pero me dejé llevar por la sabiduría de Fabio. 

Cuando llora por algo en presencia de su papá, él lo atiende al principio y luego me busca. Imagino que también tiene ese prejuicio: que por ser hombre no puede o no sabe hacer algunas cosas; pero Fabio le está enseñando a desterrar esas ideas y juntos estamos entendido que la conexión del padre con el hijo varón va más allá del tema sexual o “cosas de hombres” como en la época de las abuelas. 

Siento que ahora Fabio piensa dos veces antes de dejar los brazos de papá y lanzarse a los míos en busca de consuelo. Entonces lo acaricio mientras su papá lo acoge y le digo que está bien si quiere que papá lo tranquilice. Que mamá también está ahí y, si lo desea, lo cargará. 

A veces subestimamos a los hombres -niños y adultos- creyendo que son incapaces de hacer cosas tiernas o sensibles. Y otras veces, admitámoslo, creemos que la ternura y el afecto es nuestro imperio privado.

Anoche ocurrió algo hermoso. El papá de Fabio le contó a mi hijo que iría al cine y Fabio le pidió que lo cargue, lo agarró de la cara con sus manitos y mirándolo fijamente le dijo: “Papito yo te quiero mucho” y se enganchó a su cuello. El papá estaba en babas. Luego Fabio me miró de reojo y le susurró al oído: “Yo te quiero más, papá”. Acto seguido papá soltó a Fabio, agarró el celular y canceló todo. 

Era la típica manipulación de un niño, aunque según Freud sería natural del hijo a la madre o de una hija a su padre. Pero ya ven que para el amor filial tampoco hay reglas y Edipo y Electra son solo eso, teorías.

 

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