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“Para mi ellos no son invisibles” - 5
Redacción EC

Por Andrea Carrión /

Quien tiene cuenta en Facebook es testigo del interminable desfile de anuncios sobre mascotas abandonadas, maltratadas o atropelladas en busca de ayuda o de gente que las quiera bien y para siempre.

Normalmente las reacciones que acompañan a estas publicaciones van desde comentarios como “Pobrecito” o “Desgraciados” hasta “Que alguien haga algo” o “Difundido”.

Por más urgente que sea el caso, pocos se animan a dar un paso que los acerque al animal en problemas. Afortunadamente, éste no fue el caso de Pancha Leonidas Feldman.

Una de las tantas publicaciones que Vanessa Valcárcel subió a su muro en Facebook pidiendo ayuda con el caso de Pancha, originalmente llamada Panchita.

Pancha es una perrita que tuvo la suerte de que alguien dijera “¡Yo la adopto!”. Su foto había estado dando vueltas varias semanas en redes sociales desde el día en que fue rescatada frente a un vivero en Atocongo, en julio de este año.

Vanessa Valcárcel, su rescatista, andaba por el mercado de plantas, al lado de la Panamericana Sur, cuando vio a esta perrita sucia, evidentemente desnutrida y cojeando de una de sus patas traseras. La subió al carro y la llevó a la clínica veterinaria Pets Life donde el doctor Pedro Ramos la atendió a costo social.

Esta es la primera foto que la rescatista Vanessa Valcárcel tomó de Pancha antes de rescatarla.

Pancha pasó casi un mes recuperándose en un hogar temporal que cobró 200 soles por su estadía. Esa y el resto de cuentas médicas se cubrieron gracias al apoyo de algunos contactos de Vanessa, pero estos apoyos nunca son eternos y pronto llega la parte más difícil de un rescate: encontrar un hogar permanente.

Felizmente ahí estaba Andrea Feldman, una colombiana dispuesta a recibir a Pancha y llenarla de amor.

El 6 de setiembre del 2016 Pancha llegó a la vida de Andrea.

“De los 2,500 perros abandonados que veo en Facebook todos los días, este ser me movió el corazón, así que escribí ‘Vanesa, yo la adopto’, sin conocerla en absoluto”, cuenta Andrea, quien en ese momento estaba en Colombia. “Le pedí a Vanessa que la tuviera dos días más mientras yo regresaba a Lima y le pedía permiso a la dueña del departamento que alquilo, quien felizmente dijo ‘Todo bien siempre y cuando no me raye el piso’. Y listo, el 6 de setiembre a las 10 de la noche Pancha Leonidas Feldman se convirtió en mi hija”, agrega.

El día en que Pancha llegó a su nuevo hogar.

Al día siguiente la llevó al veterinario; la bañaron, la despulgaron, la desparasitaron, le hicieron análisis de sangre y resultó tener anemia y erliquia, una enfermedad transmitida por la garrapata que de no tratarse puede ser fatal.

Pero la mayor sorpresa fue cuando Andrea se enteró que la lesión en su pata era más seria de lo que pensaba. El golpe que había sufrido le había zafado el fémur de la cadera y éste había soldado mal. La recomendación: operarla y cortarle la cabeza del fémur, una cirugía muy dolorosa.

Mientras Pancha se recuperaba de su operación, Andrea le leía historias para que se sintiera acompañada.

“Cuando le conté a Vanessa, lo primero que me dijo fue ‘La vas a abandonar, ¿verdad?’ Le aseguré que no lo haría. Ella me explicó que los perros adoptados tienden a venir con algunos problemas y cuando el adoptante ve que no es una historia de Disney, sino que toca encargarse de sanarlo o cuidarlo, pues prefieren botarlos de nuevo a la calle. Pero yo, ¿cómo iba a botarla? La llevé a que le hicieran el riesgo quirúrgico y una semana después la operaron”, cuenta Andrea.

No pasaron ni 10 días para que Pancha caminara con sus cuatro patas. Hoy corre, salta como y juega si nada malo le hubiera pasado. 

Pancha luego de haber sido operada de una de sus patas, lesión que habría sido ocasionada tras ser atropellada.

Es la primera vez que Andrea adopta a una mascota, pero asistir a animales sin hogar no es novedad para ella. Mientras vivió en Colombia, ayudó buscando casa a perros rescatados, y en Singapur, donde estudió, ayudó en un albergue para perros callejeros, que en ese país son muy maltratados.

“Hacía venta de garaje de artículos que los estudiantes de mi universidad ya no querían y los fondos los donaba al SPCA, la sociedad protectora de animales en Singapur, donde además era voluntaria y paseaba perros”, explica Andrea.

No mucho tiempo después de haber llegado a Lima por motivos de trabajo, Andrea comenzó a ayudar a un albergue en el Callao, de donde amadrina a una perrita llamada Boni.

Mucha gente no entiende qué hace que personas como Andrea y Vanessa salgan de su rutina e inviertan tiempo y dinero para ayudar a un animal en apuros.

“Para mi ellos no son invisibles, son fuente de vida y cariño. Yo agradezco a la vida haber tenido perro de chiquita porque la forma de entregar amor que te da un perro es única. No hay nada que me llene más en el mundo que adoptar a un animal y los que nunca han tenido cariño, lo aprecian mucho”, agrega Andrea.

Se estima que en el Perú existen más de 6 millones de perros viviendo en las calles. Si deseas ayudar a que esta cifra empiece a descender, visita

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