Centro Esperanza y sus 6 caballos de sanación - 7
Centro Esperanza y sus 6 caballos de sanación - 7
Redacción EC

Por Andrea Carrión / WUF

Cuando Jesús Moisés Carrillo tenía 4 años de edad, fue diagnosticado con retraso orgánico del lenguaje y ecolalia, una perturbación del lenguaje en la que el sujeto repite involuntariamente una palabra o frase que acaba de pronunciar otra persona en su presencia.

Jesús Moisés Carrillo

En la familia Mamani, Natalia, la más joven de tres hijas, también presentaba síntomas que desconcertaban constantemente a sus padres y sus hermanas. A sus 23 años, ella no era una joven como cualquiera de esa edad, era extremadamente dependiente, insegura y hasta temerosa de subir y bajar escaleras.

Así como la madre de Jesús, Felicitas Chavarría, quedó desolada y desorientada con el diagnóstico de su hijo, los padres de Natalia, Hermógenes y Leo, también vivían desconcertados y paralizados con su situación. Pero algo que ambas familias tenían en común eran las ganas de hallar una solución y, posteriormente, una terapia que haría magia con sus hijos.

Poder animal

En el 2011, Andrea Biondi decidió expandir los programas sociales que ya venía ofreciendo desde 1992 a los menos favorecidos en la ciudad de Tacna con la asociación no lucrativa .

Como profesora de educación especial, esta especialista en autismo y cursos de terapia de lenguaje decidió abrir un centro enfocado en ayudar a niños y adolescentes con capacidades diferentes y con problemas de adaptación o conducta. Solo que a diferencia de otros centros, ella optó por incluir una herramienta muy particular: los caballos.

Fue así que fundó el . Aquí se trata desde retraso psicomotor, parálisis cerebral y Síndrome de Down hasta hiperactividad, enfermedades psicosomáticas y problemas de atención, entre otras condiciones.

Hubo una organización que creyó en el proyecto y empezaron trabajando con caballos prestados de la policía y el ejército peruano.

“Lo malo fue que frecuentemente nos cancelaban sesiones por motivos de redadas o porque los caballos estaban ocupados en otras actividades”, comenta Andrea.

Otro inconveniente que encontró fue el escepticismo de algunas personas respecto a los resultados de estas terapias.

“Todo estaba bien con los padres de familia que veían resultados en sus hijos, las personas familiarizadas con los caballos también nos apoyaban, pero sí tuvimos, y seguimos teniendo, gente y doctores que no recomiendan esto. Es por eso que nos hemos capacitado mucho. Yo he viajado a Argentina a estudiar un curso… es un país donde la asistencia social receta y paga la equinoterapia”, explica Biondi.

 

Este centro cuenta con seis caballos aptos para servir de instrumento durante las terapias. Avellanna y Ratatoulli fueron comprados al Club del Pony en Lima a una joven francesa que debió regresar a su país y que al enterarse del trabajo de Biondi, no dudó en ceder a sus animales. Shaya y Mantequilla son madre e hija, y fueron compradas al bosque municipal donde las tenían inactivas. Quimera es la yegua más joven y fue comprada en Sama, un valle de Tacna.

La única que no fue comprada es Samenita. Ella fue donada y llegó al centro con claros signos de maltrato y desnutrición. Actualmente, está en recuperación y se espera que pronto pueda unirse al equipo de trabajo.

“Todos tienen un carácter diferente”, dice Biondi. “Para equinoterapia se necesitan caballos dóciles y de una alzada mediana baja. Necesitan una preparación especial para el trabajo con materiales, para que no se asusten. Deben de tener carácter manso e, idealmente, ser mayores de 8 años de edad. Además, la mayoría son yeguas. Los caballos deben ser capados pues sino son muy briosos para las terapias. En cuanto a los cuidados, es igual que con cualquier caballo: despalme, desparasitación, agua y buena comida, ambientes adecuados y veterinario”, explica.

Por tratarse de una asociación sin fines de lucro cuyo objetivo es ofrecer terapias al alcance de todas las economías, este centro invierte mucho esfuerzo en buscar los recursos que le permitan seguir adelante. Entre los principales está el aporte de padrinos y madrinas, tanto de pacientes como de caballos, lo que cubre terapias y cuidado animal. El centro también vive de donaciones y de lo que cobran por paseos a caballo al público en general.

Natalia

Los padres de Natalia no podrían estar más agradecidos con el cuidado que ha recibido su hija en estos años.

“Natalia es una niña muy especial. Somos conscientes de que nos descuidamos mucho con ella, pero nunca es tarde para empezar. El primer día en el centro, ella no quería montar, por eso fue grande nuestra emoción al verla montar a Shaya, se pasó toda la sesión abrazada al caballo”, señalan en un testimonio sus padres, Hermógenes y Leo Mamani. “Nos da mucha alegría ver sus logros, con esta terapia ella ha mejorado mucho, va ganando independencia, seguridad y confianza en sí misma. Estamos muy agradecidos”.

Por su parte, la familia de Jesús explica que tras 5 años de hacer sesiones de equinoterapia, la evolución ha sido notable.

“Aunque muchas veces Jesús les haya sacado ‘canas verdes’ con sus berrinches, los terapistas lograban controlarlo con profesionalismo y cariño”, dice la familia Carrillo. “Me faltan palabras para darles infinitas gracias por todo lo que han hecho con mi niño. Siempre demostraron paciencia y amor. Gracias por la madrina secreta que me pusieron, que con su apoyo fue la tranquilidad de mi familia y el bienestar para mi niño. Puedo decir que es un medio que Dios nos da para que nuestros niños con las terapias que ofrecen y con el profesionalismo y paciencia de sus integrantes, los niños logren superarse”.

Son este tipo de testimonios lo que motiva al grupo y alimenta la causa de este centro.

“Jamás hemos dudado de la capacidad de sanación de los caballos, es más, cada vez mi equipo y yo estamos más seguros de que funciona y para más cosas de las que imaginábamos”, asegura Biondi, a quien le llaman Tía Andrea. “Mientras más sé de caballos y esta relación con las personas, más segura estoy de que vale la pena todo el esfuerzo”.

EL DATO

Equinoterapia: una modalidad de tratamiento bio-psico-social que aprovecha los movimientos naturales del caballo para estimular a quienes montan, todo dentro de un abordaje multidisciplinario donde participan profesionales de las áreas de la salud, educación (psico-educación) y equitación. Con ellos se busca mejoras físicas, a nivel cognitivo, de comunicación y personalidad gracias al vínculo constante con el animal. Para ellos se  aprovechan los principios terapéuticos del caballo como la transmisión del calor corporal, la de impulsos rítmicos y el movimiento tridimensional. 

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