Rosa Chávez Yacila
Wilma Arizapana no hace nada más que correr. Los lunes avanza a paso ligero sobre la pista. Los martes corre 25 kilómetros en la mañana y 15 kilómetros en la tarde. Los miércoles temprano anda de nuevo por la pista y en la tarde va 15 kilómetros cuesta arriba. Los jueves corre de prisa hasta agotarse y en la noche levanta pesas. Los sábados marcha en ascenso otra vez. Los domingos corre de largo sin parar. Solo descansa los viernes. Wilma Arizapana, la fondista puneña de 33 años, corre porque le gusta, por rebeldía y por necesidad.
Porque cuando era niña le dijeron que corriendo no ganaría nada. Porque ahora que tiene tres hijos le dicen que no es propio de una madre correr, sino quedarse quieta, cuidando de su hogar. Porque luego de sufrir una lesión grave los médicos le prescribieron la jubilación. Porque cuando le dicen no, ella siente que debe correr aun más.
Wilma Arizapana, una de las tres mejores corredoras peruanas, no es la más conocida, ni la más rápida, ni la más premiada. Pero a diferencia de sus colegas, ella vive a casi 4000 metros sobre el nivel del mar, ya superó la barrera de los 33 años y es mamá de Sofía, Lucelia y Juan Miguel. Para una corredora olímpica como ella, un embarazo alcanza la categoría de incapacidad o retiro. Dar a luz implica dormir pocas horas, tener menos calcio en los huesos y sentirse débil causa de la lactancia: un desgaste físico adicional que una atleta no debería permitirse. Wilma Arizapana, sin embargo, no conoce la diferencia entre ser una madre maratonista y una maratonista a secas, pues su carrera empezó al mismo tiempo que su maternidad.
¿Mientras corres en qué piensas?
En la mayoría de las competencias estoy concentrada en mi ritmo, en mi respiración, en mi braceo, en lo que he trabajado con mi entrenador y en mis rivales, en estar más cerca, en no alejarme mucho. Pero más que todo pienso en mis hijos. Tengo tres pequeños y el esfuerzo que hago a diario no puede ser por gusto. A veces me separo bastante tiempo de ellos y siento que debo esforzarme para que estén felices y orgullosos.
¿En algún momento has sentido que el cansancio te vencerá?
No. Al contrario, cuando me siento cansada o agotada no pienso en quedarme o en que no voy a poder, sino comienzo a aumentar mi ritmo. A veces con el agotamiento algunos dicen «no, ya no puedo» pero no es mi caso.
¿Qué experimentas físicamente mientras corres?
Depende de la prueba. En las maratones, el agotamiento es al final en los kilómetros 35, 40 o 41, allí es cuando viene el cansancio. En las carreras de cinco kilómetros, el cansancio es general durante todo el tiempo. Es un cansancio distinto, te empieza a doler el pecho, la cabeza, los brazos, todo.
¿Y qué haces para continuar?
Me concentro en la meta y aguanto el dolor hasta el final.
Tuviste una lesión complicada el año pasado ¿Qué ocurrió?
Pasó en los Juegos ODESUR, en Chile, y fue una negligencia médica (le colocaron mal una inyección). No me la hice entrenando, tampoco compitiendo. Me quedé seis meses sin entrenar y mi recuperación se ha dado poco a poco. No podía hacer actividad física para nada, estuve con descanso absoluto por dos meses. Un mes usé muletas y al siguiente mes recién, poco a poco, empecé a hacer esfuerzo con la pierna. Mi glúteo medio llegó a romperse y afectó al hueso. Fue una lesión muy fuerte, nunca me la esperé, era la primera vez que me lesionaba en mi vida.
¿Temiste que la lesión te impidiera correr para siempre?
Sí. El año pasado pensé que no iba a volver a las competencias, pensé que la de ODESUR era la última. Me he recuperado en gran parte, gracias a Herbalife y a Nike que me animaron a continuar, a no rendirme. Cuando Herbalife no tenía los suficientes suplementos vitamínicos para mi recuperación, me los traían de afuera. Hasta los médicos se quedaron admirados con mi recuperación, no entendían cómo fue posible. Es que los médicos del IPD me dijeron que ya no volvería a correr, que había sido mi última competencia la de ODESUR, me dijeron que me sería difícil sanar. Pero poco a poco me recuperé, tuve que empezar de cero, a fortalecer el músculo del glúteo izquierdo que estaba lesionado. Tuve que entrenar como una novata.
¿Cómo te sentiste durante este proceso?
Estaba afectada. Hubo momentos en los que creí que tal vez ya no volvería a las competencias.
Tú esposo es también tu entrenador ¿cómo se siente recibir órdenes de alguien tan cercano?
No lo veo tanto como un familiar o como mi pareja en el momento del trabajo de entrenamiento, lo veo como mi entrenador no puedo engreírme. Hay momentos en los que me dice «¡Vamos, Wilma!», así como a veces dice unos cuantos ‘ajos’, cuando se molesta. Pero no me lo tomo personalmente, si no imagínate. A veces un deportista necesita de un ‘ajo’ para poder olvidarse del dolor o del cansancio. Nos llevamos bien, no tenemos problemas.
Él fue el primero que te impulsó a correr profesionalmente…
Yo empecé profesionalmente cuando tuve a mi primera hija, cuando ya vivía con él. Él fue quien me impulsó a representar al Perú. Yo competía como amateur, salía a entrenar de vez en cuando, cuando tenía tiempo. No se me venía a la mente representar al país, hasta que él me dijo «oye, tienes valor y fuerza y puedes lograrlo».
¿Cómo te diste cuenta de que eras buena para correr?
Dice mi mamá que de niña yo era muy hiperactiva, que nunca me cansaba. Yo no soy de Puno mismo, sino de una provincia (Azángaro) y me iba de mi casa al colegio (que quedaba a media hora) a pie, nunca cogí una bicicleta como mis hermanos. Me gustaba caminar o ir corriendo. A veces subía a los cerros con mi papá que me decía «vamos a correr». También jugaba fulbito con mis primos varones, jugaba juegos de hombres, por eso la mayoría de los juegos de niños me los sé, hasta sé hacer bailar un trompo.
¿Tus papás apoyaron tu vocación de deportista?
Mis papás no querían que vaya al estadio a correr, me decían que perdía tiempo, que como deportista es difícil salir adelante. Me decían «como deportista ¿qué vas a hacer?», «¿a qué vas al estadio?». No querían, pero yo insistí. Cuando tuve mi primer bebe, mis papás querían que me separara de mi esposo, que no viviera con él porque no podría terminar mis estudios, «qué vas a hacer de tu vida» «termina tu carrera, nosotros vamos a cuidar a tu hijo» me decían. Como no les hice caso, dejaron de apoyarme económicamente.
Y ahora que sobresales en el atletismo ¿qué dice tu familia?
Se sienten felices de ver que tengo ese valor y esa fuerza. Mi papá me dice «discúlpame, hija, no te entendimos cuando ibas al estadio, qué hubiera pasado si hubiéramos estado ahí, apoyándote», pero están felices. Mi papá a veces se siente culpable porque me decía «tú tienes que estudiar enfermería y me ingresas a enfermería». Por su capricho ingresé a la universidad a estudiar enfermería, pero no me gustaba nada.
Aparte de la lesión, has pasado momentos difíciles por dedicarte a lo que haces ¿qué te impulsa a seguir?
Que alguien me diga no. Varias veces me han dicho «tú eres mamá y no vas a poder», me ven menos que los demás, pero eso me da más valor y más fuerza. Siempre he sido así, desde pequeña, cuando mi papá me decía «no corras, no serás nada corriendo». Hasta antes de clasificar a los Juegos Olímpicos me decían «tienes tres hijos y sigues corriendo, no vas a ganar. Termina tus estudios». Pero les he demostrado que sí puedo. Igual que en el IPD, en la Federación no he tenido suficiente apoyo. Pero a pesar de la falta de ayuda o de quienes piensan que por ser mamá no voy a poder, estoy demostrando que sí puedo. Eso me da el coraje para sacarme el ancho en un entrenamiento.
¿Cuál es el impedimento que te adjudican por ser mamá?
Tal vez que no estoy entrenando bien o que no estoy en un buen nivel competitivo o que me dedico más a mis hijos.
¿Y tus hijos qué dicen sobre lo qué haces?
Ellos saben que yo corro y me entienden. Me dicen que tengo que ganar. Cuando les cuento que debo ir a Arequipa a entrenar mis hijos comprenden, me dicen que es lo mejor porque allá me concentraré más y descansaré mejor. Además, saben que en Puno no se puede entrenar bien por la gran altura, lo saben porque ellos también entrenan. Incluso me han dicho que debemos mudarnos a otro lugar el próximo año, me ha pedido que los traslade de colegio y que nos vayamos a vivir a un lugar menos alto.
¿Es complicado combinar los deportes con la maternidad?
Mis hijos son lo máximo, de no ser por ellos yo no sería deportista. Si no hubiera salido embarazada joven, si mis padres me hubieran apoyado, quizá habría terminado de estudiar y otra sería mi historia, me estaría dedicando a otra cosa. Así que si soy deportista es por ellos.