Cuando le conté a una amiga que escribiría sobre las parejas que trabajan juntas, esbozó una inmensa sonrisa. Ella había asumido un nuevo desafío laboral hacía unos meses y poco después su esposo recibió una propuesta imposible de rechazar que lo llevó directamente al primer piso del nuevo trabajo de ella. No me gusta decir ‘nunca’, porque a golpes he aprendido que esa palabra es casi utópica, así que solo diré que espero que la vida no me ponga en esas circunstancias.
Lo siento, amiga, pero si tuviera que trabajar con mi marido, me volvería loca. Tampoco creo que a él le parezca una buena idea y lo entiendo. Felicito a las que han logrado una armoniosa convivencia laboral con sus esposos, porque no es fácil. A mí me gusta que mi pareja y yo tengamos carreras distintas con especialidades que difícilmente se cruzarán.
Pensándolo bien, debo pedir disculpas a varios amigos, porque muchos colegas comparten el trabajo o con sus parejas. Parece ser algo muy extendido entre los periodistas. ¿O acaso en todas las profesiones?
Alguna vez pasé por eso y no supe manejarlo, tal vez porque era muy joven o muy muy perfeccionista (un extremo en el que me vuelvo pesada). Al principio es divertido coordinar con tu chico para llegar juntos, irse del trabajo a la misma hora o almorzar en el restaurante de la esquina. Si te corteja en el trabajo, más emocionante aun. Pero luego ya no tanto. No porque dejes de quererlo, simplemente es cuestión de momentos y formas de actuar.
Verónica mamá, la que hace muecas para arrancar carcajadas a su hijo, la que repite las palabras marcando las sílabas y asalta a besos a Fabio, no es la misma que la periodista. Es más, también la periodista se desdobla. En la de las mañanas es una, la que presenta las noticias, transmite enlaces con los reporteros y hace entrevistas cortas. En la noche, Verónica es más desenfada, desconfiada, interpela y genera polémica. Hay que mantener al público durante una hora, sin imágenes y con los mismos dos entrevistados. Una vez, de broma, un político me dijo que en la mañanas soy Dr. Jekyll y en las noche Mr. Hyde.
Pero esas Verónicas no tienen nada que ver con la Verónica esposa. No hace falta pasar por el roche de revelar intimidades, pero diré que soy mucho más dócil de lo que aparento. Él sabe cuál es mi talón de Aquiles, y así quiero que quede entre él y yo. Eso me gusta, me da seguridad.
Además, de qué van a hablar si ya se han dicho todo en el trabajo. Esas cenas románticas podrían terminar siendo recordatorios de pendientes. Otro detalle importante, no podrías rajar de tu marido. No vas a contarle a otras compañeras de trabajo de tu esposo que estuvo con gases toda la noche y que querías botarlo de la casa. Cero respeto.
En el trabajo hay estrés, errores, responsabilidades, discrepancias que pueden acabar en peleas. En la familia también, entonces ¿para qué mezclarlo? ¿Para que sumar cosas negativas? Siento que es como echarle leña al fuego.
Sé que con esto de la liberación femenina es más fácil coincidir con la pareja en el mismo trabajo. Además las ‘workaholics’ que estamos las 24 horas del día metidas en la oficina transformamos nuestro ambiente laboral en el social.
Haría mal en decir que si encuentras al amor de tu vida en el escritorio del costado lo ignores, pero creo que tienen más desafíos. Debes ser más cautelosa e inteligente. Andar con pies de plomo, como dicen las abuelas. Yo no pude, ¡suerte!
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