Hace algunos meses vino de visita Scott Shumann, autor, editor y fotógrafo del blog de streetstyle (o moda callejera) más famoso del mundo. Solo a su página web entran millones de internautas cada mes. Millones. Su acucioso ojo lo ha convertido en una autoridad del estilo y su trabajo tiene una credibilidad sin fronteras. De hecho, el rebote que tiene en redes sociales –y solo gracias a su blog– lo catapultó dentro de la industria de la moda.
Así que cuando estuvo en el Perú, tuve la oportunidad de conversar con él y preguntarle qué había visto en Lima que le hubiese gustado. Inmediatamente me dijo que si bien un par de chicas llamaron su atención, esta se desvió por completo en una carretera del Cusco cuando vio a dos niños de la zona vestidos increíblemente con sus trajes típicos llenos de color. Y bastantes de esas postales fue las que colgó en su multivisitado blog. Una de las fotos que más llamó mi atención fue la de unos escolares con uniformes típico pantalón o falda rata con chompa guinda acompañada de la siguiente reflexión: ¿Por qué estos niños visten como americanos? ¿Qué pasa con su identidad? ¿Qué pasa con las expresiones de identidades culturales locales? ¿Qué pasa?
Si la vestimenta es una extensión de nuestra personalidad, un canal de comunicación, ¿no deberíamos sentirnos orgullosos de llevar encima tradición, legado?
Propiciemos el fenómeno de nuestra parte –pedirle al Gobierno que haga algo, como proponer, por ejemplo, uniformes que respondan a la identidad cultural de la zona de cada niño–, es un sueño a largo plazo. Consumamos marcas locales con futuro prometedor y con identidad peruana. ¿Quién dijo que vestir Perú tiene que ser para la foto turística?
Por ejemplo, para hacérselas fácil: tenemos decenas de marca con amor y sabor a Perú y muy sofisticadas. Pienso en la ya mencionada Escudo, que sinceramente, es una marca con concepto, diseño y preocupación por preservar nuestra identidad. Muy bien, puede que no se aplique a su presupuesto, pero no teman: pronto llegará una línea más horizontal y menos exclusiva. También está Kuna que cada vez me sorprende más por su increíble sofisticación, o Ayni, que ha llamado la atención internacional esta temporada. Micaela Llosa también le ha impregnado a su marca La Intendencia para 15.50 mucho de su propia inspiración: Los Andes.
Por otro lado, está Susan Wagner que, además de sus líneas de carteras, ahora maneja toda una colección inspirada en Paracas… Y junto a ella, cerca, muy cerca, Lorena Pestana, que es diseñadora de joyas y hace poco pasó a formar parte del Museo Larco con una colección maravillosa inspirada en los moches. Mercedes Correa es una de las principales representantes de nuestra cultura y sus diseños, accesorios y vestidos, considerados obras de arte. Ahora, los hombres tienen también varias opciones con propuestas como la de Yirko Sivirich, que siempre se inspira en el Perú o Sergio Dávila. La enumeración no es un directorio, sino un modo de demostrar que hay bastantes opciones para comprar peruano. El espacio me faltaría.
Se lee genial, ¿no? No solo propuestas hechas por completo en el Perú, pero con altos tintes de identidad cultural, compromiso con el legado de técnicas ancestrales y sobre todo con corazón local. Pum. Pum. Pum. A por ellas.
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