La mayoría de las personas que se animan a adoptar un perro imaginan el primer encuentro como un momento alegre, con un perro saltando de emoción y moviendo la cola sin parar. En el caso de Paquito fue todo lo contrario.
El día que conocieron a su perro, a Rosario Chumbiray y su hija Marcela Cano se les arrugó el alma. Cuentan que Paquito fue llevado en brazos por la persona que cuidó de él antes de ser adoptado por ellas y que les impactó verlo tieso y ‘muerto’ de miedo.
“Nos habían contado que el pobrecito había sido maltratado por su anterior dueño, que hasta le daba con palo, pero el día que lo conocimos temblaba demasiado, como si le hubiera dado terciana”, recuerda Rosario.
Muchos hubieran dicho ‘Ok, lindo el perrito pero no era lo que esperaba’ u otra excusa parecida, pero no fue así. Rosario y Marcela lo llevaron a casa y los efectos del maltrato no se hicieron esperar.
“Los primeros cinco meses Paquito se asustaba con todo. Cuando regresábamos de la calle, él corría al jardín y se escondía temblando entre los arbustos. Cuando le decías ‘¡Ahí no! si se hacía la pila, él volvía corriendo al arbusto y se quedaba temblando por un buen rato. Salir a la calle le daba pánico, hasta sacarme la casaca rápido hacía que se metiera corriendo debajo de mi cama. Teníamos que tener cuidado con hacer movimientos bruscos”, recuerda Marcela.
Hace un año, cuando Rosario, Marcela y su hijo Rodrigo, quien también participó en esta adopción, vieron la foto de un perro llamado Taquito en la página virtual de WUF, nunca imaginaron que esa carita tierna tuviera tanta carga emocional.
WUF es una asociación sin fines de lucro que promueve la adopción de perros y la tenencia responsable de mascotas, y cuenta con una plataforma virtual que tiene una vitrina con fotografías e información de decenas de perros en adopción.
En el perfil virtual que Paquito tuvo en WUF antes de ser adoptado se mencionaba, entre otras cosas, que era un perro pequeño, tranquilo, sano, esterilizado, tímido y que tenía unos 2 años y medio de edad. Luego, conversando con las personas del albergue Wasi Wau que lo rescataron y lo rehabilitaron, descubrimos que Taquito –hoy Paquito– había sido víctima de un hombre esquizofrénico que lo maltrataba a él y a sus dos sus hermanos, y que además vivía con su hermana, una mujer acumuladora que tenía decenas de perros en una casa tan humilde que ni puertas tenía.
“Paquito y sus hermanos quedaron tan traumados que se hacían la ‘popó’ cuando los cargaba y en mi casa se la pasaron semanas metidos debajo de una cama, solo salían para comer, tomar agua y hacer sus necesidades. Con tiempo, amor y paté me gané su confianza y, finalmente, pude dar en adopción a dos de ellos”, cuenta Majo Morales, co–fundadora de Wasi Wau, albergue afiliado a WUF.
Paquito ha cambiado bastante. Marcela se dedicó a investigar cómo lidiar con perros que tienen traumas y ha funcionado. Ya no come nervioso, hace sus necesidades en el jardín con calma, espera a que le coloquen su manitita sobre el sofá para ver tele en familia, deja que le pongan la correa sin resistirse y al menos sale a dar una vuelta a la manzana.
“¿Por qué apostar por un perro traumado? Porque nos dio ternura. Sé que es un factor por el cual mucha gente no adopta y por eso mismo mi mamá, mi hermano y yo decidimos adoptarlo. Quisimos que conociera una familia amorosa y él nos ha devuelto ese amor. Paquito ha llegado para alegrarnos la casa. Es muy noble, agradecido, inteligente y muy educado”, dice Marcela.
“Estamos eternamente agradecidos con WUF”, agrega Rosario. “Desde el inicio del proceso me gustó que en su página en Internet puedes leer las historias e información de cada perro, que hay hartas fotos, que me contactaron apenas enviamos la solicitud de adopción y que una vez adoptado Paquito, han hecho un muy buen seguimiento de su caso”, agrega.