Antes de conocer a su adoptante, Silvana solo conocía la indiferencia de las personas que pasaban a diario por la Estación Bayóvar del tren electrónico, en San Juan de Lurigancho. Hasta que un día una mujer se compadeció de ella y se acercó a revisar su estado de salud.
“La vi tirada en el piso. La gente pasaba por encima del ella y ahí me di cuenta que no se movía. Busqué un taxi y la llevé a la veterinaria SOS”, cuenta su rescatista.
Cuando la revisaron, el veterinario Marco Gaviño explicó que no tenía muchas esperanzas de vida, pero que igual haría todo lo necesario por su caso. Esa noche, le pusieron suero para hidratarla y buscaron tratar su problema de erliquia, así como las pulgas y garrapatas que había adquirido durante sus años en las calles.
Después de tres semanas de internamiento, sobrevivió. Pero ya no era la misma: ahora caminaba bastante y tenía ganas de jugar. “Se salvó de una muerte segura porque prácticamente estaba agonizando”, recuerda su rescatista.
Amor a primer ladrido
Tras ser rescatada, Silvana pasó sus días en el albergue Patitas del Camino hasta que conoció a su adoptante, Mateo Prelle, en un evento de WUF en el que había tres perritos en búsqueda de hogar.
“Uno se movía mucho y el otro era muy tímido. Pero ella era como un balance: estaba tranquila, pero tampoco tenía miedo”, dice Prelle. Tras pasar por el proceso de entrevistas de WUF, pudo llevarse a Silvana a casa, en donde decidió que la llamaría ‘Vana’. “Quería que tenga un nombre único y especial”, recalca.
Hoy ambos han logrado crear una rutina muy singular. Después del primer paseo del día, en donde ambos salen a correr, Vana acompaña a su papá a la oficina. “A todos les encanta verla porque es muy amigable. Además, un amigo también lleva a su perrito a la oficina. ¡Es un gran ambiente!”. De regreso a casa, pasean por el malecón antes de irse a dormir.
Aventuras caninas
Vana no solo lo acompaña al trabajo, sino también a hacer deporte: ambos han logrado correr 20 kilómetros juntos. “El primer día que salí a correr con ella, empecé trotando para que me siga y poco a poco se acostumbró. Tiene bastante energía”, explica el economista.
El deporte es tan importante para él que, en su último viaje a Paracas, aprovechó en hacer paddle board. Vana lo acompañó en la tabla. En esa visita, ella también pudo conocer por primera vez la Reserva Nacional de Paracas. “No dejaba de corretear a los flamencos. Le encanta jugar con las aves”, explica su papá sobre aquel paseo al sur de Lima.
Para Mateo, adoptar le ha permitido tener más estructura en su vida. “Nosotros podemos ser más espontáneos, pero los perros no. Ellos sí deben salir todos los días y a determinadas horas”, enfatiza.
Y, aunque asegura que su estilo de vida no ha cambiado mucho, sí su forma de ser. “Creo que el acto de adoptar tiene efectos muy positivos para una persona. Te ayuda a transformarte en alguien mejor”.
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